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    Navidad, versus modernidad

    28 diciembre 2022 19:48 | Actualizado a 29 diciembre 2022 07:00
    Conxa Manrique
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    Las tradiciones religiosas navideñas siempre han existido en todas las culturas, sobre todo en las mediterráneas, centroamericana y nórdicas. Están arraigadas profundamente en el alma de las personas y los pueblos. Con la post-modernidad, las nuevas tecnologías y las tendencias laicistas nos olvidamos de ellas y/o las sustituimos por otras que nada o poco tienen que ver con nuestra historia. Es penoso observar que, con estas nuevas prácticas, se pretenda desarraigar a las personas, sobre todo de cierta edad, de costumbres populares que han vivido en su infancia y que son tan queridas.

    Siempre se han puesto belenes y nacimientos en todos los pueblos, ciudades y en nuestras casas. Ahora, de repente, se quitan de lugares públicos y privados en nombre de la laicidad. Y se sustituyen por unos árboles de Navidad, que ahora llaman «árboles de invierno», con unas bolitas, que no se sabe lo que representan, y con unas lucecitas que se encienden y se apagan. En definitiva, se opta por sustituir una honda tradición cultural por otras de importación, que no tienen calado alguno en nuestros usos populares ni creencias. Hasta el punto de que, actualmente, convive un ‘putpurri’ naif de culturas navideñas superpuestas. Este cambio nada tiene que ver con la globalización, sino con la falta de estimación de lo propio. Es peculiar de nuestro carácter latino pasar de un extremo a otro; como si sintiéramos vergüenza o complejo de lo nuestro, a diferencia de otras culturas y países, que fieles a sus tradiciones las cuidan y exaltan.

    Algunos representantes de Instituciones justifican la ausencia de Belenes en lugares públicos en el principio de laicidad; confusión de fondo en muchos políticos, especialmente de izquierdas, pues la laicidad no es un posicionamiento religioso o ideológico. La laicidad es una norma reguladora de la convivencia en sociedades, donde hay diversidad de opciones o cosmovisiones. La laicidad es el procedimiento para regular en el espacio público y social la diversidad, compatible con el respeto y el fomento de las tradiciones y los sentimientos religiosos que forman la cultura de los pueblos. Los poderes públicos deben actuar con neutralidad, si bien ello no significa, en absoluto, ser antirreligioso.

    Siempre se han puesto belenes en los pueblos, ciudades y casas. Ahora, de repente, se quitan en nombre de la laicidad

    Los Belenes tienen su origen en Italia, hace ocho siglos, donde San Francisco de Asís improvisó una representación viviente. Desde entonces la idea se fue extendiendo por toda Europa. Y ha dado origen a mercadillos navideños, como el de Santa Llusïa en Barcelona, a agrupaciones de pesebristas, que con paciencia y pasión han cultivado este arte desde hace décadas y que ahora parece que se está perdiendo.

    Lo mismo podemos decir de la tradición de los Reyes Magos, tan arraigada en nuestro país. Los Reyes de Oriente llenan de ilusión a los pequeños y mayores y sirve de estímulo si no quieres que te dejen carbón. Ahora tratan de sustituir estos personajes mágicos por Papá Noel, Santa Claus, y otros. La ofrenda milenaria de regalos simbólicos como el oro, el incienso y la mirra que unos Reyes, venidos del Oriente guiados por una estrella, hicieron al Niño Jesús en el portal de Belén, tratan algunos sectores de la sociedad de sustituirla por un aluvión de regalos a los niños de la casa, traídos por personajes como Papá Noel, Santa Claus, etc., que entran por las chimeneas y por los balcones. Una escenografía que poco tiene que ver con nuestra cultura hispánica. En la tradición de los Reyes Magos el inconveniente para los más pequeños es que la llegada de los juguetes y regalos puede impacientar o disminuir el tiempo de disfrute.

    Los Pesebres y Nacimientos se han perdido en esta sociedad de la información. Hoy existen pesebres virtuales como el de Barcelona, obra visual fruto del ‘mapping’ que se activan por una aplicación, con mensajes gastronómicos y de otro tipo, pero poco de ‘belén’. Algunos lo han calificado de anti-belén y costoso para las arcas municipales.

    Esta Festividad se celebra de antiguo. Así, en Roma el 25 de diciembre era el día del Sol Invictus, el comienzo del fin de la oscuridad, cuando los días empiezan a alargarse. Los creyentes celebramos en esa fecha el nacimiento de Cristo, con el que se da inicio a nuestra Era. El ‘caga tió’ también es una tradición con siglos de historia, relacionada con la naturaleza y el solsticio de invierno y su objetivo es ofrecer regalos.

    Otra figura que representa la Natividad del Niño Jesús es Papá Noel. Tiene su origen en el S. III, en la ciudad turca de Patara, donde nació el obispo Nicolás de Bari, también conocido como el obispo de los niños, por su preocupación por estos y conocido hoy como Papá Noel. Este viene cada 25 Diciembre desde hace 2022 años. Se le representa como un viejecito con la barba blanca, cada año más anciano, con su saco lleno de regalos. Muy arraigado en Francia.

    Es peculiar de nuestro carácter latino pasar de un extremo a otro; como si sintiéramos vergüenza o complejo de lo nuestro

    Un personaje más es Santa Claus o Sinterklaas, que se cimenta en la figura de San Nicolás, tradicional en los Países Bajos y Estados Unidos. Este usaba una mitra roja de obispo y llevaba barba blanca como la nieve. Su historia no está exenta de polémica, pues era famoso por sus altercados y, también, por dar regalos y proteger a los niños.

    La Reforma Protestante eliminó los santos cristianos y la Navidad quedó relegada en gran parte de Europa. Pero en algunos países, como los Países Bajos, se mantuvieron vivas las tradiciones relacionadas con Sinterklaas que fueron exportadas a los EEUU. Los neoyorquinos del siglo XIX quisieron revivir estas costumbres, al carecer de propias y tenían que crear una figura que aglutinara y diera una identidad navideña a una sociedad americana joven carente de tradiciones.

    El origen del árbol navideño se remonta al siglo VIII en Alemania, cuando el obispo Bonifacio taló un roble dedicado a Thor, deidad del trueno en la mitología nórdica, y tras leer el Evangelio ofreció un abeto, un árbol de paz que representaba la vida eterna, al igual que el verde de las hojas del abeto, adornándolo con manzanas y velas. Esta tradición llegó a Finlandia y más tarde a Inglaterra, para luego extenderse al resto de Europa. Del continente se exportó a América. Actualmente, el árbol de Navidad es un símbolo mundial para celebrar esta época del año.

    Todas las representaciones de la Navidad son loables, pero no nos olvidemos de reivindicar nuestras tradiciones y valores, tan ricos y tan nuestros, con siglos de historia, aunque actualmente se va perdiendo el sentimiento religioso.

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