El cisma del PDeCAT agita el oasis político del Mercadal

Ayuntamiento. Con el virus de factor cohesionador, el gobierno a tres exhibe sintonía y da juego a la oposición. En estas, asoma Puigdemont

05 julio 2020 10:14 | Actualizado a 05 julio 2020 10:37
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Un oasis político brota en el Mercadal mientras el Covid-19 azota el ecosistema. O quizá ha sido precisamente el virus su nutriente. En este escenario, los líderes de los tres partidos que conforman el gobierno municipal (Junts per Reus, ERC y Ara Reus) no escatiman flores a la hora de hacer balance del pacto que desde hace un año les permite regir con mayoría absoluta el Ayuntamiento de Reus. Con la novedad de que los parabienes alcanzan incluso a la oposición: al PSC en materia de infraestructuras, a la CUP en vivienda y a todos los grupos por el consenso sobre el plan de reactivación económica y social para hacer frente a la pandemia. El alcalde, Carles Pellicer, asegura que una actitud política tan constructiva como la lograda en Reus no se ha dado en ninguna otra ciudad de su dimensión. «Aquí, cuando sumamos, ganamos», recuerda.

El paisaje no es nuevo en la plaza y evoca los tiempos del llamado oasis político reusense. Ciertamente la comparación es aún aventurada, porque aquello se prolongó durante varias legislaturas y los consensos actuales son incipientes, pero es evidente que se dan algunos de los mimbres sobre los que se sustentaron aquellas experiencias. Por una parte, una coalición de gobierno sólida y estable que garantiza la mayoría en el pleno; y por otra, la capacidad de interlocución con la Generalitat y el Estado gracias a la coincidencia de colores, en el primer caso, y al respaldo del principal partido de la oposición, en el segundo.

Con la vicealcaldesa Noemí Llauradó (ERC) ostentando también la presidencia de la Diputació de Tarragona, el teniente de alcalde Daniel Rubio (Ara Reus) consolidado al frente de áreas estratégicas clave, y la emergencia provocada por el coronavirus como factor cohesionador tanto a nivel político como personal, el oasis echa raíces.

La única perturbación atmosférica es la ruptura que amenaza a la matriz de Junts per Reus, el PDeCAT, y a sus hasta ahora aliados de La Crida. El mismo día que Pellicer, Llauradó y Rubio exhibían unidad y buena sintonía, Carles Puigdemont daba un golpe sobre la mesa de las negociaciones para la reordenación del espacio político que representa Junts per Catalunya y anunciaba la creación de un nuevo partido, que nacerá el 25 de julio. 

En el embrollo que se avecina, Reus no es un punto más en el mapa, porque es la mayor ciudad que gobiernan los posconvergentes. En los días previos al cisma, Pellicer fue uno de los 130 alcaldes firmantes del manifiesto en apoyo a la dirección del PDeCAT en su pulso con el sector afín a Puigdemont. Al mismo tiempo, las concejales Montserrat Vilella y Teresa Pallarès, números dos y tres de la lista con la que Pellicer ganó las municipales, estampaban su firma en el manifiesto de cargos electos y votantes de JxCat en defensa de los postulados del expresidente en el exilio.

Pallarès es, además, una de las signatarias del documento con el que Puigdemont ha activado su proyecto. Curiosamente, en el grupo promotor también figura el alto funcionario Jaume Renyer, secretario general del Ayuntamiento de Reus.

La adscripción de Carles Pellicer al grupo de alcaldes moderados que respaldan a la actual dirección del PDeCAT –en el que también figuran los de Tortosa, Salou o Vila-seca–, no es ninguna sorpresa, como tampoco la de Vilella y Pallarès a las tesis de La Crida.

Heredero de Convergència

Pese a que el alcalde de Reus nunca se ha implicado en la gobernanza de su partido, siempre ha dejado claro que su ideario se alinea con la tradición de la antigua Convergència, a la que reivindica, y que no se ve compartiendo espacio político con gentes de izquierdas o anticapitalistas. Pellicer, que participó activamente en el proceso que desembocó en el referéndum y la frustrada declaración de independencia de octubre de 2017 y aún está imputado en la causa por las manifestaciones del 3-O, forma hoy parte del sector soberanista reacio a insistir en la vía unilateral. 

Llegados a una hipotética escisión, todo parece indicar que el alcalde iría por un camino y sus dos concejalas de mayor peso político –y futuribles sucesoras– por otro. ¿Afectaría esto al grupo municipal de Junts per Reus y al equipo de gobierno? Nada hace prever que haya daños irreparables en lo que resta de legislatura. Otra cosa será lo que suceda en las próximas elecciones municipales. Pero para eso todavía faltan tres años. Una eternidad en política, y más en la catalana.

Si hasta ahora el gobierno municipal de Reus ha convivido inmune a las peleas que JxCat y ERC libran en la Generalitat, su próximo reto será vacunarse contra las heridas que la fractura dejará entre los posconvergentes.  

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