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    El linchamiento de la profesora Josefina Albert

    16 mayo 2022 10:29 | Actualizado a 16 mayo 2022 10:31
    Salvador Caamaño Morado
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    En la selectividad de 1998 cometió el terrible «delito» de facilitar los exámenes en castellano a varios alumnos que se lo pidieron

    La entidad Convivencia Cívica Catalana (CCC) organiza el próximo día 21 de mayo en Barcelona un más que merecido acto de homenaje a la profesora Josefina Albert Galera (ya octogenaria) , que fue una de las pioneras en la defensa del bilingüismo en Cataluña y en la lucha contra las imposiciones y el totalitarismo nacionalista. Durante más de 25 años (hasta su jubilación en el año 2008) fue catedrática de Filología Hispánica en la Universidad Rovira i Virgili, de Tarragona.

    Josefina Albert era una sencilla profesora de universidad que en las pruebas de selectividad del año 1998 cometió el terrible «delito» de pedir y facilitar los exámenes en castellano a varios alumnos que se lo pidieron y por ello sería desde entonces apartada de las pruebas de selectividad. Acudió entonces al Defensor del Pueblo para denunciar la pretendida exclusión del castellano y la persecución a la que fue sometida apartándola de las pruebas y presentó una denuncia en el juzgado contra el entonces rector de la URV, Lluís Arola y contra el coordinador de las pruebas de selectividad (PAAU), Joan Igual, por el presunto delito de prevaricación, por el que serían posteriormente juzgados.

    En las semanas previas al juicio, la presión fue enorme, todas las fuerzas vivas del nacionalpujolismo, los decanos de la URV, los rectores de las universidades públicas catalanas, el conseller de Universitats Andreu Mas Collell, el president de la Generalitat Jordi Pujol, el presidente de la Diputación Provincial, 145 alcaldes de la provincia (concentrados en las escaleras de la catedral) y todos los funcionarios y tentáculos que formaban parte del establishment (incluida la prensa del régimen), como si de una potente y militar falange se tratara, hicieron frente común contra Josefina Albert y en apoyo del Rector de la URV y del Coordinador de las PAAU. Es decir, a un lado la gigantesca e implacable trituradora nacionalista y al otro, una sencilla profesora, más sola que la una, bajita de estatura pero con un gran coraje cívico y una gran altura moral, pues lo habitual era y es adoptar la posición dócil del rebaño que asume acriticamente los dictados y políticas del poder de turno.

    Josefina Albert fue sometida entonces a una terrible campaña de acoso y derribo y a pintadas amenazantes como estas: «Mort a Josefina Albert, nazi», «Josefina Albert fot el camp de Catalunya», «Josefina Albert pederasta» o se situaba su nombre en el centro de una diana ( yo mismo realicé las fotografías de todas las pintadas de las que tuvimos conocimiento) la mayoría de ellas con el anagrama independentista al lado. En los alrededores de la Universidad alguien colocó en farolas, papeleras y cabinas telefónicas unas pegatinas en las que se podía leer: «Josefina Albert (funcionaria espanyolista) Telèfon 977202137» (que era su teléfono de entonces) y empezó a recibir de madrugada constantes llamadas, algunas de ellas amenazantes, que no cesaron hasta que hizo público que lo había denunciado a la Fiscalía y a policía. Un día se encontró en su buzón de la Facultad un sobre grande que contenía una bandera española de papel salpicada con gotas rojas que simulaban sangre. Acompañada casi siempre por el profesor de la URV Pedro Antonio Heras (entonces vicepresidente de la entidad cívica CCC y antiguo responsable político del PSUC en Tarragona en los años 70) fue denunciando, uno tras otro, todos estos actos. Por lo visto la decana de su Facultad había dicho: al final se desmoronará por la vía de la presión psicológica. El Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial calificó estos hechos públicamente como una «deplorable persecución». Según mi modesta opinión eran mucho más que eso, pues se perseguía la muerte civil de Josefina.

    Unos días antes del juicio se colocó en fachada de la Universidad un enorme cartel en el que podía leerse: «La URV amb el seu rector i el coordinador de las PAAU». El mismo día del juicio, antes de iniciarse este, algunos de estos «preclaros» representantes públicos junto a otros miembros de la clac nacionalista, se concentraron delante de los juzgados y se pusieron a cantar Els Segadors: «Bon cop de falç! Bon cop de falç, Defensors de la terra, Bon cop de falç!». Puro y duro totalitarismo. Realmente daba miedo. Ella poco antes de la hora señalada entró en el Juzgado y se fue abriendo paso por unos abarrotados pasillos, entre los flashes de los periodistas, acompañada sólo por el profesor Pedro A. Heras; una de sus compañeras y «amiga» durante los últimos veinte años le dijo que ese día no la podría acompañar. El profesor José María Fernández compañero de Facultad ( que la había apoyado en su denuncia al Defensor del Pueblo y que sería por ello también excluido de las pruebas de Selectividad) fue su testigo en el juicio. Al finalizar el juicio alguien le informó de que un funcionario había dicho: «Ha llamado el president Jordi Pujol preguntando cómo va el juicio». Ahí estaba, el gran gurú del nacionalismo, presionando y siguiendo de cerca el asunto.

    En gran medida consiguieron que la mayoría odiara a la victima y apoyaran al verdugo ( a los prevaricadores). Convertir a la victima en verdugo, ¿ puede haber algo más paradójico y despreciable en una sociedad que se dice democrática? Josep Tarradellas, unos años antes ya había denunciado que: «Lo que hay ahora en Cataluña es una especie de dictadura blanca».

    Lo cierto es que todos estos hechos produjeron un enorme revuelo en la universidad y en los ambientes políticos de la ciudad y de Cataluña, teniendo repercusión en la prensa a nivel nacional, pues como hemos dicho intervino también el Defensor del Pueblo (Álvarez de Miranda ) emitiendo un informe favorable a las tesis sostenidas por Josefina; aunque ningún partido político, repito ninguno, apoyó en ese momento expresamente a la profesora Albert (eran tiempos de pactos entre CiU y PP). Y aunque los jueces le dieron en buena parte la razón, la sentencia declaro ilegal su exclusión de las pruebas de selectividad, finalmente el rector sería absuelto.

    Este caso refleja, además, el uso fraudulento, arrojadizo y clasista que se ha venido haciendo desde hace décadas por parte del nacionalismo en pos de un integrismo pueril y pernicioso. Flaco servicio el que hacen los catalibanes de la lengua y la cultura catalana a esta misma lengua y cultura que dicen defender con tanto ardor.

    Exactamente lo mismo ocurre ahora con los que se niegan a impartir, al menos, un 25% de las clases en castellano (quina barbaritat!) tal como obligan las reiteradas sentencias de los Tribunales.

    Sirvan estas líneas como mi más sincero reconocimiento y para que su inestimable lucha nunca caiga en el olvido. Muchas gracias Josefina.

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