Nadie, nadie, nadie tiene derecho

Nos preguntamos qué estarán haciendo hoy las mujeres de Ucrania. ¿Llorando, sufriendo por sus vidas, por la de sus familias? 

08 marzo 2022 09:20 | Actualizado a 08 marzo 2022 09:33
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Hemos quedado con un grupo de amigas que acaban de llegar de Nueva York, hemos estado trabajando en el nuevo lema de las Naciones Unidas para este ocho de marzo, Día de la Mujer, día de reivindicaciones y manifestaciones.

Nos encontramos para tertuliar y ponernos al día de los últimos acontecimientos de esta otra guerra que asola nuestras entrañas y tomar posición frente a tanta barbarie. No estamos de buen humor, todo lo que nos llega desde la Unión Europea, de la OTAN y de los refugiados ucranianos es desesperanzador. No estamos ni contentas, ni felices, ni motivadas. Flota en el ambiente un único tema del que todas queremos hablar, opinar y no sabemos cómo afrontarlo.

Nos preguntamos qué estarán haciendo hoy las mujeres de Ucrania. ¿Llorando, sufriendo por sus vidas, por la de sus familias, por la destrucción de sus hogares?

Y las mujeres rusas, con los maridos y los hijos enfrascados en una gran guerra de destrucción de otro país, con las familias rotas y la desesperanza en los corazones, ¿qué estarán sintiendo en un día como hoy?

Y las mujeres de Afganistán, que después de haber vivido veinte años de esperanza, grandes sueños de libertad y crecimiento en los derechos humanos, ¿cómo deben sentirse a día de hoy?

Soy agente social feminista, activista a favor de los derechos de la Mujer, con un larguísimo recorrido en la lucha feminista, pero hoy no le encuentro ningún sentido a poner negro sobre blanco un lema, un mensaje para abolir la brecha salarial, para denunciar que la mujer accede más que el hombre a empleos a tiempo parcial y que esto repercute en sus vidas.

No le veo sentido a explicar que las mujeres reducen su jornada laboral para hacer frente al trabajo no remunerado de cuidado de la familia, especialmente a raíz de la maternidad, a sabiendas que los trabajos a tiempo parcial están peor remunerados que los trabajos a tiempo completo.

Me cuesta recordar un año más, que la mujer realiza trabajos socialmente menos valorados, que son las mujeres las que realizan trabajos por cuenta ajena que están asociados a los cuidados.

Estos trabajos se encuentran fuertemente feminizados y además las mujeres negocian menos su salario y aceptan con más facilidad lo que se les ofrece y tienen menos propensión a cambiar de trabajo por razones salariales.

Pienso en voz alta y comento con mis compañeras de reunión que en un día como hoy, con todo el bagaje de sufrimiento que arrastramos, me invade la desolación.

Otro año más, aquí estamos las activistas, las mujeres reivindicando esa igualdad real de derechos que parece que no llega nunca y tenemos que señalar que la desigualdad salarial es un hecho, que es una de las mayores brechas de género de nuestro tiempo, y está presente en todos los países del mundo. Según

Naciones Unidas la brecha de género a nivel global, se sitúa en un 23%. Hablando entre nosotras llegamos a la conclusión de que las mujeres queremos ser visibles, que se nos valore por nuestro trabajo, nuestra capacidad, nuestro esfuerzo y buenos resultados. No queremos cuotas, ni discriminar a los hombres.

Queremos la igualdad real de oportunidades para avanzar en la misma dirección, mujeres y hombres, con quienes compartimos el mundo.

Denunciamos las desigualdades existentes, pero también celebramos los avances producidos.

Queremos decidir nuestra trayectoria académica, profesional y personal, apostando por una educación desde la escuela, para fomentar los valores de respeto y concienciación de igualdad real. Queremos un mayor protagonismo y reconocimiento de las mujeres y niñas como principal eje de actuación para combatir el cambio climático y la despoblación.

Denunciamos que el techo de cristal oprime y no deja avanzar en puestos de responsabilidad, que aún hay mucho camino por recorrer y que son las administraciones públicas, los partidos políticos y nosotras, en nuestra responsabilidad de activistas feministas, y en mí caso con voz de centroderecha, hemos de trabajar en proyectos políticos que faciliten las herramientas necesarias para el desarrollo de una vida plena para todos, mujeres y hombres.

Defendemos que la mujer merece estar situada en el eje de actuación de todas las nuevas políticas de acción social. Debe ser reconocida como protagonista en problemas tan importantes como la despoblación, ya que, si la mujer abandona el campo, nuestros pueblos desaparecen, y con ellos perderemos la mayor parte de nuestro patrimonio natural artístico y cultural.

En el caso de las mujeres que residen en municipios rurales la falta de corresponsabilidad y las desigualdades de empleo se multiplican por el hecho de vivir en un entorno carente de servicios e infraestructuras y también por la fuerte masculinización de las zonas rurales.

España es el único país del mundo que cuenta con un Día Nacional para promover la Conciliación y la Corresponsabilidad, pero todavía nos queda un largo camino por recorrer para acabar con la desigualdad en el reparto de las tareas del cuidado del hogar y la familia, que es la principal causa de que en España siete de cada diez empleos a tiempo parcial tengan rostro de mujer, y de que dos de cada tres personas que se marchan del campo a la ciudad sean mujeres.

Se estima que la desigualdad en la conciliación de la mujer rural supone un coste de 38.500 millones de euros, lo que equivale al 3,1% del PIB. Promover la conciliación y la corresponsabilidad dentro de las propias empresas y también con acciones de concienciación social es una asignatura pendiente en la sociedad.

Pero hoy es diferente, hoy es un Día Internacional de la Mujer con tintes graves de dolor, sangre y muerte, de una sinrazón que nos oprime, nuestro sentir está junto a las mujeres que sufren, mueren y temen por su futuro. Nadie ha de tener el poder de arrebatarnos también el derecho a vivir, nadie, nadie, nadie.

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