Perder el miedo a los ceros

Diario de un confinado. El balance diario de una tragedia hasta hace poco impensable se ha convertido en nuestra funesta cotidianidad, pese a saber que debajo de esos números late un sinfín de dramas personales y familiares

02 abril 2020 09:57 | Actualizado a 12 abril 2020 10:59
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Para convertirse en un gran millonario, un gran irresponsable o un gran estafador, supongo que hay un momento en la vida en que se le pierde el miedo a los ceros y las cifras de muchos dígitos empiezan a tratarse con naturalidad. Con los datos del coronavirus parece que hemos superado un pavor semejante. Así, el balance diario de una tragedia hasta hace poco impensable se ha convertido en nuestra funesta cotidianidad, pese a saber que debajo de esos números late un sinfín de dramas personales y familiares, también inconcebibles hace solo unas semanas. 

Según las cifras oficiales, la de contagiados superó ayer los 100.000, la de muertos se acerca a los 10.000, la de ingresados en las UCI a los 6.000... Y está constatado que hay muchas más muertes y contagios que no computan porque no se les pueden hacer las pruebas debido la escasez de tests y recursos.

El riesgo siguiente es que los ceros de los otros nos induzcan a una perspectiva menos catastrófica sobre los nuestros. El primer país que va a empequeñecer nuestras calamidades será Estados Unidos, donde las previsiones de la Casa Blanca apuntan a entre 100.000 y 240.000 muertos, en el mejor de los casos, ya que se barajan escenarios peores.

Allí tienen a un presidente que nunca ha tenido miedo a los ceros, porque aunque Donald Trump ha intentado presentarse como un hombre hecho a sí mismo, el New York Times reveló que a los tres años ganaba 200.000 dólares anuales y a los ocho ya era millonario, por gentileza paterna, claro está. Se calcula que a lo largo de su vida su padre le transfirió un total de 413 millones de dólares, con el encomiable propósito de evitar los impuestos de sucesión.

Por una vez, parece que los crecientes ceros que acumula Estados Unidos en número de fallecidos y contagiados –y los que ya sabe que vendrán– han hecho mella en el presidente y le han obligado a cambiar de discurso. Al menos, Trump no ha perdido el miedo al ridículo.

Pero incluso sus insensateces pueden quedar relativizadas cuando el virus devaste países con mucho menores recursos sanitarios y con menos capacidad para aplicar medidas que frenen los contagios: India, América Latina, África... 

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