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    China se despereza

    La mentalidad china no es de levantarse de la cama de un salto, sino que, sin prisas, se encamina de manera reflexiva a realizar un mandato milenario de restauración

    10 agosto 2022 09:44 | Actualizado a 10 agosto 2022 09:46
    Juan Ramón Ortega Ugena
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    Siempre he oído la frase de Napoleón de que cuando China despierte, temblará el mundo. Sin embargo, ahora que en los últimos años parece que ya sonara el despertador, no me he encontrado con el tópico en plena crisis de las maniobras militares en los aledaños de Taiwán. ¿Simple coincidencia?

    La mentalidad china no es de levantarse de la cama de un salto, sino que sin prisas, con pausas, con un engranaje lubricado, se encamina de manera reflexiva, mediante acciones directas o indirectas, a realizar un mandato milenario de restauración. Paso a paso: el Tíbet, Hong Kong, Macao...

    Cuando Napoleón lanzó el vaticinio aún no había ocurrido un siglo XIX dramático para los chinos, lo que ellos han llamado el Siglo de la humillación. El hecho más relevante fue la derrota contra los británicos en las Guerras del opio y la cesión de Hong Kong. Con la tapadera de la libertad del comercio, aquello fue una deshonra difícilmente asumible para cualquier nación. De momento, los chinos han recuperado la colonia. Sin respetar los acuerdos, la están asimilando con pocas contemplaciones, a pesar de que los flamantes portaviones británicos se pasean por las proximidades. Cualquiera se atreve con el gólem chino que ellos han contribuido a crear.

    Pero mientras los británicos abusaban ostentosamente, los rusos se iban apropiando de manera más discreta y hábil de territorios del Imperio Celestial, imponiendo igualmente tratados abusivos. Así Vladivostok, última parada del Transiberiano, es Hǎishēnwǎi, una ciudad china ocupada en 1858.

    Se habla de alianzas entre China y Rusia, pero junto con Japón y la India, Rusia es su enemigo natural, incluso en la época de Mao y de la URSS, salvo por estrategia en momentos puntuales. Xi Jinping tiene la capacidad de poder jugar con su posicionamiento en la guerra de Ucrania. Rusia es un socio, no un aliado, manifestaron.

    En estos días se ha dicho que el presidente Joe Biden tenía que apoyar a Taiwán para que los EEUU no perdieran credibilidad ante el resto de los aliados. Pero los actores del conflicto saben que el estatus de Formosa no es el mismo que el de Japón, Corea o Vietnam. China es un Estado con dos gobiernos, el continental y el insular. La tensión es de guerra civil, aunque pudiera derivar en guerra de secesión. Ambos gobiernos tendrían la misma política internacional de Estado, la recreación de la China imperial por parte de los comunistas y, por supuesto, de los nacionalistas.

    No existe oposición por parte de ambas Chinas para el reagrupamiento. EEUU también lo apoya. Éstos lo que pretenden es garantizar que se haga de manera pacífica, respetándose los derechos democráticos de los ciudadanos. Si no fuera así, podría haber permisividad o impotencia para evitarlo. El ejemplo que ha dado Pekín en Hong Kong ha alertado a la ciudadanía taiwanesa. Pero el tiempo está ganando a favor de la República Popular China. Previsiblemente cada vez será más fuerte.

    Los políticos norteamericanos que están llevando esta situación son estadistas experimentados y comprometidos. Tanto Biden como Nancy Pelosi, aunque al primero cierta opinión pública le han colocado el sambenito de que tuvo una espantá en Afganistán. Una decisión de repliegue del ejército que ya tenía madurada cuando era vicepresidente de Barack Obama, según cuenta el mismo Obama en sus memorias. Con la retirada, ha dejado el problema a los países fronterizos de Afganistán, es decir, a Irán, China y a los rusos, que no andan muy lejos.

    Según el testigo presencial Henry Kissinger, Mao pensaba que la lección que habían aprendido los norteamericanos en Vietnam era «que la implicación en guerras locales presenta una sangría para la superpotencia que participa en ellas». Al igual que con respecto al de Vietnam del Sur, el Gobierno afgano de Ashraf Ghani era más corrupto que sus enemigos, por tanto, moralmente indefendible.

    Este tema no es de rabiosa actualidad, podemos seguirlo durante décadas. Muy posiblemente nos sobrevivirá. Taiwán es sólo una vuelta a casa y un eslabón más.

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