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    Día Internacional de los Museos

    14 mayo 2022 19:25 | Actualizado a 14 mayo 2022 19:26
    Dánel Arzamendi
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    En 1946, gracias al impulso del norteamericano Chauncey J. Hamlin, se constituyó en París el Consejo Internacional de los Museos (ICOM). Esta iniciativa se enmarcó en los años posteriores a la finalización de la II Guerra Mundial, cuando vieron la luz numerosas y variadas organizaciones internacionales, con una visión compartida sobre los efectos beneficiosos que podrían derivarse de la cooperación transfronteriza. Los traumas bélicos mueven montañas en la conciencia global (lo estamos comprobando estas semanas) y el ambicioso establecimiento de una red de lazos entre instituciones públicas y privadas de países anteriormente enfrentados probablemente fue contemplado como el posible germen de una identidad compartida que redujera la posibilidad de revivir la reciente devastación militar.

    Las actividades del Consejo echaron a andar un año después, tras su primera Asamblea General, celebrada en México. Posteriormente, las décadas de los cincuenta y sesenta significaron un impulso definitivo a la profesionalización museística y a la consolidación de esta organización, que decidió edificar su labor sobre tres pilares fundamentales: el reforzamiento del papel educativo de los museos, la dinamización en el intercambio de bienes culturales y la firme apuesta por la conservación y la restauración del patrimonio artístico. La Conferencia General celebrada en mayo de 1977 en Moscú y Leningrado (actual San Petersburgo) representó también un paso de gigante para esta institución. Además de expandir su actividad a los países en vías de desarrollo y democratizar sus procesos de gobierno interno, se realizó un notable esfuerzo de apertura que favoreciera la potenciación y visibilización del papel de los museos como activos culturales al servicio de la sociedad. De hecho, desde aquel año se celebra el Día Internacional de los Museos, cada 18 de mayo, una jornada conocida popularmente por llevar aparejado el acceso gratuito a la mayor parte de estos centros culturales.

    Una apuesta rigurosa por el turismo cultural debería obligarnos a tomar en serio el reto museístico de una vez por todas

    Actualmente son casi cuarenta mil los museos públicos y privados, en más de ciento cincuenta países, los que celebran este día mundial con una jornada de puertas abiertas. El ICOM ha decidido que el lema de la edición 2022 sea «el poder de los museos», con el objetivo de poner en valor su capacidad para transformar el entorno que los rodea y lograr el progreso de las comunidades que los acogen, focalizando su esfuerzo en tres aspectos principales: la sostenibilidad (vinculada a los ODS sobre el fomento de la economía social y de proximidad, y sobre la difusión de información científica sobre los retos medioambientales), la innovación (especialmente en materia de digitalización y accesibilidad) y la educación (destacando su contribución al reforzamiento de sociedades cohesionadas en torno a la cultura, el aprendizaje y los valores compartidos).

    La ciudad de Tarragona vivirá también una jornada especial el próximo miércoles, pocos días después de la Nit dels Museus, que se celebró precisamente anoche (con una coincidencia temporal tan estrechamente próxima como estratégicamente discutible). Son varios los museos públicos que ya han anunciado el acceso libre de los visitantes durante todo el día 18. También el complejo catedralicio de la capital (que incluye la propia catedral, el claustro y el Museo Diocesano) abrirá sus puertas gratuitamente para que la población disfrute de su imponente patrimonio arquitectónico, escultórico y pictórico. Esperemos que este gesto ayude a revertir el asombroso desconocimiento que todavía persiste en parte de nuestra ciudadanía sobre el inmenso tesoro cultural que se concentra en la cumbre de la Part Alta. Tal y como apuntan algunos expertos, es probable que el legado medieval de Tarragona sea víctima paradójica del legado romano de Tarraco, un fenómeno que debería ser subsanado.

    Sin duda, son muchas las ciudades europeas que son visitadas con el objetivo específico de contemplar sus museos de referencia (el Hermitage de San Petersburgo, el Louvre de París, el British de Londres, el Prado de Madrid, el Guggenheim de Bilbao, el Rijksmuseum de Ámsterdam...). Trasladando esta evidencia a nuestro caso concreto, una apuesta rigurosa por el turismo cultural debería obligarnos a tomar en serio el reto museístico de una vez por todas. Y si nos referimos al patrimonio bimilenario de la ciudad, resulta imposible no hacer referencia al MNAT. Porque, sin ánimo de polemizar con una clasificación que siempre podría ser discutible, parece razonable sostener que los dos museos que están llamados a traccionar este sector a nivel local son el propio Museo Nacional Arqueológico de Tarragona y el ya mencionado museo de arte sacro de la Catedral, ambos inmersos en un proceso de ampliación y renovación que debería contar con el necesario respaldo y soporte financiero de las administraciones.

    Quizás el legado medieval de Tarragona sea víctima paradójica del legado romano de Tarraco, un fenómeno que debería ser subsanado

    En el caso del museo romano, su sede principal de la Plaça del Rei permanece cerrada desde 2018 por unas obras que debían durar año y medio. Según la propia institución, el proyecto incluye una adecuación arquitectónica financiada por el Ministerio de Cultura, y una renovación museográfica a cargo de la Generalitat de Catalunya. En el mejor de los casos, reabrirá sus puertas en 2023. Cada vez son más los tarraconenses a quienes sorprende que la reforma de un museo de tamaño manejable como éste, que constituye actualmente uno de los principales motores para el turismo cultural local, requiera cerrar sus puertas durante cinco años, obligando a los visitantes a desplazarse hasta el puerto para poder contemplar sus piezas más señaladas. Y sorprende aún más el silencioso conformismo con el que la mayoría de ciudadanos hemos asumido esta dilatada carencia, con los efectos que acarrea sobre nuestra propia imagen exterior. Sospecho que esta pasividad es uno de los muchos síntomas que sugieren el largo camino que tenemos por delante para interiorizar colectivamente el papel poliédrico y fundamental que juegan los museos en una sociedad civilizada.

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