Democracia deliberativa con fuego real en Reus

Presupuestos participativos. La presentación pública de los proyectos puestos a votación constituye una inmersión en la política de la realidad 

20 enero 2019 16:54 | Actualizado a 05 febrero 2019 13:59
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Marta propone el traslado del parque para perros de Mas Iglesias a un extremo del barrio. Explica que no pueden dormir, que los vecinos que viven al lado están hartos. Por las noches no hay manera de descansar porque los perros ladran, sus amos charlan y grupos de jóvenes utilizan el espacio para hacer botellón. En verano aún es peor, pues la cosa se alarga hasta las tantas. Y por las mañanas, más de lo mismo, porque muchos madrugan para sacar al perro. 

Anna propugna mejorar las señales de prohibición de entrada de animales en los jardines públicos. Argumenta que allí donde los animales hacen sus necesidades, después se revuelcan los críos. El proyecto de Fermín es convertir el descampado de la calle Capafonts en un parque infantil y para mayores. «Ahora está lleno de cacas de perros», sostiene. Esperanza reclama la instalación de un espacio para perros en Mas Abelló, porque en el barrio no hay y los animales ensucian el parque...

Casualmente, tras tantas alusiones a la problemática canina, un perro sale al estrado, en su caso para acompañar al afiliado de la ONCE que defiende la instalación de señales acústicas en los semáforos para facilitar la movilidad de las personas invidentes. No es una versión reusense de La ciudad y los perros, sino algunas de las 60 propuestas incluidas en los presupuestos participativos que sus autores presentan en público en el antiguo hospital y que pueden ser votadas hasta el 28 de enero.

Es un interesante ejercicio de democracia deliberativa, protagonizado por personas y colectivos que quieren ser tenidos en cuenta más allá de una vez cada cuatro años. Ellos, a diferencia de la mayoría, lo ponen en práctica cuando se les brinda la oportunidad de actuar como agentes políticos activos e intervenir en el proceso de toma de decisiones, en este caso el destino de los 750.000 euros de la partida de inversiones del presupuesto municipal que decidirán directamente los ciudadanos. Un planteamiento que avanza en la dirección de lo que la teoría política llama democracia participativa, aunque el calificativo casa mal con la poca asistencia a una sesión cuya audiencia está formada en su inmensa mayoría por los propios proponentes.

No por embrionario, el mecanismo resulta menos sugestivo, porque es una inmersión en la realidad ciudadana. Realpolitik municipal en estado puro. Profesores y padres y madres de alumnos, hartos de que ni el Departament ni la Regidoria de Ensenyament atiendan sus demandas porque nunca hay dinero, las presentan a los presupuestos participativos. Quieren mejorar la accesibilidad a las aulas de educación infantil de la escuela Alberich i Casas o comprar elementos para adaptar las guarderías a los niños con capacidades diferentes. El vídeo del pequeño Jordi accionando un peluche que acompaña esta última propuesta tiene todos los números para ganarse el voto de quienes lo contemplen.

Pero la casuística es amplísima.  Los jubilados del Casal del Centre Cívic Ponent han habilitado la antigua biblioteca para hacer gimnasia y bailar, con tanto éxito que por allí ahora pasan más de 200 mayores y necesitan insonorizar la sala. El fundador de Canya Dolça recuerda que en Reus ya hay cinco grupos de habaneras y que habría que renovar las sillas de madera plegables que se utilizan para los espectáculos que se programan por la ciudad. Usuarios del Parc del Trenet ponen sobre la mesa la ausencia de sombra en las zonas infantiles de los parques públicos y proponen su construcción. Parques, zonas verdes y espacios para practicar deportes copan la mitad de los proyectos presentados.
El turno de preguntas da pie a una discusión sobre porqué los Gegants no han ido nunca a las Parcel·les Cases. Una consecuencia insospechada de la democracia deliberativa podría ser que este año quizá los vean bailar por el barrio.

Un listado sintomático: Proyectos que revelan carencias y penurias municipales
Visto con la perspectiva invertida, el listado de proyectos presentadas a los presupuestos participativos es también un catálogo de  problemas y carencias que los ciudadanos detectan en espacios y equipamientos públicos. El caso expuesto con mayor vehemencia  en la sesión del pasado miércoles es la realidad que habita tras la propuesta de adecuación del edificio municipal del Vapor Vell. Como es sabido, la antigua fábrica textil pasó a propiedad municipal hace unos años y se ha convertido en la casa del Seguici Festiu de la ciudad: gigantes, bestiario, etc. Por lo tanto, es el lugar destinado a preservarlos y también de trabajo de muchas de las entidades y personas que hacen posible la Festa Major. Sin embargo, su diagnóstico de las condiciones del viejo edificio es catastrófico. «El patrimonio festivo de la ciudad se está estropeando porque las condiciones en que se guarda son malas. Hay paredes agujereadas para entrar a robar, ventanas rotas por el viento, escapes en las cañerías de agua, presencia de palomas», explican los representantes de la quincena de entidades que depositan allí unos elementos que, aseguran, ya han sufrido deterioros evidentes. A todo lo cual hay que sumar el vandalismo de los asaltantes del recinto. «Nos hemos encontrado excrementos, preservativos, compresas enganchadas en la pared...», relatan. El primer y único remedio, por ahora, son los 150.000 euros en que está valorado el proyecto que presentan y que, según la evaluación de los técnicos municipales, deben destinarse a arreglar la cubierta del Vapor Vell, que es la actuación más perentoria. Esta cifra es la máxima a la que pueden aspirar los proyectos clasificados como grandes, mientras que el límite de los pequeños es de 50.000 euros. Cada votante puede dar su apoyo a dos de los primeros y cuatro de los segundos y serán aceptados los tres más votados de la categoría grandes y los seis de la categoría pequeños.

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