Supongo que ocurre con todas las profesiones, pero en los políticos, por su exposición pública, se nota más; me refiero a la diferencia entre quienes entran en ella como modus vivendi y los vocacionales.
Entre estos últimos considero que están dos con quienes he tenido la oportunidad de charlar estos días: Josep Fèlix Ballesteros y Ferran Bel, de partidos distintos y con una dedicación a la política que es, según el papa Francisco, «una de las formas más altas de caridad». Ambos han sido alcaldes, de Tarragona y Tortosa respectivamente, y siguen en la vida pública en otras funciones.
Cumplirían aquello que Clemenceau decía a quienes le eran presentados y acudían con sus diplomas acreditativos: «Joven, esto no me interesa. Hábleme de su pasión».