Me gustaría darte el mar

El mar constituye algo imprescindible, más para los de tierra adentro. Corremos hacia él en cuanto nos sueltan. Nos extasiamos respirándolo profundamente

09 marzo 2021 12:19 | Actualizado a 09 marzo 2021 12:24
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Me recreo en una imagen que estoy viendo ahora mismo. Es una fotografía de Lluís Gené. En ella se aprecia a un equipo médico del Hospital del Mar de Barcelona cruzando el paseo que separa el hospital de la playa. Conducen a Marta Pascual, paciente de 72 años, que viaja en su cama hospitalaria. La han sacado a que le dé un poco el aire fresco en la explanada de la playa de La Barceloneta. A que contemple el mar. A que lo respire y lo sienta. A que disfrute de la luz -con gafas de sol, porque acaso Marta lleve mucho tiempo sin ver la luz natural-. A que se anime, en definitiva, y remonte lo que le toque remontar que, imagino, no será fácil.

Sanitarios y paciente transitan por el paso de peatones con la misma decisión con la que los Beatles caminaron por el cruce de Abbey Road. Marta va de derecha a izquierda, ya de regreso al hospital. John, Ringo, Paul y George se dirigen, por este orden, en dirección de izquierda a derecha, hacia el número 3 de la calle donde estaban los estudios de grabación EMI. Paul va descalzo. Marta, en su cama, también. En la imagen de los Beatles aparece un Volkswagen Escarabajo blanco. En la de Marta un autobús de la línea V27 Passeig de Mar. El paso de Abbey Road, considerado Patrimonio Protegido de la Ciudad, se ha convertido en un icono mundial por aquella foto de Ian Macmillan tomada el 8 de agosto de 1969. El cruce entre el Hospital del Mar y el propio mar tiene también motivos para cantar, mientras se atraviesa, al menos dos de las canciones del álbum Abbey Road: Help! y Come Togheter.  El paso barcelonés debería ser tan venerado como el londinense. Lo cruza gente como Marta.

El mar constituye algo imprescindible, más para los de tierra adentro. Corremos hacia él en cuanto nos sueltan. Nos extasiamos respirándolo profundamente y diciendo la simpleza esa de: Mmm… ¡ya huele a mar! cuando todavía falta más de una hora para llegar. Nos hipnotiza incluso cuando caen chuzos de punta. Y, cuanto más bravo se pone, más nos encandila. No nos gusta morirnos sin echarle un último vistazo.

Por eso, un hospital con mar, un cruce para llevar a los pacientes hasta la playa, un operativo sanitario para que eso sea posible con toda la delicadeza del mundo, me despierta admiración, envidieta cochina, la sensación de que así -o parecido- debería ser siempre.

Hace poco falleció por Covid un cantautor de Teruel, Joaquín Carbonell, que escribió una hermosa canción: Me gustaría darte el mar. «Me gustaría darte el mar, todo ese mar cansado y bello que cobijó grandeza y trueno, como el señor que da la mano sin dividir. Sin dividir humano y bueno». Gracias por dar el mar a quienes lo necesitan desde un hospital. O desde donde sea.

Ángel Pérez Giménez: Periodista. Exjefe de protocolo del Gobierno de Aragón, exdirector de la Escuela de Protocolo de Aragón.

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