«El Hospital Sant Joan de Reus está lleno pero no colapsado»

El jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Sant Joan de Reus, Antoni Castro, califica la situación de «controlada» tras la reorganización de todos los servicios para hacer frente al Covid-19

03 abril 2020 09:04 | Actualizado a 03 abril 2020 09:14
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¿Cómo se encuentra después de unas semanas tan intensas de trabajo?
Ahora mejor. Al principio fue un poco estresante porque tienes que reorganizarlo todo y acostumbrarte a un cambio de rutinas y hábitos de trabajo. Estás acostumbrado a trabajar de una forma determinada y todo cambia. Pero ahora, una vez ya has planificado todo y ves que la gente te responde y los circuitos establecidos funcionan, te relajas y ves que puedes asumir todo lo que venga.

¿Cuál es la situación actual del Hospital Sant Joan de Reus?
Yo la definiría como una situación un poco extraña. Pasan cosas muy curiosas, como que en Urgencias haya muy poca gente, porque todo el mundo está confinado y prácticamente no hay accidentes y mucha patología ha desaparecido. La actividad quirúrgica, traumatología u oftalmología es nula. En este sentido, la fisonomía del Hospital Sant Joan ha cambiado mucho.

¿Y en lo que respecta a los ingresos y la presión que ejerce el Covid-19?
Una vez hechos los cambios organizativos que comentaba antes, la situación está muy controlada. Hemos adaptado nuestras formas de trabajar a un escenario en el que tenemos que convivir con un virus muy contagioso, con un personal sanitario muy expuesto y con unos enfermos que están solos, porque están aislados y no pueden recibir visitas. El hospital está lleno, pero la situación no es de colapso.

Explíquenos el circuito habitual de entrada e ingreso de los pacientes infectados, ¿la gran mayoría llega por Urgencias?
Sí. La mayor parte de estos enfermos tiene fiebre, tos y sensación de ahogo y se presentan en Urgencias. Allí se les entrevista y, una vez sospechas que pueden tener el Covid-19, se les hace una analítica, una radiografía de tórax y se les adquiere la muestra de la nasofaringe para enviarla a analizar. Aquí pueden pasar dos cosas. Una es que el enfermo no esté mal –que el cuadro febril no sea demasiado elevado, no esté excesivamente tóxico y no tenga ninguna neumonía o una enfermedad de base– y lo enviemos para casa, aunque no sepamos aún si es positivo o no. La otra situación es que el paciente requiera ser ingresado.

¿Y quién ingresa?
Pues aquel paciente que tenga unos criterios definidos por nosotros que requieren su hospitalización. Por ejemplo, alguna enfermedad de base, una neumonía, que se ahogue, o el nivel de oxígeno en sangre bajo.

¿Y los pacientes que van a UCI?
Son enfermos que están ingresados y que, a lo largo de la evolución de la enfermedad, empeoran. Una vez en planta, hay quien evoluciona bien (la mayoría), pero hay quien empeora y requiere ser trasladado a la UCI. Es muy raro que vayan directamente desde las Urgencias hasta cuidados intensivos.

¿Cuál es el tratamiento básico para un enfermo que está ingresado por Covid-19?
El protocolo de tratamiento, de entrada, es la hidroxicloroquina y la azitromicina. El primero es un antipalúdico que tiene una acción también antiviral y antiinflamatoria, y de modulación del sistema inmunológico. Es un medicamento que utilizamos mucho en enfermedades autoinmunes, que tiene muy pocos efectos secundarios y que están funcionando bien.
Por su parte, la azitromicina es un antibiótico que usamos habitualmente y que también tiene una acción antiinflamatoria. Hemos visto que funciona y, combinado con la hidroxicloroquina, en las fases iniciales de estos enfermos –que no están demasiado mal– nos ayuda a que no empeoren. A pesar de que sabemos que no siempre lo conseguiremos.

¿Administran algún medicamento más?
Si vemos que tiene neumonía añadimos unos antirretrovirales, que se han utilizado en enfermos de sida. Son medicamentos que en anteriores virus, como el SARS, se ha demostrado que tenían acción contra el coronavirus, a pesar de que hay muchas dudas y un debate en el mundo científico sobre su eficacia. Hay que pensar que el Covid-19 es una enfermedad nueva y no existen estudios bien hechos sobre experiencias.

¿Responden bien, en general, a este tratamiento?
En general sí, pero en algunos casos no. Este es el debate que hay ahora en el mundo científico. Uno de los detalles interesantes que han aparecido durante este brote epidémico es la capacidad de comunicación que tenemos entre nosotros. Los médicos internistas, que somos los que tomamos estas decisiones en esta fase de la enfermedad, estamos todos conectados entre nosotros. Conozco los protocolos de la Fe de Valencia, del Gregorio Marañón de Madrid, etc. Nos comunicamos entre todos los hospitales de España y discutimos casos, manteniendo siempre la confidencialidad del enfermo.
Ahora estamos en el debate de qué tratamiento es el mejor, o qué hacer cuando el enfermo empeora. Al final, todos los hospitales  hacemos lo mismo. Además, afortunadamente hay una gran comunicación entre médicos intensivistas e internistas, cuando llega el momento de decidir qué hacer con el enfermo que empeora.

¿Qué tiene este virus que lo hace tan peligroso?
Es una enfermedad nueva, que cuando es agresiva lo es mucho. Por eso tenemos que estar aprendiendo sobre la marcha. Por ejemplo, en nuestro servicio tenemos un equipo que se dedica exclusivamente a analizar la literatura científica que sale a diario e incorpora los resultados y experiencias de otros lugares en nuestros grupos de trabajo.

¿Cómo han tenido que organizarse con esta crisis sanitaria en el servicio de Medicina Interna del Sant Joan?
Al principio del brote, y me consta que otros hospitales como el Joan XXIII o Santa Tecla también, tuvimos mucho cuidado de proteger mucho a nuestro personal sanitario. Si teníamos bajas entre nuestro personal nos complicaría mucho la vida. Por eso nuestros equipos se sectorizaron y se establecieron una serie de normas, como no ir a comer juntos o trabajar a más de 3 metros de distancia. Después organizamos equipos de refuerzo de guardia, porque por la tarde nos llegan muchos resultados del Covid-19 y teníamos que atender a los enfermos habituales y, además, estar pendientes de estos resultados. 
También controlamos a los pacientes que se les ha hecho la prueba y se han ido para casa. A los positivos los llamamos para avisarlos y darles unos consejos de lo que tienen que hacer, mientras que a los negativos se los deriva a su médico de atención primaria. Otra cosa nueva que hemos tenido que hacer es, como los enfermos están solos en la habitación, llamar cada día a sus familiares para explicarles su evolución.

¿Cuántas plantas tienen actualmente dedicadas a enfermos de coronavirus?
Ahora tenemos dos plantas dedicadas exclusivamente a coronavirus que están prácticamente llenas. Eso nos da una capacidad para unos 70 enfermos. La previsión del hospital es, a medida que vayan aumentando los ingresos, dividir los equipos de Medicina Interna, colocando en cada uno a otros profesionales que aunque no sean internistas van aprendiendo cómo funcionamos. Así, si la situación empeora, podremos atender correctamente a la cantidad de enfermos que nos pueda llegar. Tenemos previsto un plan que iremos desplegando a medida que se desarrollen los acontecimientos.

¿Está suficientemente protegido el personal sanitario del Hospital Sant Joan que cada día tiene que atender a contagiados con el virus?
Hay que reconocer que, al principio, la situación fue bastante dramática porque todo el mundo pedía lo mismo y los stocks se agotaron rápidamente. Aquí fue muy importante la colaboración ciudadana. Por ejemplo, los payeses nos proporcionaron mascarillas. Y también tuvimos una gran ayuda por parte del sector químico, que nos ha elaborado gratuitamente material de limpieza y protección. 
Hay que destacar que, en nuestro caso, la incidencia de positivos entre nuestro personal sanitario es casi nula, porque la política de protección que hemos seguido ha ido bien.  El escenario ha ido cambiando y la gente no está tan desprotegida como parece. Además ha sido muy disciplinada con otras medidas que ya se tomaban antes, como el lavado de manos.

¿Cómo ha reaccionado el personal ante esta avalancha de trabajo?
La gente ha afrontado este momento con una empatía terrible y está respondiendo muy bien. Enfermería está excelente, los equipos de UCI y Urgencias también. Y el resto, que se ofrecen para ayudar. La experiencia está siendo muy positiva y bonita a la vez.

¿Cree que la irrupción de esta pandemia nos ha cogido a todos un poco desprevenidos?

Los que nos dedicamos a las enfermedades infecciosas sabíamos que esto podía pasar. Tenemos la experiencia de virus que se han comportado de diferente forma a lo largo de la historia, desde a viruela hasta el VIH. Sabíamos que los virus te pueden poner entre la espada y la pared. ¿Desprevenidos? Sí y no. Hemos podido reaccionar, porque luchar contra un virus en plena era de Internet no tiene nada que ver con hacerlo contra epidemias que sólo las veías cuando las tenías encima. La capacidad de organización que hemos tenido será clave para que esto acabe controlado. 

¿Estaba preparado nuestro sistema sanitario para hacer frente a esta crisis?
Está claro que no estaba preparado. Por eso es importante, cuando aparecen brotes epidémicos como éste, aplanar la curva. Si todo el mundo se pone enfermo a la vez es bastante inasumible y tensiona el sistema. Por eso es tan importante el confinamiento para romper el mecanismo de transmisión de la enfermedad. Esto permite que el sistema pueda respirar.

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