Inmaculada, el punto de encuentro

A pesar del cierre masivo de las tiendas de toda la vida, se mantienen un par de bares, talleres mecánicos bien equipados y un par de escuelas muy integradas en la zona

19 mayo 2017 19:29 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:12
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Con un sólido «no somos de Reus, si no del barrio Inmaculada», muchos de los vecinos definen su procedencia y manifiestan su sentimiento de barrio. Separado por poca distancia de la zona centro de la ciudad, el barrio Inmaculada se caracteriza por ser una especie de urbanización espontánea y de fácil conexión con el núcleo urbano, porque no está, ni muchos menos, cerrado en él mismo. Al menos eso aseguran gran parte de sus vecinos «de toda la vida».

«Muchos de los que nos hemos criado aquí nos hemos acabado trasladando. En mi caso, paso más tiempo aquí que en mi casa», comenta risueña Esperanza Torrijos, la presidenta de la asociación de vecinos. Y es que, la mayoría de veces se reúne con otros amigos con los que se ha criado en el colegio, antes ubicado en la parroquia, para «arreglar un poco el mundo». Para Esperanza el barrio Inmaculada es más que una zona donde vivir, es como un «punto de encuentro».

El barrio también se distingue por ser un espacio que enlaza a las personas. De hecho, hay gente que ha encontrado el amor en esta zona. «Yo no soy de aquí, pero me enamoré en este barrio, y del hermano de Esperanza además», destaca curiosamente Toñi Núñez, quién trabaja hace casi 20 años dando clases de catequesis en la que fue la primera escuela del barrio.

Las clases las construyeron los propios vecinos para suplir la falta de un centro educativo. «Primero se empezó con tres aulas y luego se amplió creando más en el edificio de delante», señala Toñi mientras sale de la Parroquia de la Inmaculada. Las aulas se reaprovecharon para impartir clases de catequesis al crearse el Colegio Alberich i Cases y el colegio Misericòrdia.

Los ‘inmaculados’

Cerca de la parroquia y dispuestos en fila se encuentran unos cuantos vecinos comentando cómo les va la vida. Están junto a los propietarios del establecimiento Tallers Catalans. Es lo que se podría decir «el taller mecánico de toda la vida», pues todo ‘inmaculado’ solicita sus servicios. «Llevamos trabajando aquí 35 años. Yo me crié aquí pero actualmente no vivo en el barrio. Trabajo con mi padre en el taller. De hecho soy la segunda generación y seguimos ampliando. Mi hijo también nos echará una mano», admite orgulloso Joan Manuel Castelló.

Por delante del taller pasa al que llaman «el carpintero». Lo fue hace años. Este detalle les hace recordar a todos que el barrio ha sido protagonista de un cierre casi masivo de comercios históricos. «La gente se ha ido jubilando o muriendo, y los jóvenes suelen marcharse fuera. Los mayores eran los que hacían barrio», comenta apenada Esperanza Torrijos.

Aun así, las cadenas de supermercados también han calado muy hondo, según confirman algunos vecinos en uno de los bares de referencia de Inmaculada. Es el caso del Bar Carrión. «Con 60 años, como mínimo, en el candelero», se puede oír decir en una de las mesas. El recinto agrupa a clientes asiduos que se acercan a hacer alguna compra a una de las grandes superficies de la zona y, de paso, toman algo en ‘el Carrión’. Eso es lo que hace Norbert González, natal del barrio. «A pesar del poco comercio que existe ahora en el barrio muchos nos esforzamos por sacarlo a flote», rie González, quien tiene la empresa Norcón, especializada en rehabilitación de fachadas.

El bar ha cambiado de dueño. «Llevamos una año y medio y estamos contentos. Antes teníamos otro bar en el mismo barrio. No quisimos irnos y cogimos éste», explica Jacinto Fernández tras la barra mientras sirve algo de beber a Pedro Ruiz, de Jaén. «Me vine aquí muy pequeño y ya hace 50 años de eso» rememora Ruiz.

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