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    No me gusta mi país

    01 junio 2022 08:54 | Actualizado a 01 junio 2022 08:55
    César Pastor Díez
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    Los españoles nos hemos unido solamente cuando el país se ha visto amenazado por algún invasor foráneo
    Nuestros gobernantes y nuestros empresarios deberían entregarse con tenacidad a la promoción de industrias no dependientes del turismo

    No parece sino que en este país sus ciudadanos, salvo excepciones, quisieran estirar esta piel de toro hasta romperla en pedazos.

    Los españoles nos hemos unido solamente cuando el país se ha visto amenazado por algún invasor foráneo, llámese Napoleón, Moro Muza o cualquier otro intruso, aunque nos queda la espina de Gibraltar.

    Y cavilo que si se hiciese una encuesta amplia, los favorables a una España unida no alcanzarían la mayoría absoluta. Me gustaría poseer la varita mágica o la piedra filosofal necesaria para revertir esta situación. No obstante, pienso también que, en caso de necesidad, el corazón humano puede producir bastante cariño para amar a dos patrias, que es la situación en que nos encontramos muchos españoles. A mí nadie me ganaría en amor a Catalunya, pese a no ser catalán de nacimiento; aquí he pasado la mayor parte de mi vida; aquí encontré acogida, trabajo y amor para formar una familia que será el rastro que yo deje en esta Tarragona que me otorgó el honroso título de hijo adoptivo. Pero nadie me ganaría tampoco en amar a mi tierra natal.

    El poeta reusense Joaquín Bartrina escribió:

    Oyendo hablar a un hombre, fácil es

    acertar dónde vio la luz del sol;

    si os alaba a Inglaterra será inglés,

    si os habla mal de Prusia es un francés,

    si os habla mal de España es español.

    Pero no se trata de que unos españoles hablen mal de otros españoles, sino que se odien a muerte. Casi todo el siglo XIX fue una guerra de isabelinos contra carlistas. Y baste decir que en España cinco jefes del gobierno murieron asesinados.

    Los españoles nos hemos unido solamente cuando el país se ha visto amenazado por algún invasor foráneo

    Lo mejor que tenemos en España son las mujeres y sin embargo, el machismo criminal se cobra la vida de unas cuantas cada año.

    Las mujeres españolas siempre han estado infravaloradas o perseguidas. Concepción Arenal, uno de los cerebros más brillantes que ha dado España, tuvo que disfrazarse de hombre para acceder a la universidad. Y la propia Santa Teresa de Ávila, que discutía con los obispos la discriminación de la Iglesia contra las mujeres, tenía que esconderse para evitar los anatemas y los castigos de la Inquisición. Otra mujer valerosa fue Agustina de Aragón, que no era de Aragón sino de Catalunya, concretamente de Reus, y que enronquecía llamando a las armas y estirando de los cañones para defender a España.

    Entretanto, las mujeres triunfaban en Europa. Rusia fue grande con Catalina; el Reino Unido se apoderó de medio mundo con la reina Victoria, y siglos atrás España había hecho lo mismo con Isabel la Católica.

    Es cierto que España ha tenido malos dirigentes, con dos bandos que a veces consensuaban la alternancia para gobernar por turno prescindiendo de la opinión de la masa popular. Lo cual solo era comprensible por el hecho de que el 80% o el 90% del pueblo eran analfabetos. Después de aquello hemos tenido dos o tres dictaduras y una guerra civil que duró tres años. Y también hemos tenido que soslayar los intentos nazis de meternos en la segunda guerra mundial. Por aquellas fechas España estaba reducida a escombros por efecto de tres años de guerra civil. Y si nos hubiéramos metido en la segunda guerra mundial, los escombros españoles se habrían reducido a cenizas.

    Nuestros gobernantes y nuestros empresarios deberían entregarse con tenacidad a la promoción de industrias no dependientes del turismo

    Era el tiempo del estraperlo, del pan negro y racionado, de las farinetas de maíz, la casi desaparición del dinero y el renacimiento del trueque: tú me das pescado y yo te doy patatas; tú me das pan y yo te doy tabaco; tú me das un pantalón y yo te doy diez kilos de arroz, etc. Y desgraciado el que no tenía nada que trocar, ése se moría de hambre.

    Pero aquello ya pasó. Después, España ha tenido temporadas buenas junto a temporadas no tan buenas. Actualmente el turismo, sobre todo en verano, viene a mitigar nuestras carencias. Pero eso no es bueno, porque el turismo no es una riqueza segura y puede fallar en cualquier momento por diversas causas.

    Nuestros gobernantes y nuestros empresarios deberían entregarse con tenacidad a la promoción de industrias no dependientes del turismo. Y no solo por cuestiones económicas sino también por orgullo y dignidad. Es preciso eliminar o al menos reducir la lacra de los tres millones de parados.

    Mientras todo eso no se consiga, mi país seguirá sin gustarme.

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