Así se frustró la ‘operación Noemí’

La debilidad orgánica de ERC en Reus, reducida a unas decenas de militantes, impidió que el pacto con PSC y CUP pudiera sortear la oposición de la dirección nacional y la disidencia interna

21 junio 2019 15:46 | Actualizado a 27 junio 2019 08:14
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El primer contacto dejó clara una diferencia insalvable. Carles Pellicer (Junts per Reus, ganador de las elecciones, siete concejales) se niega a entregar ni compartir la vara de alcalde. Noemí Llauradó (ERC, segunda fuerza más votada, seia concejales) plantea como objetivo irrenunciable convertirse en alcaldesa, para lo cual también puede jugar la otra carta que desde la noche electoral martiriza a los posconvergentes y espolea a los republicanos: la suma de las izquierdas. Pese a que un pacto con el PSC y la CUP presenta dificultades aparentemente insalvables, hay un potente nexo que une a las tres partes más allá de la aritmética: la voluntad de poner fin a la etapa Pellicer.

En estas, la CUP da el paso que otorga verosimilitud a esa opción: ofrece la alcaldía a Llauradó y abre la puerta a que los socialistas participen en el acuerdo, aunque luego matiza que sin entrar en el gobierno municipal. Pellicer y los suyos ven con enojo que el fantasma toma cuerpo. Pese a que las conversaciones con sus hasta ahora socios de ERC no avanzan y que el riesgo de perder el ayuntamiento es real, Pellicer y su equipo negociador –Montserrat Vilella, Teresa Pallarès y Marc Just– se lo juegan todo a una carta: no cederán la alcaldía.

La cúpula de ERC amenazó con medidas de  fuerza si Llauradó insistía en hacerse con la alcaldía

Los socialistas también captan que el panorama ha cambiado y mueven ficha para explorarlo. Anuncian públicamente su propuesta de un pacto de izquierdas, con Llauradó y Andreu Martín de alcaldes, dos años cada uno. Las negociaciones entre las tres partes arrancan con discreción y cuentan con la participación de los líderes. Paralelamente, las asambleas de la CUP en las que se debate el encaje de esta operación con sus postulados nacionales y sociales, mantienen vivo el apoyo cupaire al vuelco en la alcaldía y el gobierno de Reus.
En estas, las alarmas empiezan a encenderse en las cúpulas tanto de ERC como del PDeCAT en Barcelona.

Ambas formaciones tienen un acuerdo tácito de no agresión allí donde cada una es la más votada, que ya está saltando por los aires en muchos municipios. Pero Reus es una línea roja, porque es la mayor ciudad que los posconvergentes aspiran a gobernar. Cuando una jugada similar empieza a cocerse en Girona, el nerviosismo se desata, porque la dirección del PDeCAT no puede tolerar que ERC le arrebate sus dos principales feudos con pactos que incluyen al PSC. Las sombras de ruptura en la Generalitat y las elecciones anticipadas toman cuerpo, con Reus entre los focos.

La representatividad de la asamblea local para tomar por su cuenta la decisión fue cuestionada

En ese momento, otro factor entra en juego. ERC se ha asegurado la alcaldía de Tarragona y sus dirigentes parecen sentirse satisfechos con la cuota de poder municipal alcanzada en la provincia, con la capital y Cambrils como buques insignias. Con el espantajo de las alianzas con partidos del 155 y la pinza antiMaragall en Barcelona en pleno apogeo, la operación Noemí es insostenible a ojos de la cúpula. 

Con otros equilibrios de poder como la Diputació apalabrados pero aún por cerrar, las presiones de la dirección republicana sobre Llauradó se redoblanan y el equipo negociador de ERC echa el freno. A la reunión clave con PSC y la CUP, a la que los socialistas llevan incluso una propuesta de cartapacio, los republicanos se presentan sin Llauradó y advierten de la incapacidad de los asistentes para cerrar ningún acuerdo.

Aún así, Llauradó y la ejecutiva local mantiene su apuesta por alcanzar la alcaldía con un tripartito de izquierdas y sondean a las bases. Una primera reunión, a la que son convocados simpatizantes y apoderados, evidencia la división interna ante una alianza con el PSC. Mientras unos llegan a verbalizar que de aquí a cuatro años quizá nadie se acuerde del 155, otros ponen en duda la representatividad de los dirigentes locales y su legitimidad para tomar por si solos una decisión tan trascendente y sensible para todo el electorado independentista. Afloran los resultados de las últimas elecciones, donde la lista municipal ha logrado muchos menos apoyos que los obtenidos por el partido en las generales e incluso las europeas del mismo 26-M.

La dirección nacional, que también sabe del rechazo que la operación despierta en amplios sectores del republicanismo reusense, amenaza con medidas políticas de fuerza contra Llauradó si insiste en seguir adelante.

Voces significativas del partido rechazan el pacto con el PSC para desbancar a otro partido independentista

La debilidad orgánica del partido en Reus, reducido a unas decenas de militantes, resulta un lastre determinante a la hora de la verdad, como se demuestra en la decisiva asamblea del jueves 13 de junio, con apenas una treintena de personas con derecho a voto reunidas en el antiguo hospital. A menos de 48 horas de la constitución del nuevo ayuntamiento, la mayoría respalda las tesis de la ejecutiva local, pero hay voces significativas que rechazan el pacto con el PSC para desbancar a otro partido independentista.

Finalmente, la asamblea evita poner a votación el tripartito de izquierdas y acepta someterse a las directrices de la cúpula, pero se guarda una última carta para el caso de que las relaciones con el PDeCAT implosionen. En la rueda de prensa posterior, todo se va a pique, porque la conclusión que trasladan –voluntaria o involuntariamente– es que dejan la decisión en manos de Barcelona. Un mensaje fatal, que aboca al PSC a poner fin al culebrón a la mañana siguiente. En un insólito requiebro de la política, son los socialistas quienes anuncian que Carles Pellicer continuará como alcalde. 

A Noemí Llauradó sólo le queda  cerrar a toda prisa un principio de acuerdo con Junts per Reus. Intenta que se haga publico en una comparecencia conjunta, pero Pellicer y los suyos no están por la labor de aparecer junto a los republicanos como si nada hubiese pasado. Las caras de los concejales de ERC en la rueda de prensa para anunciar que votaríán a favor de Pellicer explican por si solas las heridas que el serial ha dejado entre sus protagonistas.

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