Sexo virtual y los peripatéticos

Puede que llegue a gustarnos lo virtual, puede que incluso no nos acordemos del mundo presencial y hasta lo despreciemos, pero nos habremos perdido, como se decía antes, la salsa de la vida, incluso el sentido de la vida, y con ello seguramente la vida misma.

02 octubre 2020 07:30 | Actualizado a 02 octubre 2020 08:24
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La Agencia de Salud Pública catalana ha publicado hace unos días una guía para mantener relaciones sexuales seguras durante la pandemia. Lo mejor en estos tiempos, dice, son «las prácticas sexuales sin contacto físico con otras personas, como, por ejemplo, la masturbación personal, el visionado de vídeos eróticos, el sexting o las reuniones sexuales virtuales». Con más claridad, un empresario ya mayor, ante la pregunta habitual de estos meses sobre la marcha de sus negocios, me contestaba con tristeza por los tiempos pasados: «Todo está cambiando. Ya no se puede ir ni de putas».

Como en otros ámbitos de nuestra existencia se impone lo virtual. ¿Tiene sentido o sentidos lo visual?

1. Dicen que el olor es el sentido más primitivo y al mismo tiempo más animal de ser humano. Que se lo digan a Süsking, que con su famosa obra El perfume nos demostró que la Historia de la Humanidad no puede ser comprendida sin el olor. Oler nos trasmite el terror, la atracción y la pasión de una forma más intensa que cualquier otro sentido. El mismo enamoramiento, y en especial el desapego, va ligado a los olores que emite nuestra amada o amado.

2. Tocar a otro, y el beso es una de sus manifestaciones, puede indicarnos más de la persona que tienes delante que cualquier otra cosa. Estrechar la mano puede ser, como hemos visto con Donald Trump, una forma clara de marcar el poder. Una simple caricia a una persona afectada por una desgracia puede ser más expresiva y mucho más agradecida que miles de conversaciones.

3. Si hay todavía algo que nos diferencia a los seres humanos en este mundo global es la comida. Ahora bien, comer no se reduce a ingerir unos alimentos, sino a compartir un espacio con los otros, a hablar e intercambiar experiencias comunes y secretos. Una comida (en compañía) es el preludio de una relación y en ocasiones el final. La comida es un homenaje al sentido del gusto pero, sobre todo, un símbolo de la comunicación humana.

4. El sonido, y en contraposición el silencio, está presente de forma inconsciente en toda nuestra vida, aunque normalmente solo lo echamos de menos cuando notamos que nos falta. La voz, con sus múltiples matices, con sus altibajos y recovecos, nos dice siempre más que las propias palabras. Más aún, hay lenguas en que el tono implica una pluralidad de significados diversos. El sonido transmitido a través de la máquina siempre nos parece frío y muerto, como si le faltara algo, y le falta.

5. Bueno, dirán ustedes, que el sentido de la vista es sin ninguna duda propio también del mundo digital. Tampoco es así. El espacio visual, que abarca mucho más que un entorno mecánico, suministra al celebro múltiples informaciones, muchas veces inconscientes, pero muy útiles para la toma de decisiones: la manera de mover las manos o de no moverlas, la de colocar los pies, la misma forma de sentarse o de girarse hacia el interlocutor. ¿Creen sinceramente que una reunión de socios, de políticos, de amigos o de amantes es igual en una pantalla que en un entorno físico?

6. La Agencia de la Salud pública catalana ha recomendado que en cualquier caso el sexo (físico) ha de practicarse en lugares abiertos. Algo es algo.

La Universidad está valorando si para el curso que está próximo a empezar (con notable retraso con respecto a otros años) debe eliminarse la actividad presencial y sustituirse por la virtual. Parece ser que va a ser así, al menos en parte.

Si es así, los alumnos ya no podrán oler, sentir, u oír directamente al profesor (y viceversa). Se limitarán a ver una pantalla, oír un sonido extraño, unas caras encorsetadas y amorfas, y como mucho se limitarán a chupar el ratón. Van a perderse todo lo que hace que una «clase» sea siempre irrepetible y única, fruto de la interrelación de unas personas en un momento y un espacio concreto; en la que la propia materia impartida se va modificando en aras al público que uno tiene delante en cada momento. La «clase» se crea cada día; es una mezcla de exageración y muchas veces de pretendida imprecisión por parte del profesor en búsqueda de lo importante, que es la transmisión de los conocimientos adquiridos.

Una «clase virtual» va a ser como el «sexo virtual» y el «viaje virtual», que cualquiera que los haya practicado sabe que en nada se parece a lo vivido presencialmente. ¿Creen ustedes sinceramente que ver un documental sobre viajes es lo mismo que viajar?

Puede que llegue a gustarnos lo virtual, puede que incluso no nos acordemos del mundo presencial y hasta lo despreciemos, pero nos habremos perdido, como se decía antes, la salsa de la vida, incluso el sentido de la vida, y con ello seguramente la vida misma.

Los momentos de zozobras y de cambios son momentos en que volvemos a los clásicos, quizás porque queremos agarrarnos a algo seguro y permanente. Son tiempos, por otra parte, en que hay que tener imaginación para adaptarnos al medio ambiente y no perder lo sustancial de nuestro mundo.

Quizás debemos acudir a las enseñanzas de Aristóteles y a su escuela de los peripatéticos. Pasear, guardando las distancias de seguridad, siguiendo al profesor que megáfono en mano nos va impartiendo su asignatura y sus enseñanzas, mientras damos vueltas al campus convertido en una especie de templo de Apolo Licio. Eso sí, conviene, si no queremos perdernos las explicaciones, que no miremos mucho a los lados por si nos encontramos parejas o grupos practicando un saludable sexo presencial.

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