'Las 'interferencias' arquitectónicas se han adaptado al paisaje urbano'

El Tomb de Ravals cuenta con varios edificios que, con un diseño rompedor, destacan del patrimonio más clásico

19 mayo 2017 22:03 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:27
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Reus presume, y no en vano, de poseer un excelente patrimonio arquitectónico, especialmente en su casco antiguo y el Tomb de Ravals, donde existen auténticas joyas modernistas. Pero el paso del tiempo es imperdonable y siempre va acompañado de nuevas modas y maneras de ver la vida, algo a lo que la arquitectura tampoco ha podido renunciar.

El Diari ha intentado localizar algunos de los edificios que, por tener un diseño diferente, destacan en medio del patrimonio arquitectónico de la capital del Baix Camp. Para ello ha contado con la ayuda del arquitecto reusense Juan Manuel Zaguirre, quien lo primero que quiso dejar claro tras aceptar nuestra invitación es que «no se trata de ver si son más feos o más bonitos, porque esto siempre es algo subjetivo. Yo definiría estos edificios como ‘interferencias’ que, aunque en su momento tal vez no fueron muy acertadas, con los años forman parte del skiline de la ciudad y los reusenses han hecho suyos».

Entre estos ejemplos encontraríamos tres diseñados y construidos entre las décadas de los 70 y los 80, que simbolizan una arquitectura «más inovadora, que se intentaba alejar de lo más representativo», explica Zaguirre. Estos son el edificio Campanaret de la calle Llovera (donde se encuentra la delegación del Diari de Tarragona en Reus), el de la antigua tienda Salvador Batlle (también en la calle Llovera), y el del número 43-45 del Raval de Santa Anna. «Son diseños donde priman los muros cortina y la chapa», añade el arquitecto reusense.

En la plaza de Prim también aparecen dos ‘interferencias’ dignas de señalar. Una sería el edificio de oficinas que hay justo enfrente del Teatre Fortuny y que en su día albergó el Hotel de Londres. Mientras que el otro hace esquina con la calle de Sant Joan y, aunque actualmente sus bajos están ocupados por el Banco de Santander, hace años también albergó el Hotel Catalunya.

Juan Manuel Zaguirre cree que es importante contextualizar la construcción de estos edificios. En este sentido comenta que «los arquitectos de los años 70 se encontraron con una normativa urbanística no tan reguladora como la de ahora. A un arquitecto hay que dejarle su espacio de creatividad para que en las ciudades no se pare el reloj, y en los años 70 contaban con esta libertad. Ahora sería imposible porque la normativa actual también regula lo estético».

Así fue como se pudieron construir unos edificios que, aunque contrastan con el patrimonio modernista de la ciudad, «los reusenses se han acostumbrado a convivir con ellos y tal vez sustituirlos sería más traumático que cuando los construyeron».

 

Destacar

La intención de la mayoría de estos diseños era la de «destacar. Por ejemplo, el de la tienda de Salvador Batlle en la calle Llovera. Estamos hablando de un negocio e interesaba una arquitectura rompedora como reclamo comercial. Para ello hacían servir sistemas constructivos innovadores».

Cuando un edifico ya forma parte de la memoria visual de los ciudadanos, independientemente de que sea más bonito o más feo, se puede decir que ya ha cumplido su función. Un ejemplo sería el del antiguo Banco de Santander de la plaza de Prim, donde actualmente está el Gaudí Centre. «Yo fui un gran defensor de este edificio», comenta Zaguirre, a pesar de estar en la plaza del Mercadal al lado de auténticas joyas como por ejemplo la Casa Navàs. Sobre la uniformidad de los cascos viejos de las ciudades, Zaguirre es crítico y se pregunta «¿en qué año hay que parar el reloj? Reus es una ciudad que no tiene excesivas aberraciones en su casco viejo y las que hay han sido aceptadas por la ciudadanía sin problemas».

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