El riudomense Jordi Rins, un cartelista de película

Diseño gráfico.  Natural de Riudoms, deja su sello artístico en los carteles de la industria cinematográfica

03 abril 2019 10:48 | Actualizado a 05 abril 2019 20:15
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Pere Rins se dedicaba a pintar en gran tamaño los cárteles de las películas en la cartelera del cine Palace de Reus. Los Goonies, Star Wars o Regreso al futuro, entre otras, durante los años ochenta retrató un sinfín de filmes bajo la atenta mirada de su hijo Jordi. Cultivó en él una inquietud por grafismo cinematográfico, una semilla que con los años saldría a la luz.

Jordi Rins, natural de Riudoms, estudió diseño gráfico en la Escola Massana de Barcelona. Después de trabajar nueve años como director de arte en agencias de publicidad dio el salto a la industria cinematográfica.

Ya había hecho el dossier de Blancanieves, así que contactó con la productora. Apostaron por él para hacer el cartel de la película, que acabaría siendo un éxito con diez Premios Goya. Jordi acababa de meter la cabeza en el mundo del cine.

Durante estos años Rins ha participado en muchos proyectos gráficos y de carteles de cine. Algunos tan destacables como El fotógrafo de Mauthausen, El aviso, Kilian Jornet, path to Everest, El árbol de la sangre, Incerta Glòria, El secreto de Marrowbone, Contratiempo, Aloft, Quatretondeta o Un dia perfecte per volar, entre otros. Con Barcelona, nit d’estiu y La enfermedad del domingo ha estado nominado al mejor cartel en los Premios Feroz de la crítica.

«Una de las más especiales, porque fue la primera y una película de autor, es Blancanieves -confiesa Rins-. Tenía una mirada diferente, más rica, en blanco y negro, con un aire antiguo que a nivel gráfico daba mucho juego, ya que busqué tipografías clásicas para que todo respirara de la idea romántica que tenemos del cine».

Ha estado nomiado para los Premios Feroz al mejor cartel hasta en dos ocasiones

Siempre ha existido una dicotomía entre el cine comercial y el de autor. También en el ámbito del cartelismo: «Me encuentro más a gusto con el cine de autor, pues sus directores quieren destacar gráficamente y te permiten ser más original. Siempre siguiendo la línea de la película, se busca que destaque el estilo propio».

El proceso de creación de un cartel de cine cambia mucho si el encargo procede de una productora o de una distribuidora. «Si trabajas para una distribuidora entran más factores sobre todo pensados en márketing, posicionamiento y tipo de público al que se dirige. Es un proceso muy marcado similar a los encargos publicitarios. Pero si vienen de productoras es más sencillo, directo y tiene más importancia la historia de la película», apunta el grafista.

En este sentido, Jordi Rins cuenta que «cuanto más grande es un proyecto más condicionantes tiene. Entonces el cartel pasa por mucho filtros: productora, directores, distribuidora, incluso televisiones. A veces estás en medio de todos, con muchos condicionantes, pero tienes que saber solucionarlo».

«Es normal que haya carteles que se parezcan entre sí –explica Rins-. Todos siguen unos códigos muy marcados y reconocibles para el público y a veces dispones de poca libertad creativa. Tienes que dar con la fórmula para ser creativo en un mundo muy acotado».

Su primera película fue 'Blancanieves' todo un éxito que le sirvió para entrar en este campo

Los carteles hablan un lenguaje común entendible para millones de personas. «Un cartel es como las señales de tráfico, se tiene que entender en una milésima de segundo. La gente no presta mucha atención a un cartel por lo que tienen que descifrar la información muy rápido. Tienen que seguir unas líneas. Saltarse los códigos que el espectador tiene interiorizados puede crear confusión y que no se entienda de qué tipo de película se está hablando».

¿Dónde acaban los cárteles de películas hoy en día? Si hace veinte años su destino más allá de la cartelera cinematográfica era la carátula de cintas VHS en videoclubs, en pleno 2019 se sirven en estanterías de plataformas digitales, como Netflix, Movistar, Amazon Prime, etc. 

«La gente tiene una idea romántica del cine -narra Rins-. Suena muy bien hacer carteles de película, pero la repercusión la obtienes si el film pasa a la historia. No deja de ser el recuerdo de algo que te ha gustado o enamorado. El cartel representa a una película, que es lo importante. Sí además el cartel es bueno, le das un valor añadido. Gustas por partida doble».

Cartelismo en la prensa 

Los últimos años Rins también ha sido director de arte de la revista Volata, una publicación de historias ciclistas, que más allá de sus contenidos también ha destacado por su belleza gráfica.

Mientras Enric Adell llevaba más el peso de la maquetación interior, Rins -que ya aparcó este proyecto- se centraba más en las portadas. Homenajes al cartelismo de décadas atrás que tenían una segunda vida en formato cartel para los amantes de ciclismo. Precisamente, para el primer número se ayudó de su padre, Pere, quien pinceló a Dan Martin, recordando esas tardes en las que pintaba la cartelera del Palace reusense. 

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