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    Cambio de viento

    04 junio 2022 20:02 | Actualizado a 04 junio 2022 23:29
    Dánel Arzamendi
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    La ciudadanía suele atribuir la bonanza o su ausencia a sus actuales gobernantes, lo que puede beneficiar o perjudicar al ejecutivo de turno
    Todo apunta a que los socialistas deberán cambiar de tercio en el diseño de un proyecto atractivo que ofrecer a la ciudadanía

    Son cada vez más frecuentes los análisis e indicadores que sugieren un inquietante e incipiente declive económico, cuyos efectos más evidentes podrían estar esperándonos a la vuelta de la esquina. Es probable que este oscuro augurio no se cumpla en el cortísimo plazo, pero parece absurdo esquivar la mirada a este horizonte de empobrecimiento progresivo de nuestras clases medias y bajas. Sin duda, la consecuencia más grave de esta tendencia será un impacto social que difícilmente podrá contenerse con unas arcas públicas endeudadas hasta niveles jamás vistos. Pero también existe otra derivada, igualmente relevante, vinculada con el efecto electoral de este fenómeno.

    De forma pendular, no es difícil detectar el diferente criterio central que justifica y explica los resultados que arrojan las sucesivas llamadas a las urnas. Algunas veces, importantes sectores del cuerpo electoral tienden a votar mayoritariamente con el corazón (primando el factor ideológico y emocional), mientras que otras, el bolsillo se convierte en el foco de atención que marca la tendencia (poniendo por delante los aspectos financieros y de gestión). Y, habitualmente, la prevalencia de una u otra perspectiva suele depender del contexto y las perspectivas económicas que envuelven la convocatoria.

    Todo apunta a que los socialistas deberán cambiar de tercio en el diseño de un proyecto atractivo que ofrecer a la ciudadanía

    En nuestro entorno, la práctica totalidad de los estudios demoscópicos coinciden en que una mayoría significativa de ciudadanos se autodefinen como de izquierdas. Sin embargo, han sido varias las ocasiones en que partidos claramente conservadores han ganado elecciones de forma contundente. Y este voto aparentemente vergonzante, emitido por personas que se consideran progresistas pero que se decantan por propuestas contrarias, muchas veces se explica por la fama que ostenta la derecha (justificadamente o no) de gestionar de forma más seria y eficiente las cuentas públicas, una medalla que resulta especialmente brillante en tiempos de zozobra. En este sentido, a nadie debería extrañar la resurrección del PP que apuntan las encuestas, y que puede vincularse con cuatro fenómenos: dos de ellos, méritos propios, y otros dos, deméritos ajenos.

    Entre estos últimos, destaca una temperatura social caracterizada por un amplio descontento con la forma en que se están gestionando algunos asuntos que impactan en la línea de flotación de millones de familias en su día a día: las desorbitadas tarifas de electricidad, el disparatado precio de los combustibles, los problemas de desabastecimiento internacional de productos, el imparable ascenso en el coste de la cesta de la compra, la subida de los tipos de interés... Es posible argumentar que muchos de estos fenómenos se escapan al control de la Moncloa, pero lo cierto es que la ciudadanía tiende a atribuir la bonanza o su ausencia a sus actuales gobernantes, lo que puede beneficiar o perjudicar al ejecutivo de turno. Y en este caso, parece evidente que no ayuda a las perspectivas electorales de Pedro Sánchez.

    Por otro lado, resulta inevitable reconocer la imagen de jaula de grillos que frecuentemente ofrece la actual coalición de gobierno. Las relaciones entre socios de ejecutivo nunca son sencillas, pero en política comparada lo más habitual suele ser que los primeros años de legislatura se intente entretejer un trabajo colaborativo que genere frutos electoralmente vendibles, para irse distanciando progresivamente durante los meses previos a los siguientes comicios con el objetivo de marcar perfil propio. Frente a esta dinámica, en nuestro caso, Unidas Podemos ha estado metiendo palos en las ruedas desde el minuto uno, escenificando una falta de compactación gubernamental muy poco motivadora para el votante medio. Es difícil apostar por la reedición de un modelo de cogobernanza que casi alardea de su propia descoordinación.

    En tercer lugar, el relevo en el liderazgo del Partido Popular complica aún más las cosas a los socialistas, con la llegada de un dirigente con amplia experiencia y prestigio contrastado en la gestión institucional pública. Precisamente en estos momentos, éste es el perfil que buscan millones de indecisos ante un horizonte económico ciertamente nublado. Sin duda, los populares han encontrado (sin buscarlo) un momento idóneo para escenificar la aparición triunfal de Alberto Núñez Feijoó en la pista de despegue hacia la Moncloa.

    La ciudadanía suele atribuir la bonanza o su ausencia a sus actuales gobernantes, lo que puede beneficiar o perjudicar al ejecutivo de turno

    Por último, el acierto del PP en la elección de su nuevo máximo dirigente coincide, además, con la constatación empírica de que el tradicional miedo a la derecha ha pasado a mejor vida. Acaba de publicarse un nuevo estudio del CIS que pronostica una victoria clara de Juanma Moreno en las próximas elecciones autonómicas en Andalucía, un dato que debería preocupar muy seriamente en Ferraz por su doble trascendencia: por un lado, porque termina de consolidar el fin de la hegemonía del PSOE en este territorio históricamente socialista, y por otro, por el significativo peso relativo que ostenta esta comunidad en el cómputo electoral de unos eventuales comicios generales. Baste destacar que, según esta estimación, los populares ganarían en todas las provincias andaluzas, llegando a superar al PSOE por más de 20 puntos en Málaga.

    Todo apunta a que los socialistas deberán cambiar de tercio en el diseño de un proyecto atractivo que ofrecer a la ciudadanía, de forma urgente y decidida, si no quieren verse claramente superados por la derecha en las próximas elecciones generales. Es cierto que Pedro Sánchez es un superviviente nato, y así lo ha demostrado en innumerables ocasiones, tanto en sus feroces guerras intestinas como en su osada y exitosa conquista de la Moncloa. Sin embargo, los planetas parecen estar alineándose para poner muy complicada la reelección del político de Tetuán. Todavía es posible que le quede cierto plazo para volver a someterse al examen de las urnas, pero el viento electoral comienza a soplar en su contra de una forma cada vez más evidente.

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