Era cuestión de tiempo que el pequeño barco que había embarrancado ante el puerto de Coma-ruga se hundiese. Desde que se produjo el accidente, se han sucedido una serie de desencuentros entre el propietario de la embarcación, la empresa que debía reflotarla y las autoridades marítimas. Unos se culpaban a otros, como bien explica José Manuel Baselga en su información.
En ningún caso quiero atribuir la ‘culpa’ a nadie. Eso lo dilucidará la Justicia, si es que el caso llega a los tribunales. Pero lo que está claro es que, una vez más, unos por otros no se ha hecho nada y el barco se ha ido a pique.
La lentitud para tomar decisiones cuando la Administración (la que sea) está por medio es tristemente proverbial. Insisto, no responsabilizo a las autoridades en este caso concreto. Pero, de una vez por todas, deberíamos acabar con aquello de que «las cosas de palacio van despacio».