El curioso caso de la Ganxet Pintxo en Reus

Aunque la ruta de tapas llega a la 15 edición, el público no acusa el cansancio y sale ‘de pinchos’

12 noviembre 2018 09:46 | Actualizado a 15 noviembre 2018 11:51
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Es evidente que la Ganxet Pintxo no ha descubierto la piedra filosofal. Ni lo ha hecho en las últimas ediciones, cuando ha intentado renovarse, ni lo hizo en sus inicios, cuando fue capaz de consolidarse, rápidamente, como una de las principales actividades sociales que se producen a lo largo del calendario en la ciudad.   

Pero algo ha conseguido hacer la Ganxet Pintxo cuando, siete años después y con 15 ediciones sobre sus espaldas, continúa siendo capaz de movilizar a media ciudad (entidades, asociaciones, restaurantes) y cautivar a vecinos y foráneos. 
La fórmula siempre ha sido sencilla. Un restaurante, una tapa, 2,5 euros. Y todo ello en unos años en los que Reus ha dado un salto espectacular en cuanto a calidad gastronómica se refiere. ¿O es quizás esta calidad de chefs y restauradores lo que ha facilitado que la Ganxet Pintxo sea un éxito? 

Sea como fuere, sorprende, de la misma forma, que los establecimientos sigan buscando la originalidad para captar clientes a través de una foto, la que se imprime en la ganxeta, este año reconvertida a sábana plegable. Más aún cuando la gran mayoría admiten que la Ganxet Pintxo no les sale a cuenta económicamente. Los responsables de los restaurantes, sin tapujos, aseguran que el operativo puede hacerles ganar clientes, pero que les paraliza durante una semana la actividad habitual. 
Además, todos ellos presumen de que su tapa tiene un precio de producción ligeramente por debajo de los 2 euros, con lo que no se busca el beneficio económico sinó algo más. 

Calles llenas
La Ganxet Pintxo Tardor 2018 ha empezado con un fin de semana en el que el buen tiempo se ha impuesto. El sábado por la noche era prácticamente imposible moverse por Reus. Clàudia y Josep, una pareja de Torredembarra, vinieron adrede a la ciudad para degustar algunos pinchos. «Hemos hecho tres porque hemos venido temprano. Creo que ahora ya nos iremos a casa porque empieza a ser engorroso moverse», comentaban. 

La calle Santa Anna registraba una actividad frenética. No era muy distinto, el panorama, al que pudiéramos encontrar en una noche fresca de verano, pero sí que sorprendía el algarabío producido en un fin de semana de noviembre. De nuevo, el clima lo explica todo. O al menos eso cree Mónica: «Hemos salido porque hacía muy buen tiempo. Después de unos días de frío ahora tenemos temperaturas normales y da gusto salir a la calle a tomar algo». 

Esa puede ser otra explicación del éxito de la Ganxet Pintxo. Esa necesidad frenética de la ciudad de aprovechar hasta el último halo de buen tiempo para saborear los alicientes gastronómicos. «No hace frío y hemos salido con el niño a dar una vuelta. No sabíamos que ahora habían las tapas, pero nos hemos quedado a tomar una antes de ir a cenar». Quique lo cuenta con naturalidad, con una cerveza en una mano y un trozo de pan con algo por encima que alienta al mordisco en la otra. 
La Ganxet Pintxo llega a su 15 edición con salud de hierro. Algunos restauradores se preguntan cómo sobrevive el fenómeno. El presidente de la Cambra de Comerç, Isaac Sanromà, habla de los «incondicionales» de la ruta, que han permitido convertirla en un «referente». Quizás, al final, el éxito de las cosas pasa por la calidad y la costumbre. 

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