Los jóvenes payeses culpan a grandes empresas de la crisis de la avellana

Los precios de Reus están por debajo de los de Turquía e Italia, por lo que consideran que hay «intereses»

20 abril 2019 20:38 | Actualizado a 21 abril 2019 13:06
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El sector de la avellana está en crisis. Los precios no remontan y las cosechas no son buenas. Justo el año pasado, la producción fue, tan sólo, un 30% de la media habitual. Y es que se trata de un cultivo muy delicado, que se ve perjudicado por las altas temperaturas de los últimos veranos. Los payeses denuncian reiteradamente su situación y, aunque es una crisis que afecta a todo el sector, quienes lo están pagando más caro son los pocos jóvenes que han decidido apostar por este cultivo. La gran mayoría han cogido las riendas de las tierras familiares y, ahora, después de haber invertido económicamente en su negocio, no están seguros de su futuro. 

«Después de la mala cosecha de la temporada pasada, tuve que buscarme otro trabajo para poder llegar a fin de mes. Tengo contrato hasta septiembre en una fábrica, a la espera que la próxima campaña vaya mejor», explica Xavier Marc, de Riudoms. Con 33 años, este joven decidió, en 2015, empezar a comercializar las avellanas que cultiva su padre. «Me encargo de romper, tostar, envasar y distribuir el producto bajo la marca Cal Sec», añade Marc. Estudió ingeniería eléctrica, «pero en todos los trabajos ofrecían salarios muy bajos, no quise aceptar y aposté por el negocio familiar».

Distribuir su producto le permite sacar un rendimiento algo más elevado que si dependiera de un intermediario. Aun así, Marc no duda en señalar que el problema de la avellana es que «es un producto que lo compran unas empresas muy concretas. No hay competencia y se vende a precios bajos y esto provoca que haya menos productores».

Joan M. Vilalta, un payés de L’Albiol de 31 años, coincide y señala que los precios «lo marcan entre 2 o 3 compradores». Así también lo avalan Sergi Claramunt, Albert Fortuny y Ester Gomis, tres jóvenes de Vilallonga del Camp. «Tenemos los mismos precios que hace 20 años», critican.

Subrayan que en Italia y Turquía los precios son más elevados y que, en Italia, están plantando avellanos «porque sus políticas son otras, dirigidas a potenciar el producto local. Es en Catalunya que la avellana es deficitaria», y añaden: «Sólo hay que mirar el Observatori de Preus de l’Avellana (ver gráfico). En los otros mercados, los precios se mueven siguiendo la ley de la oferta y la demanda. En Reus no. Es siempre una línea plana. Algo pasa», señalan. En 2018, por ejemplo, el precio de la avellana negreta en la Llotja de Reus  tuvo un precio continuo de 1,81 euros/Kg (excepto en septiembre, que se situó a 1,75), mientras que la turca y la italiana fueron fluctuando.

Bajo su punto de vista, esto se explica por intereses de empresas grandes para poder exportar, «con precios menores a la competencia, pueden vender más fácilmente, y quien lo padece somos los payeses». «Llevas tus avellanas a la cooperativa y, posteriormente, te dan el dinero en función del precio al que las han vendido, y siempre es bajísimo», apuntan.

También critican que mayor parte de la producción (un 80%)  se destine a pasta de avellana. «Se devalúa el producto. Tenemos avellanas de muy buena calidad y debemos valorizarla. La avellana tiene un altísimo valor nutricional», subrayan. 

Una forma de vida difícil

Los jóvenes payeses que se dedican a la avellana ven difícil su futuro. Algunos, como Joan M. Vilalta, de L’Albiol, están apostando por diversificar su actividad. En este sentido, Vilalta también se dedica a la almendra y, desde hace tres años, tienen una pequeña bodega de vino, de la que espera poder sacar mayor parte de los beneficios en un futuro. En el caso de Claramunt y Fortuny, tendrán que seguir con las avellanas sí o sí por unos años. Son beneficiarios de una línea de ayudas de la Generalitat destinada a jóvenes agricultores con una dotación de 20.000 euros, «que parece mucho, pero teniendo en cuenta que en Seguridad Social ya te dejas 3.000 euros anuales, 4.000 en la declaración de la renta, tasas, 400 horas de formación obligatoria a unos 70 euros la hora... La ayuda no sirve de nada». ¿Y la solución a la problemática? Bajo su punto de vista, el futuro de la avellana depende de que «las cooperativas funcionen de verdad y que se ponga en valor este producto de excelente calidad».

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