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    Memoria

    27 julio 2022 19:26 | Actualizado a 28 julio 2022 07:00
    Emilio Mayayo
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    Doctor en Medicina por la Universitat de Barcelona (1987). Exjefe de la Sección de Patología del Hospital Joan XXIII de Tarragona. Coordinador de la sección de Patología Infecciosa de la Sociedad Española de Anatomía Patológica (SEAP). Exvicepresidente de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Tarragona.

    Lo más seguro es que me esté metiendo en un «fregao» del que me costará salir o que más de uno pensará que más valía no haberme metido, incluso llegaran de decirme que me acuerde del refrán «Zapatero a tus zapatos», pero uno que está curtido de muchas guerras y le van importando poco las críticas, ya que los años vividos son muchos más que los que le tocan por vivir, debe hacer un caso omiso a muchas cosas y decir lo que le dicta su cerebro.

    Hablando de este complejo órgano y que por mi profesión he tenido bastantes en mis manos y los he podido estudiar, es el órgano que entre otras funciones tiene la de regular y controlar la memoria humana, considerada como la función cognitiva fundamental. Función que se puede catalogar como la capacidad del cerebro de retener y recuperar la información voluntaria, que de forma sencilla se puede decir, la capacidad de recordar los hechos.

    Sin embargo, todos los científicos, mejor llamarlos neurocientíficos, coinciden en que no hay una zona anatómica concreta para localizar donde reside la memoria. Se trataría de una compleja red neuronal y su complicada plasticidad cerebral, la que a lo largo del tiempo va acumulando los recuerdos en relación a los sentidos o complejos reguladores, para cuando es preciso, accionar respuestas.

    Muchos países han reivindicado su memoria, entre ellos Argentina, con la re cordadas abuelas o madres de la plaza de Mayo, Perú, Colombia o EEUU. Vamos, que no es pedir el cielo, más bien es pedir lo natural

    Uno que tiene tiempo y le gusta leer, ha tenido la oportunidad de disfrutar de un complejo libro de Luis Landero, El huerto de Emerson, donde en uno de los capítulos dice: «Cuando uno no sabe qué escribir, cuando la imaginación flaquea, cuando el alma se apaga y se embrutecen los sentidos, y cuando aun así uno siente la necesidad de escribir, siempre queda la posibilidad de abandonarse a los recuerdos». Cómo todo el mundo sabe, o debería saber, no hemos venido al mundo a jugar sino a hacernos mayores, para ello es necesario usar el cerebro y este debe estar en condiciones idóneas.

    El pasado 18 de julio, se han recordado demasiadas cosas que deberían ir cayendo por su propio peso. Seguimos y seguiremos queriendo dar mucho valor a los que se levantaron contra lo establecido y pretendieron realzar lo ilegal sobre lo racional. Fruto de ello fue la respuesta de los agredidos ante los que pretendían imponer lo no justificable. Simplificando el hecho, se realizaron demasiadas locuras, unas en honor de la verdad y otras en honor al poder. En consecuencia, infamias, desesperación, sangre, horror, lágrimas y muerte por ambos bandos. Lo triste es que, los vencedores pudieron, y lo hicieron, homenajear a sus caídos con todo tipo de acciones que no hace falta recordar, mientras que los vencidos difícilmente pudieron llorar.

    No hace mucho, acompañando a unos amigos latinoamericanos a visitar Granada, después de ver la fastuosa Alhambra, entramos en la catedral. Les llamó mucho la atención ver un listado de nombres escritos en los mármoles de unas columnas. Me preguntaron qué significado tenían, a lo que les dije que estaba escrito al final y les dije que significaba. Los veteranos hemos visto en todas las iglesias y catedrales nombres de caídos por Dios y España. La rápida respuesta fue que se trataba de una ausencia de memoria común. Lo correcto es reivindicar la memoria de las víctimas de todo tipo de violencia, de cualquier signo, aunque hayan batallado bajo diferentes banderas.

    Si en medicina se están poniendo muchos recursos para solucionar la falta de memoria, no estaría de más disponer de unos cuantos recursos para resolver la falta de memoria histórica

    Me vino al recuerdo el expediente Picasso. En el año 1921 el gobierno solicitó al general Juan Picasso que realizara un estudio sobre los hechos ocurridos en el denominado desastre de Annual donde fallecieron más de 8.000 soldados de reemplazo (los que no tenían dinero para pagar la cuota que los libraba de ir a Marruecos). Más de 4.000 folios que por desidia se fueron llenando de polvo y vieron su final en septiembre del 1923 con el golpe de estado de Primo de Rivera. Un recuerdo a lo que vino a suceder después de 1939 y donde se olvidó la Memoria Histórica, Democrática, Globalizada o cómo la quieran llamar. Memoria que muchos países han revindicado, entre ellos Argentina, con la recordadas abuelas o madres de la plaza de Mayo, Perú, Colombia, USA, como me recordaron mis amigos. Vamos, que no es pedir el cielo, más bien es pedir lo natural.

    Relacionando la memoria histórica con la memoria neurológica, cabe destacar que en el ámbito de la medicina está bien estudiado y se precisa que una de cada tres personas en el mundo sufre un trastorno neurológico. Entre los que hay que destacar el ictus y el Alzheimer. De esta manera sabemos que en España se considera que cada año se producen unos 70.000 ictus y unos 40.000 casos de Alzheimer, considerándose unos 800.000 los enfermos que la sufren en la actualidad. Pudiéndose considerar a estas enfermedades como la primera causa de discapacidad y la segunda de muerte. Además, que uno de los síntomas que producen es la falta de memoria.

    Si en medicina se están poniendo muchos recursos para solucionar la falta de memoria, no estaría de más disponer de unos cuantos recursos para resolver la falta de memoria histórica, que además de los que la sufren, todos los que pretenden dar una completa solución a la memoria globalizada, lo agradecerían.

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