¿Queremos ser Suecia o Algete? El estado del bienestar no es una rémora

Los derechos humanos, un negocio. La mejor inversión y más rentable es la que hacemos en capital humano: en hospitales y escuelas (más importante aún que los molinos de viento y las placas solares)

13 mayo 2021 05:40 | Actualizado a 13 mayo 2021 05:42
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Todavía andan mis amigos peperos, que de todo pelaje hay que tenerlos en la peña de la amistad y los quiero mucho, muy revolucionados con el ayusazo. Y les felicito: ha sido un golazo por toda la escuadra a la progresía ibérica.

Pero aquí viene el tío Paco o Lluís con la rebaja y les recuerda que sí, que vale que Madrid es España, pero España no es Madrid.

Y hay que aguantarles que hagan dumping fiscal; pero privatizar la sanidad y la educación después de rebajar impuestos, empezando por ahorrárselos a los que más deberían pagar por ser más ricos es acelerar en el sentido contrario al de la Historia.

Y es que su admirado EE.UU., desde que Áznar visitaba el rancho de Bush Jr. e imitaba su acento, ha descubierto que el progreso consiste exactamente en lo contrario que preconiza el tío Miguel Ángel Rodríguez y su tuitera mayor, hoy presidenta de la Comunidad, y es precisamente un estado de bienestar fuerte y bien financiado con un sistema fiscal justo.

Hasta Boris Johnson está remando en la misma dirección: reforzar la educación y la sanidad públicas británicas: el mundo entero se ha vuelto keynesiano y aplaude ingentes inversiones públicas en infraestructuras, renovables y capital humano: formación continúa para adaptar a los trabajadores a las nuevas tecnologías que nos permiten ser productivos y competitivos.

¿Y quién lleva medio siglo haciendo exactamente eso? Pues los países escandinavos; no la América de Trump, hoy derrotada ni sus adláteres. Suecia, Noruega, Finlandia o Dinamarca han destacado siempre por sus excelentes sistemas educativos, en especial su formación profesional.

Y anoten el dato: las escandinavas son las economías donde los empleados cambian más de empresa, porque adaptan sus habilidades a las del mercado; pero su estado de bienestar cubre con fondos y subsidios, la flexisecurity, esa movilidad laboral que aquí nos cuesta perder sueldo y pensión.

Todo el planeta ha descubierto durante la pandemia que el estado de bienestar no es una rémora ni una carga que hay que pagar trabajando como chinos, sino todo lo contrario: son los chinos los que se esfuerzan ahora en copiar los sistemas europeos.

La clave de este cambio de sentido es que hoy sabemos que la mejor inversión y más rentable es la que hacemos en capital humano: en hospitales y escuelas (más importante aún que los molinos de viento y las placas solares) y que una población laboral cada vez más envejecida requiere cada vez más de esa inversión para seguir siendo productiva y hacer a su país también cada vez más competitivo.

Resulta que respetar los derechos humanos es un gran negocio e invertir en convertirlos en realidades en cada país es muy productivo: garantizar el derecho a la educación, por ejemplo, significa también adaptar a la población activa a la innovación tecnológica; invertir en hospitales supone mantener a los mayores sanos y activos y, por qué no, también generando valor en sus puestos de trabajo hasta bien entrados incluso los setenta.

Y en ese sentido no sólo los países escandinavos, también Japón ha descubierto que mantener a los mayores en el mercado laboral es un excelente negocio para todos, empezando por los propios mayores.

Todo lo expuesto pone en evidencia que el modelo Ayuso de muchas cañas y pocos impuestos es justo el contrario al que marca el sentido del progreso y de la recuperación económica de la pandemia que necesitamos.

Y, con todo mi respeto y cariño a los madrileños, prefiero seguir trabajando para ser como Suecia que como el Algete de Ayuso.

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