Objetos que nos hablan del pasado

El museo de la plaza Llibertat acoge la exposición ‘Coses de Reus’, que permancerá allí hasta verano  

25 enero 2019 11:50 | Actualizado a 25 enero 2019 11:52
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Dar valor al patrimonio y aportarle significado, especialmente en el ámbito juvenil. Este es uno de los objetivos del que parte el proyecto de Còdol Educació con la exposición Coses de Reus que acoge estos días –y hasta el verano– el Museu de Reus de la plaza de la Llibertat. El núcleo de la muestra son los objetos mediante los cuales se explican historias, se hacen paralelismos con la actualidad y se indaga en la evolución que ha sufrido la ciudad desde el siglo XII hasta el XX: con sus cambios arquitectónicos y de urbanismo y su  indiscutible desarrollo económico y comercial. 

La propuesta educativa fue presentada ayer jueves en un encuentro para docentes en el Museu de Reus. En la parte introductoria intervinieron el historiador Jaume Massó y el etnógrafo Salvador Palomar. Ambos se ocuparon de hacer un breve resumen de Coses de Reus. 

«Hay que destacar que el montaje de la exposición no ha  querido aferrarse al aspecto más cronológico, sino que hemos querido que los paneles, fotografías y objetos nos trasladen a los temas de interés reusense. Por lo que cada uno de los elementos hace pensar a quienes los observan y ejerce de flashback», describió detalladamente Palomar. Precisamente, esta miscelánea de elementos es lo que ayuda, según añadió el etnógrafo, «a sacarle partido a la exposición, puesto que se puede adaptar tanto a jóvenes como a adultos».

Por su parte, Massó dio mucha importancia «al progreso y las necesidades cambiantes que tuvo Reus desde el momento en que empezó a crecer». 

Maria Adzerias y Albert Morelló, de Còdol Educació, cogieron el relevo de la explicación del proyecto. «Hay dos valores pedagógicos que queremos destacar y que se encuentran en Coses de Reus. Y es que los objetos se convierten en testimonios de la memoria y, por otro lado, hay un contenido propio, con la muestra explicamos qué es una ciudad, cómo los habitantes a lo largo de la historia han resuelto problemáticas para evolucionar», apunto Morelló. 

La premisa principal de Còdol Educació es, por encima de todo, implicar a la juventud y hacer familiar el entorno de un museo. Y es que se trata de una apuesta que indaga en sus intereses y motivación. Por esa razón, un grupo de estudiantes del colegio Sant Josep que probó la experiencia hace unas semanas, inició el recorrido hacia la exposición con  un reto. «Invitamos a los estudiantes a traer objetos que representaran algo importante para ellos», explicó Maria Adzerias.

Una conexión con el pasado
El procedimiento continuó con la exposición oral de las historias de cada uno de los objetos traídos  por parte de los alumnos, quienes  justificaron delante de sus compañeros por qué son tan importantes  dichos recuerdos. «Todo esto lo comparamos con cada uno de los objetos que hay en la exposición y les hicimos entender que, a pesar de pertenecer al pasado, son muy importantes. La clave fue establecer una conexión, puesto que los objetos están ligados a muchas emociones», acotó Adzerias. Esta exposición está pensada para todos los públicos, pero sobre todo para la franja de primaria, secundaria, ciclos formativos y bachillerato.  

El ejercicio expuesto también representa un recurso fantástico para seguir investigando. ¿Cómo? Fue entonces cuando Adzerias y Morelló expusieron la parte más interactiva. «Animamos a los interesados a buscar objetos del pasado en sus casas para así exponerlos en una galería virtual que Còdol Educació pondrá a disposición del público a través de imágenes, vídeos y otros contenidos complementarios», explicó  Adzerias. A través de este ejercicio, describió Morelló, «descubrirán que grandes hazañas como la Guerra de Cuba no les quedan tan lejos, pues tal vez se enteren de que un familiar suyo tuvo algo que ver». 

Cabe decir que con la experiencia con aquel grupo, desde Còdol Educació constataron «lo interesante que es observar la percepción del tiempo en los jóvenes. Para ellos, siete años son una eternidad», indicaron.

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