Vivir encarcelado para eludir la cárcel

12 diciembre 2021 09:20 | Actualizado a 12 diciembre 2021 09:28
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La Policía Nacional detuvo ayer en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz a un hombre condenado a once años de prisión por agresión sexual a un menor discapacitado y que se fugó de la justicia hace cuatro años.

Pero no es este vil comportamiento lo que más llama la atención en este caso, sino el hecho de que todos y cada uno de los días de los cuatro años que ha pasado huyendo de la justicia, a excepción de unas pocas jornadas que permaneció en un hospital haciéndose pasar por su hermano –usó su DNI– tras contraer la Covid, ha permanecido enclaustrado en su vivienda sin siquiera asomarse a la ventana por temor a ser descubierto.

O sea, que huía de la cárcel pero vivía encarcelado en su piso. Una decisión difícil de entender. Al menos, para quienes no hemos pisado nunca una prisión, pues he oído a algunos presos decir que lo peor de la cárcel es, más allá de la privación de libertad, esa sensación de soledad que genera el no poder ver, ni hablar, ni abrazar a la gente que quieres. Quizá fue esto lo que traicionó a nuestro hombre, pues fue observar que todos los miembros de su familia accedían al domicilio llamando al timbre, y nunca con llave, lo que evidenciaba que siempre había una persona dentro del piso, lo que levantó las sospechas de la Policía. Sí, ya lo dice el padre de un amigo mío: la peor prisión es la soledad.

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