Las órdenes de Trump han revocado gran parte de la política de la administración Biden. Pero hay límites a lo que Trump puede conseguir con esas órdenes. Y ocultan una urgencia más profunda para la nueva administración sobre cómo lidiar con posibles luchas internas republicanas y un público ansioso de cambio.
Los presidentes de EE. UU. suelen utilizar las órdenes ejecutivas al comienzo de sus mandatos para empezar a aplicar inmediatamente su agenda.
Al ser jurídicamente vinculantes, son una herramienta poderosa. Tanto presidentes demócratas como republicanos han sido acusados de intenciones dictatoriales por su uso.
Sin embargo, las órdenes ejecutivas siguen limitadas por los tribunales, el Congreso y la opinión pública. La ciudadanía por derecho de nacimiento, en particular, está protegida por la 14ª Enmienda de la Constitución, por lo que la orden de Trump se enfrentará sin duda a un desafío legal.
Y lo que es más importante, las órdenes ejecutivas pueden ser anuladas por un sucesor. Trump lo hizo de forma espectacular al revocar 78 órdenes de Biden, muchas de las cuales se referían a iniciativas de diversidad, equidad e inclusión.
Pero emitir órdenes para demostrar que se actúa tiene un valor político, aunque al final resulten ineficaces, se reduzca su alcance o se anulen. Ese fue el caso de las disputas sobre la prohibición de viajar de Trump a ciudadanos de países de mayoría musulmana en 2017 y el plan de condonación de préstamos estudiantiles de Biden.
Trump evidentemente reconoció esto en la coreografía de sus órdenes ejecutivas del lunes. Por ejemplo, la orden destinada a “restaurar la libertad de expresión y poner fin a la censura federal” está cargada de retórica política, pero puede tener poco efecto práctico.
Trump disfruta de sus más altos índices de apoyo y de la típica luna de miel postelectoral. Este apoyo podría evaporarse si las altas expectativas de sus partidarios no se cumplen rápidamente. En este contexto, las órdenes ejecutivas eran la forma más rápida de señalar avances en las prioridades clave a una nación impaciente. En gran parte de los EE. UU., la preocupación por la inflación y las deficientes infraestructuras sigue siendo elevada. Menos del 20% está satisfecho con la dirección del país.
Para un país desesperado por el cambio, las promesas de Trump de poner fin inmediatamente a las guerras exteriores, frenar la inflación y enfrentar la inmigración ilegal resultaron muy atractivas. Pero Trump aún no ha concretado nada.
La mitad de los estadounidenses espera que el precio de los artículos de uso cotidiano baje durante su presidencia, incluidos casi 9 de cada 10 de sus partidarios. Tres cuartas partes esperan que lleve a cabo deportaciones masivas. Sin embargo, el público sigue dividido sobre otros elementos de la agenda de Trump o no los entiende.
La naturaleza instantánea y dramática de las órdenes ejecutivas es, por tanto, una opción atractiva para Trump. Puede demostrar que actúa para cumplir sus promesas y, simultáneamente, ganar tiempo para cuestiones más espinosas.
Los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso, así como la Casa Blanca. Pero el margen históricamente estrecho de control republicano en la Cámara de Representantes y la espina perenne del filibusterismo en el Senado podrían amenazar la agenda legislativa de Trump.
Hasta que se cubran tres vacantes previstas en la Cámara, los republicanos no podrán permitirse ni un solo desertor en una votación. El presidente de la Cámara, Mike Johnson, ya está encontrando obstáculos para consolidar apoyo a un «proyecto de ley MAGA» integral, que espera presentar en el Congreso a finales de año. En 2017, cuando Trump contaba con un Congreso amigable y un margen mucho más cómodo, los republicanos peleaban por unirse en torno a una agenda legislativa. Se aprobaron importantes recortes fiscales, pero los cambios en Obamacare y otras prioridades fracasaron entre luchas internas.
Esto allanó el camino para amplias victorias demócratas en las elecciones de mitad de mandato de 2018, un patrón que podría repetirse en 2026.
Al igual que Obama antes que él, Trump podría recurrir a órdenes ejecutivas para eludir al Congreso, sobre todo si los republicanos pierden el control de la Cámara de Representantes en 2026. De hecho, su orden ejecutiva para suspender la prohibición de TikTok elude una ley bipartidista aprobada por el Congreso el año pasado y ratificada por el conservador Tribunal Supremo.
Estas medidas pueden generar fricciones con los legisladores, incluso con los de su propio partido.
El mismo domingo, Johnson insistió en que EE. UU. “hará cumplir la ley” contra TikTok. Y dos senadores republicanos advirtieron en contra de ofrecer a la plataforma china cualquier tipo de prórroga, que según ellos “no tendría base legal”.
Las divisiones entre republicanos también son evidentes sobre la posibilidad de aranceles y la política migratoria.
Por ahora, estas tensiones quedarán aparcadas en medio de la euforia de la toma de posesión. Pero resurgirán y podrían provocar el bloqueo legislativo y la inacción. Tales retrasos podrían encontrar poca paciencia entre los estadounidenses ansiosos de soluciones rápidas a problemas difíciles.