Pilar Aymerich: «La fotografía es una profesión muy solitaria»

Entrevista. Un documental descubre a la autora de infinidad de imágenes icónicas que documentan la transición democrática

25 noviembre 2020 08:40 | Actualizado a 25 noviembre 2020 09:04
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Pilar Aymerich (Barcelona, 1943) es la autora de infinidad de fotografías icónicas que documentan la transición democrática y la lucha feminista de la segunda mitad del siglo XX. Además, es la autora de retratos de personajes de la cultura que el franquismo había silenciado durante años.

La decimoquinta edición del Memorimage se inaugura con la película ‘Pilar Aymerich. La mirada felina’.

Estoy encantada. Me hace mucha ilusión que toda mi trayectoria interese a un festival de cine documental.

¿Se siente reconocida con esta ‘mirada felina’?

Sí. Siempre me han dicho que tengo ojos de gato. También me gustan mucho los gatos y siempre me han asociado a este animal.

A lo largo de su trayectoria ha destacado por documentar los momentos más críticos de la transición democrática española. ¿Cuál ha sido el que más le ha marcado a nivel profesional?

Ha habido muchos momentos. Fueron unos años en los que me pasaba el día en la calle y había muchos momentos que eran importantes para fotografiar y para vivirlos como ciudadana. Como por ejemplo el 11 de septiembre de 1976 en Sant Boi donde hice una fotografía que parecía un bosque de banderas catalanas. En aquella época había muchos momentos que te hacían sentir emoción porque eran acontecimientos que no se habían vivido antes.

¿Vivía de manera distinta el hecho de salir a la calle como ciudadana o con la cámara en mano?

Era diferente respecto a los demás. Al llevar la cámara y trabajar me debía proteger, es decir, debía poner un muero entre la cámara y lo que estaba mirando para mantenerme serena. No podía dejarme llevar por los acontecimientos, ya que estaba explicando una historia.

También retrató a personajes del mundo de la cultura que estuvieron silenciados. ¿Qué les ayudó a expresar a través de la fotografía?

Durante la transición regresaron los intelectuales que se habían ido al exilio. Entonces, realmente me reconozco una privilegiada porque tuve la oportunidad de conocer a unas personas extraordinarias y que tuviesen un rostro y una voz pública, y pudiesen darse a conocer a quienes nos les conocían. Lo hice con Montserrat Roig con quien trabajé en las revistas Serra d’Or y Destino. Sus entrevistas conjuntamente con mis fotos daban a conocer una serie de personajes que habían sido muy importantes para el país.

¿Alguna vez se ha arrepentido de alguna fotografía?

No me ha pasado nunca. Antes de hacer una fotografía, pienso mucho. Soy muy reflexiva y tengo claro que una fotografía si es mala no es necesario hacerla, y si haces daño a alguien tampoco. Existe una raya roja en la ética periodística y si la pisas, estás perdido.

¿Y arrepentirse de no haberla hecho?

Alguna vez, porque no puedes llegar a todo.

Para usted la fotografía es una forma de vida.

Sí. La fotografía es una profesión muy solitaria. Tú decides cómo hacer la foto, dónde ir… Además, cuando viajo no sé si estoy trabajando o estoy de vacaciones, porque siempre estoy pensando en imágenes. Es un oficio que absorbe mucho.

Y más todavía con la imagen digital en la que todo es más inmediato.

Para mí el problema es que hay poca reflexión. Para mí la fotografía es la reflexión de unos hechos que ocurren y que quieres mostrar a los demás. Creo que hoy en día se reflexiona poco. Hay muchas imágenes y la mitad no te aportan nada.

¿Cómo vivió la dificultad añadida de abrirse paso en una profesión donde antes solo había hombres?

Hasta cierto punto me he aprovechado del hecho de ser mujer, sobre todo en las manifestaciones. Podía ser invisible porque no se concebía que una mujer pudiera estar en una manifestación haciendo fotos. Era una estrategia.

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