Nunca es tarde si la dicha es buena

En la casa de los del puño y la rosa no les ha quedado otra que recapitular. Es probable que el mensaje de las bases el domingo en Ferraz «con Casado no, con Iglesias sí», hiciera reflexionar a Sánchez

13 noviembre 2019 08:50 | Actualizado a 13 noviembre 2019 11:59
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Si bien el resultado de las enésimas elecciones generales parecía dejar entrever una situación desoladora de cara a la gobernabilidad de España, el preacuerdo firmado ayer por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias abre una puerta a la esperanza. A su vez, también evidencia que la decisión de Sánchez de convocar elecciones sin agotar hasta el final la posibilidad de hacer una investidura ha sido un fracaso. 

Si bien han ganado las elecciones, lo cierto es que el Partido Socialista ha obtenido una victoria pírrica que no les ha servido para conformar un gobierno de progreso en solitario, principal objetivo de la repetición electoral. «Otra victoria como esta y volveré solo a casa», dijo Piro, Rey de Epiro, tras lograr una victoria sobre los romanos con el costo de miles de sus hombres. 

Es por ello que en la casa de los del puño y la rosa no les ha quedado otra que recapitular.  Es probable que el mensaje de las bases la noche del pasado domingo en Ferraz hiciera reflexionar a Sánchez. «Con Casado no, con Iglesias sí», gritaban. El líder socialista parece haber tomado nota.

Desde el Grupo Confederal de Unidas Podemos y los comunes no deberíamos dejar de hacer autocrítica ante unos resultados que han supuesto un nuevo descenso consecutivo en votantes y escaños. Si bien es cierto que se ha sabido aguantar el tirón y apaciguar factores de riesgo como la llegada de Más País, no podemos obviar que desde 2016 no se ha parado de bajar. 

Toca mucha reflexión por parte de aquellas fuerzas que nos autodenominamos «izquierda transformadora». Creemos representar a las capas más humildes de la sociedad pero es innegable que una gran mayoría no se identifica ni de cerca con nuestro pensamiento. Entrar en un gobierno de coalición puede ser una buen punto de inflexión para demostrar que son una opción válida de gobierno y catapultar de nuevo a la formación morada.  

Aunque el preacuerdo temprano de gobierno por parte de las principales fuerzas de progreso del país pueda servir para amortiguar el golpe y frenar el auge y la notoriedad mediática de la extrema derecha, lo cierto es que el único vencedor de la noche electoral fue Vox. 

Por más que un servidor esté en las antípodas ideológicas de su pensamiento, lo cierto es que la formación de ultraderecha liderada por Santiago Abascal ha dado un golpe en la mesa consolidándose como tercera fuerza política prácticamente triplicando los resultados obtenidos en abril. Un éxito sin paliativos que ha llevado a la irrelevancia política a Ciudadanos y frenado en seco el ascenso del Partido Popular. Es un resultado que sitúa definitivamente a España equiparada con el resto de países de la Unión Europea. De nada sirve lamentarse y mucho menos tildar de fascista al electorado que ha confiado en esta formación. 

En democracia las ideas se debaten y se contrastan con argumentos, no con vetos ni prohibiciones. Si la formación reaccionaria ha tenido impacto mediático ha sido por su propia relevancia política. Las voces que consideran que se debería haber censurado su aparición reiterada en medios para no «blanquearlos» no hacen más que reforzar la percepción, por parte de su electorado, de estar votando a una formación rebelde y antiestablishment, cuando realmente son una formación conservadora al servicio de los poderes del estado. 

Lo que ha normalizado y legitimado a Vox  ha sido su papel decisivo en la conformación de los gobiernos de Andalucía y Madrid. Partido Popular y Ciudadanos han ayudado al crecimiento de la formación ultra, junto al gobierno de Sánchez que, con la repetición electoral, ha puesto en bandeja de plata su subida. Intuyo que la poca capacidad de réplica en el debate electoral a los argumentos de Abascal también ha ayudado a pescar votos indecisos.   

Por su parte, Ciudadanos ha sacado un resultado duro que ha costado la dimisión de su líder. Muy probablemente el electorado haya desconfiado de sus continuos vaivenes ideológicos.  En un contexto en que Rajoy era percibido como blando, la formación naranja se erigió como la opción más contundente contra el independentismo. Con Rajoy fuera, Casado sí ha sabido frenar la derrama del PP con Ciudadanos. Asimismo, Vox se ha situado como una fuerza más genuina que los naranjas para aquellas gentes que basan su voto en la defensa de la unidad de España ante la amenaza del independentismo y la inmigración. En el lado opuesto los votantes más moderados tampoco han entendido que no se pactara con Sánchez cuando la suma de ambos daba una holgada mayoría absoluta y, en cambio, no tuviera problemas en pactar con Vox. 

Entre unas cosas y otras la formación que desde siempre había sido liderada por Albert Rivera pasa a la irrelevancia condenada a reinventarse o morir. Como bien dijo el sociólogo Bauman, estamos en una sociedad líquida: todo se mueve y nada permanece. Un día estás en la cresta de la ola y al siguiente en la orilla tragando arena. Si el ala más socialdemócrata de la formación recupera el timón del barco podrían tener algún papel en el nuevo gobierno. Toni Roldán podría liderar ese cambio.

Se abre una puerta a la esperanza. Ahora más que nunca es necesario aparcar diferencias y tratar de aunar esfuerzos para sacar adelante un gobierno que sea capaz de dar respuesta a los retos que se avecinan. Toca dejarse de tácticas, relatos, estrategias, calculadoras y artimañas para ponerse a trabajar a fondo al servicio del país y, sobretodo, de sus gentes. Es el momento de la generosidad, de ceder para alcanzar a un pacto que aúna a distintas formaciones. Nunca es tarde si la dicha es buena. 

 

Sociólogo. Mario Téllez es licenciado en Sociología por la Universidad Autònoma de Barcelona y graduado en Ciencias Sociales. Master en formación de profesorado por la Universidad de Granada. Concejal de Vila-seca en Comú en el Ayuntamiento de ese municipio y Conseller Comarcal del Tarragonès y presidente del Área d’Ensenyament i Joventut de este organismo.

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