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Defenderse de la democracia

03 mayo 2024 19:29 | Actualizado a 04 mayo 2024 07:00
Josep Moya-Angeler
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El problema más acusado de la democracia radica en la desmemoria de los ciudadanos, que nos deshacemos en bla-bla-blas críticos y maledicientes durante cuatro años, pero que acudimos a las urnas y votamos contra las anteriores peroratas. Si la democracia no funciona bien es también responsabilidad de los votantes por no ser consecuentes con lo vivido en la legislatura. «Si la democracia es esto que conocemos hoy en España, no soy demócrata», es una sentencia cargada de decepción que comienza a prosperar. Así, que el propio ciudadano, que habitualmente no quiere proseguir en ciertas aberraciones de los políticos, sabe ya que la raíz del problema estriba en que se consiente al político que diga, haga e incluso abuse, pues tiene claro que al final del túnel hay una urna. En muchos casos, cuanto ocurra en el túnel no importa demasiado, lo que priva es el premio de la urna. Para defenderse de ello hay una respuesta: un cambio de actitud ciudadana.

En este país donde en cada bar parece que hay un Parlamento en el que todos saben cómo solucionar los males, los ciudadanos debieran entender que la palabrería no sirve para nada si a la hora de votar se claudica. Como mal menor, muchos votan a la contra de lo que inspira antipatías, sin darse cuenta de que derechas e izquierdas son en realidad una misma expresión derechista, con tendencia a gobernar sin escuchar, por el principio de que se les ha otorgado el poder de actuar. El poder lo tiene el Ibex 35 muy por encima del Gobierno. Lo tienen los jueces siempre justos. Y lo debiera tener por encima de todo la sociedad. La democracia es en teoría una herramienta de gestión social, que es la mejor gestión política. Aunque para ello haga falta, ante todo, formar adecuadamente a la sociedad. Que no sean los bares (y que me perdonen los baristas) el foro de discusión. Porque este país, cincuenta años después del dictador, aún está por acabar de construir. Y la solución no está tras beberse un par de pintas de cerveza.

Defenderse de la actual democracia implica defendernos de nosotros mismos. Pero ¿somos capaces de realizar análisis profundos y razonados, de buscar referencias en pensadores actuales e incluso clásicos? Tenemos un compromiso con el país en que vivimos y con el futuro de nuestros hijos y hemos de ser responsables y acabar con situaciones actuales, tan imperfectas. Pensar y actuar. Cada día. Con sentido cívico. Para evitar la dictadura de la democracia.

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