El castillo de Sant Miquel d'Escornalbou, una joya arquitectónica

Riudecanyes tiene varios lugares de paseo y en el punto más alto el Castell-Monestir de Sant Miquel de Escornalbou

12 diciembre 2018 11:42 | Actualizado a 12 diciembre 2018 13:16
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El municipio de Riudecanyes, situado en el interior de la costa tarraconense y a ocho kilómetros del mar Mediterráneo, cuenta con lugares de paseo y de descanso muy adecuados para invertir tiempo los fines de semana. Es un lugar curioso: son un ejemplo los nombres de las calles con los días de la semana. 

El pantano de Riudecanyes es también uno de los espacios donde poder respirar aire fresco cerca de la montaña, con espectaculares panorámicas e infinidad de lugares donde tomar asiento. 

El sector agroalimentario sobresale y ejerce un gran poder de atracción para el visitante, tanto por la presencia de olivos centenarios como por la oportunidad de poder conocer cómo se produce el aceite de oliva virgen de la zona. En este sentido, el apartado gastronómico se encuentra de lo más cuidado, ya que se organizan numerosas actividades para promocionarlo. Es el caso la Feria de Tastaverd, que reivindica los productos de la tierra. 

También llamada la feria de los sentidos, la Feria de Tastaverd se celebra a mediados de marzo y tiene como objetivo dar a conocer su agricultura tradicional, ecológica y sus productos, dando valor también a las labores artesanales y antiguos oficios. 

Además, el evento pretende poner en relieve la figura de los hombres y las mujeres que trabajan las tierras. Así pues, en la feria se pueden encontrar muestras de productos agrícolas ecológicos, pastelería y otros productos artesanales locales. 

Otro evento es el Mercat de Territori Santa Teca. Se trata de un encuentro imperdible en verano, porque aparte de promocionar la gastronomía del municipio, también reaprovecha la riqueza de su patrimonio arquitectónico. El Castell-Monestir de Sant Miquel de Escornalbou. El monumento fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional.  

Esta peculiar mansión señorial de principios del siglo XX, está formada por los restos de dos edificios arquitectónicos: el monasterio de Sant Miquel (1153) y un castillo construido encima de unas ruinas de una fortaleza romana del siglo III. La etimología del nombre, ‘Escornalbou’ hace referencia al ‘cuerno del buey’ en latín. Cabe decir, que dicho nombre era el que recibía tiempo atrás el actual municipio de Riudecanyes. 

El Castell-Monestir de Sant Miquel de Escornalbou se encuentra a unos 700 metros de altura y gana a cualquier turista por sus fascinantes vistas y su gran historia. Del antiguo monasterio sólo se conserva una iglesia románica. Las partes más antiguas (s. XII), del periodo al que pertenece la iglesia románica de Sant Miquel, son unas de las zonas más interesantes, junto a lo que queda del claustro y la sala capitular. 

De hecho, éstas dos últimas estructuras se han convertido en un mirador con jardín que da al Camp de Tarragona. La parte de la iglesia encierra una gran variedad de características a destacar, puesto que contiene elementos de estilo prerrománico con su ábside central y uno de los cuerpos del campanario. 

A pesar de sus numerosas remodelaciones –la más reciente del año 1676– , mantiene su característica piedra con sillares en línea bien esquinados. Como bien se ha dicho, el castillo fue convertido en casa señorial, y fue además escenario de numerosos encuentros de las principales figuras del Renacentismo Catalán.

El recinto del castillo fue la sede de una importante baronía y, tanto por este espacio como el de la parte eclesiástica, pasaron anfitriones de todo tipo. Desde monjes agustinianos y franciscanos hasta familias notables como las de John Bridgam o el reusense Eduard Toda, un importante diplomático al que se le dedicó el Any Toda y un documental, que se proyectó en el Castell-Monestir de Sant Miquel de Escornalbou. 

Cabe decir que el erudito Eduard Toda, también egiptólogo y filántropo, siguió la moda de la época convirtiendo edificios históricos en residencias burguesas.  De sus espacios más peculiares, destaca la biblioteca y la rica colección de gravados, cerámica, muebles y piezas de la colección que Toda había reunido en algunos de sus viajes.

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