Manolo le pido a Paco que le preste mil euros. «Es que sólo tengo quinientos», responde Paco. Y Manolo le replica: “Es igual, dame los quinientos y me debes quinientos”. Una anécdota de un estilo de hacer y deshacer que sobrevive con éxito desde los tiempos de la picaresca. Es el estilo de gobernar que se ha padecido en Catalunya desde el poder central. Juegos de manos (juegos de villanos) trapisondas y engaños para perpetuar con una sonrisa un abuso.
La picaresca se basa en el desprecio hacia el otro, el vecino, el que te mantiene. Sobre todo, en no cumplir con los pactos o acuerdos, sean tácitos o formales ante notario. Este es el país donde desde siempre se pueden firmar cheques sin fondos, mientras en Francia por cinco euros en un mal cheque te vas a la cárcel. En Catalunya, vecinos de la ejemplar Francia de quien no supimos pedirle a Napoleón que no se fuera y firmara un nuevo Pacto de los Pirineos, la palabra dicha y el estrechar de manos, tiene carácter sagrado. En el resto de la Península, las palabras se las lleva el viento.
El problema es que cuando un jefe de Gobierno pacta con un partido catalán, se pone a pensar de inmediato cómo saltarse ese compromiso, mientras aquí nos hemos creído que lo pactado es sagrado. Uno tras otro, los gobiernos centrales han ido saltándose a la torera sus propias palabras en beneficio de otros intereses, porque la visión de Catalunya es que se puede abusar de ella, que no pasa nada. Hasta que pasa, como ha hecho Junts esta semana, harto de abusos y se ha negado a apoyar al PSOE por incumplimiento reiterado, abusivo y despectivo de lo acordado. Todo ello mientras ese partido proclama reiteradamente la falsedad de que la situación “se ha normalizado en Catalunya”. En Catalunya, señores, nada se ha normalizado, excepto que el PSOE ha pactó con su enemigo el PP para dar la alcaldía de Barcelona a Collboni. Enemigos que se abrazan con tal de anular opciones catalanistas.
Para sostener la irrealidad de falsas promesas e incumplimientos, históricos y actuales, los partidos centralistas tienen un arma poderosa: la mentira. La mentira repetida, abusiva y desvergonzada sobre la realidad de una Catalunya que para ellos es como el pito del sereno. Y cuando les salen unos catalanes que intentan ser serios (con sus errores, es cierto) y reclaman lo acordado, se rasgan las vestiduras, hasta ver en TVE que los catalanes han votado una “rebaja de las pensiones” cuando lo que se ha hecho es no aprobar una subida, dentro de un paquete de docenas de medidas que envolvían el caramelo envenenado de las pensiones. No quieren entender el «yo no voto a quien no cumple y me traiciona» y a eso le llaman felonía. Y luego insisten en que se trataba de «rebajar las pensiones», para que los catalanes seamos los enemigos del Estado y, sobre todo, de los jubilados.
España es un país de sainete y opereta, como podemos ver en el tándem PP-PSOE con su charlatanería de feria y abusiva mendacidad. El trilerismo político, a trancas y barrancas, les beneficia y no les interesa entender que el mundo no funciona así, aunque cada vez menos por culpa de Trump, Orban, Meloni Milei y otros manipuladores. Que su mundo es el mundo real, con sus trampas, mentiras y abusos. Su mundo, el del chanchullo que consagra el dinero negro como expresión de inteligencia y burla. Y su dogma, el de pisotear a los demás porque se lo merecen y han de entender que el Estado, asentado en Madrid, está para la imposición absoluta y los demás han de aguantarse. Así estamos desde hace siglos y a eso le llaman “normalizar la situación” que amenazaba írsele de las manos hace siete años...