Venta libre

Lo más agradable de votar es que es gratis y en otros tiempos estaba prohibido

19 mayo 2017 23:06 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:20
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El caudal de la invención humana es muy exiguo y las cosas que nos venden como originales son copias, más o menos acertadas. Cocteau decía que ser original consiste en plagiar a alguien sin conseguirlo. Donde más se sigue notando la carencia de novedades es en el mercado político. Tanto los que se dedican a organizar la convivencia como los que se afanan en perturbarla insisten en los argumentos de siempre. Saben que el paño, bueno o malo, se vende en el arca si los compradores no distinguen. Lo importante es reclutar un público. En mi remota juventud, en algunas ciudades andaluzas el agua era más que mala, sinceramente pésima, y había que echarle grandes proporciones de cloro para que sus partidarios, entre los que nunca he figurado, pudiesen ingerirla, y había bares donde únicamente se vendía agua mineral con gas o sin gas. La gente llamaba a esos depravados lugares las tabernas de los lilas. En una de sus acepciones, el diccionario de la Real Academia, que cada edición está más gordo, define la palabra lila como tontorro o, más precisamente, como panoli, que acaso sea su vertiente más piadosa.

¿Cuántos panolis se necesitan para que haya una gran afluencia en las urnas de gente desencantada a la que sin embargo le encanta votar? Me apresuro a decir que mucho peor sería que ese tipo de personas, que sigue creyendo que tenemos remedio, se aburriera de opinar y se quedase en su casa, que llueve o hace un viento horroroso, propio de abril, que ya dijo Eliot que es un mes de mucho cuidado. Lo más agradable de votar es que es gratis y en otros tiempos estaba prohibido, pero hay que lamentar la escasez de novedades. Los partidos políticos se influyen mutuamente hasta el punto de confundirse en sus aspiraciones. El objetivo de todos es captar clientes. La aritmética gobierna, pero quien manda de verdad son las promesas de los comerciantes de futuro, sea el que sea. El porvenir está en las rodillas de los dioses, según los antiguos griegos. Los de ahora andan fatal de los meniscos.

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