La falta de ayudas podría acabar con una ONG reusense para abuelos dependientes

La Llar reparte pañales, sillas de ruedas, ropa y otros utensilios a personas mayores sin recursos pero dejará de hacerlo pronto si no encuentra la financiación necesaria

16 febrero 2019 17:41 | Actualizado a 17 febrero 2019 16:52
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Hace un año que Óscar Arau, Dulce Redondo y Pilar García crearon la asociación La Llar. Estando en relación con el centro de día que lleva el mismo nombre, detectaron necesidades en usuarios y quisieron ayudarlos, por lo que en su momento buscaron empresas y particulares que quisieran colaborar y se pusieron manos a la obra. 

Desde entonces, facilitan ayudas técnicas a personas mayores sin recursos. Han cedido sillas de ruedas y para el baño, pañales, caminadores, camas articuladas y ropa con la única condición de que se les devuelva cuando ya no sea necesario. «Nos encontramos con que otras entidades les cobraban y había gente que no podía pagarlo», contaba Óscar Arau.

«Nos centramos en los ancianos, pero tenderíamos la mano a cualquiera que nos pidiera ayuda», añadía el fundador. De hecho, han colaborado con cientos de personas desde que ‘nació’ la ONG. «Serveis Socials no puede llegar a todo el mundo. Hay unas horas que pueden solventar con ayudas domiciliarias, pero hay una parte que está colgada», decía Dulce Redondo. Es por ello que desde la asociación se comprometen también a hacer compañía a los abuelos si así se solicita.

Sin dinero

«Del Ayuntamiento no recibimos ni una ayuda», lamentaba Arau. Precisamente por este motivo, los miembros de la asociación están siempre dispuestos a recoger todo lo que se les da: «Si nos llaman porque tienen muebles o chatarra, vamos y nos lo llevamos para poder venderlo y poder así pagar aunque sea una tontería», detallaba él mismo. «No hay empresas que ahora mismo nos ayuden. Son amigos y conocidos los que aportan todo lo que pueden con su mejor intención», sentenciaba Pilar Garcia.

Es precisamente la falta de financiación lo que no les permite difundir su trabajo y llegar a los que lo necesitan. «Pocos usuarios conocen lo que ofrecemos, por lo que no nos vienen a buscar nada aunque tengamos kilos y kilos de ropa», explicaba García. Piden, a la desesperada, cualquier tipo de ayuda para sobrevivir. Alguien que quiera ser voluntario, personas que puedan ceder material, compañías que quieran aportar capital o hasta un particular que tenga un almacén vacío que les evite tener que estar pagando uno actualmente para poder conservarlo todo. Es un ultimátum. Si no, se verán forzados a abandonar la asociación que ha ayudado a centenares de ancianos.

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