«Atiendo a menos pacientes para dar más seguridad»

Salud. Cori Amorós es una de las fisioterapeutas que dan servicio en el pabellón polideportivo de La Selva del Camp. Ha tenido que incorporar a su vestuario varios elementos de protección

20 mayo 2020 19:00 | Actualizado a 21 mayo 2020 07:41
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Su profesión no le permite mantener los dos metros de distancia de seguridad. Por ello, ha tenido que incorporar a su actividad laboral nuevos elementos de prevención que hasta hace unos meses eran impensables. Cori Amorós hace 23 años que es fisioterapeuta. Su consulta desde hace muchos años está en el pabellón polideportivo de La Selva del Camp. Si antes de la pandemia atendía a unos siete pacientes al día, actualmente la cifra ha bajado a tres para dar las máximas garantías de higiene. Asegura que las personas que se ponen en sus manos no han mostrado reticencias por el tema del coronavirus. Y ella no tiene temor porque sabe que toma todas las medidas de precaución posibles.

Después de terminar su carrera en 1997, Cori hizo una sustitución. Pero a la vez elaboró un proyecto «personal» que entregó a los Ayuntamientos. Ofrecía actividad física para grupos de personas con problemas de espalda. Y el Consistorio de La Selva del Camp se interesó por el tema y las clases comenzaron en lo que hoy es el Casal d’Entitats para, años más tarde, pasar a realizarlas en el actual Pavelló Poliesportiu. De esta forma, Cori montó una Sociedad Limitada para atender este servicio. Tiene otra que gestiona un Centre de Dia de Reus, que está parado pero en este caso no ha podido hacer un ERTE porque la Generalitat no lo ha autorizado.

Para la columna

Si inicialmente eran ejercicios específicos para la columna vertebral, con el paso del tiempo se ha convertido en un servicio completo de fisioterapia, tanto en el agua de las piscinas con que cuenta el complejo como sobre las camillas. Para realizar esta labor no está sola. Cuenta con otros tres profesionales.

Las patologías de sus pacientes son muy diversas: «En una población de 6.000 habitantes hay dolencias muy variadas. La gente lo que quiere es encontrarse bien. Cuando una persona se lesiona, no puede permitirse esperar a hacer fisioterapia al cabo de un mes. Lo que quiere es una respuesta rápida». Además, recalca, son unos precios municipales, «no los marco yo sola. Esta combinación hace que tengamos una gran variedad de usuarios, desde niños que se han lesionado haciendo deporte a personas mayores que por no coger el transporte público o dar trabajo a sus hijos, vienen a nosotros por proximidad. Además, tenemos el apoyo del CAP».

Sin embargo, la fisioterapeuta recalca que la patología que más ven son las derivadas del trabajo. Los afectados no utilizan la cobertura que les pueda dar la mutua y prefieren un trato más personalizado. Una de las principales herramientas que usan es el medio acuático, «que en la provincia está muy poco explotado, porque el tema de las piscinas es muy caro. Pero aquí tenemos varias dentro del complejo de aguas». También dispone de una máquina de fisium sport, que realiza una presión negativa, «en la provincia solo hay dos o tres. Es una máquina desconocida aquí, aunque el primer modelo salió al mercado hace unos diez años».

Y llegó la pandemia

Con el decreto del estado de alarma también llegó la paralización del trabajo. «El mismo día 12, en que los centros educativos pararon, algunos pacientes ya anularon la visita por criterio propio. Alguno decía que había estado de viaje y no quería exponernos». Al día siguiente se trabajó a medio gas. De las tres actividades en grupo previstas solo se hizo la de la primera hora de la mañana. Y al día siguiente, el sábado que se promulgó el Real Decreto, ya no trabajaron.

Recuerda que desde el Col·legi de Fisioterapeutes se les decía que podían realizar urgencias. «Me quedé con una paciente de veinte años que había sido operada la misma semana y necesitaba rehabilitación. Se valoró junto a la familia que si no hacía los ejercicios el parón iría en detrimento de su rodilla».

Pero el servicio que daban en el pabellón polideportivo cerró, como también lo hizo el complejo. Durante estas semanas, ha seguido dando consejos por videollamadas o mensajes. «A algunos le proponía ir al domicilio, pero declinaban el ofrecimiento».

El pasado día 5, Cori volvió a la actividad, aunque no con la misma intensidad que antes. «Ahora tengo tres pacientes al día, cuando antes tenía siete». Sobre cómo ha sido volver a la actividad, reconoce que «comencé con respeto, no con miedo».

Sin difusión

Ella, al contrario que otros compañeros de profesión, no ha hecho difusión de su regreso, «porque por ahora no pretendemos llegar a las cifras de antes, no queremos recuperar la normalidad de manera rápida. Queremos ser prudentes, estar seguros, dar el servicio a quien lo necesita». Es consciente de que después del confinamiento saldrán patologías nuevas, aparte de las secuelas de los pacientes que han sufrido la Covid-19.

Reconoce que ahora el trabajo es más «estresante» por el protocolo que tienen que llevar a cabo. Lleva mascarilla para taparse boca y nariz, pantalla protectora para los ojos y bata. Además, después de cada paciente hay desinfección de la camilla y de todo el material utilizado. El paciente va con mascarilla, «a veces, por la edad o por la patología se la puede bajar un poco», comenta. Asimismo, «pedimos que lleven los menos objetos posibles, desde reloj o móvil a joyas o pañuelos de cuello. Y firman también un consentimiento».

Cori Amorós asegura que la respuesta de los usuarios ha sido muy positiva. «Los pacientes están contentos, porque ven las medidas que tomas, el protocolo que llevas a cabo...».

Sobre el futuro, afirma que «si en un año recuperamos la normalidad ya me doy por satisfecha».

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