Una especie de rebelión personal hacia el sistema educativo establecido llevó a Josep Maria Àvila a pensar en otras aspiraciones más allá de su zona de confort.
Este reusense de cuna abandonó su ciudad en 2010, puso rumbo a Londres impregnado de un carácter aventurero que todavía le acompaña. Probablemente, la constante voluntad de cambio habla mucho de su éxito.
En Inglaterra depuró el idioma y la necesidad de descubrir. Ese viaje vital se había iniciado, justo después de su paso por La Salle de Reus, donde nunca se postuló como un estudiante ejemplar. Más bien lo contrario.
Cumplió el expediente. Completó todo el proceso formativo inicial a regañadientes. De hecho, por aquel entonces llegó a pensar que estudiar no valía demasiado la pena.
2011 significó para él una vuelta a las raíces. Una situación familiar permitió el regreso a casa, aunque Àvila había decidido instalar su presente en Barcelona.
Alquiló un piso y prefirió embarcarse en el ciclo Management of Business and Technology que le ofrecía la Universidad Ramon Llull, campus BES La Salle. Se dio cuenta entonces que era un buen aprendiz, aunque le caían mejor los que se conformaban con un 7 antes que los que sacaban sobresalientes.
En 2013 volvió a hacer las maletas gracias a una beca universitaria que le llevó a Taipei. Otro rumbo, otro paso. Su aspiración vital parecía destinada a dar tumbos por el mundo. Sed constante de búsqueda.
En ese viaje exótico, cuando todavía cursaba tercero de carrera, conoció a un personaje clave en esta historia. De visita por el sud-este asiático se topó con el madrileño Álvaro, con el que hizo buenas migas, aunque ninguno de los dos imaginó que tiempos después sus caminos volverían a cruzarse. Los caprichos del destino
El reusense completó la fase de formación con un Plan de Prácticas en la ONU. La siguiente parada, en 2014, tenía nombre y apellidos. Nueva York.
Ocho meses de convivencia en la Gran Manzana, con poco más de 22 años de edad. Fue el paso previo hacia su exitoso ingreso en el mundo empresarial. A Josep Maria, su juventud, nunca le impidió derribar fronteras.
La etapa en HP
HP le abrió las puertas en 2015, en su sede Europea en Sant Cugat. Àvila arrancó como representante de ventas, aunque su ascenso en la empresa resultó imparable. Fue también ejecutivo de ventas para los países del norte de Europa y acabó como responsable de post-venta para España, Portugal, Francia e Italia.
En total, el paso de tres años por HP se transformó en el mejor magisterio para el reusense, que ya había decidido dar otro paso más. Ese carácter inconformista le llevó a tocar otras puertas. Emergió la opción de Google. La que realmente le llenaba.
Derribar la puerta de Google no fue sencillo. A Àvila le apasiona esa especie de lema casi innegociable en la empresa; sus trabajadores quieren hacer un mundo mejor. La primera toma de contacto no resultó. La posición que le ofrecía el gigante estadounidense no le convencía, aunque esperó.
Hace pocos meses, Josep Maria Àvila recibió una llamada sorprendente y agradable. Álvaro, aquel madrileño con el que compartió experiencia por el sud-este asiático estaba dispuesto a recomendarle para una nueva posición en Google. Álvaro sabía que él era el candidato perfecto para esa posición y le animó a aplicar de nuevo.
Después del proceso de selección con seis entrevistas, Àvila conquistó ese pequeño sueño. Con sólo 25 años ejerce como responsable de nuevo negocio para España y Portugal. Reside en Dublín, donde se encuentra la sede Europea de Google, aunque dos semanas al mes transita en España debido a su posición en la empresa.
Ávila es un claro exponente del inconformismo. Un curioso al que los prejuicios de la edad no le han impedido liderar su propio proyecto de vida. Cada dos semanas, el cargo le lleva a la península. En su corazón siempre hay espacio para Reus y los veranos eternos en Cambrils.