¿Quién no aguantaría tres horas de cola por 100.000 euros?

Crónica | ‘El Gordo’. La sede de IberCaja de la avenida Prat de la Riba parecía un recinto musical ante el cúmulo de gente que quería tramitar el premio

28 diciembre 2019 09:20 | Actualizado a 02 enero 2020 12:03
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El Cachirulo nos está dejando episodios memorables. Las jotas de celebración; el centro aragonés abarrotado simulando aquellas reuniones de vecinos de la serie Aquí No Hay Quien Viva abordando a su presidente; las intrahistorias de aquellos a los que les ha tocado de mera casualidad y las lamentaciones de los que no, que casi, que por unos metros van y no compran. Es lo que tiene cuando toca ‘el Gordo’ de la Lotería de Navidad por primera vez en el territorio, que todo es nuevo.

La nueva postal del álbum se hizo ayer enfrente de la sede de IberCaja de la avenida Prat de la Riba de Reus. Una enorme cola de personas esperaban su turno para ir a depositar su papeleta de participación con el número 26.590 premiado con 100.000 euros por colaboración. Parecía la cola de un concierto que hacen aquellos que quieren estar en primera fila. Si hay que aguantar tres horas, pues vas y las aguantas. «¿A usted no se le pasaría rápido el tiempo si sabe que es para cobrar?», decía una mujer, que llegó a las doce de la mañana y a las cinco pasadas aún tenía que entrar. Creo que todos le daríamos la razón.

La fila salía del banco y ocupaba toda la calle hasta el cruce de Pròsper de Bofarull. La gente, mayormente familias, ocupaban incluso los puestos de aparcamiento de zona azul, mientras conversaban uno con el vecino del barrio, otro con el conocido que no sabía que compartían la misma suerte.

Durante el tiempo que dura la espera, «que ya está calculado que cada persona está unos veinte minutos siendo atendido y solo hay tres mesas así que imagínate», las personas pasan por una ruleta emocional que va desde la ilusión, a las dudas e incluso el enfado.

«Que mala gestión, si asumen ser el banco que se encarga de esta operación que espabilen y no nos dejen aquí tantas horas en la calle sin seguridad», decía otro vecino preocupado. Desde que le ha tocado el boleto no se saca de la cabeza que alguien le quiera robar. Por eso mismo ya no quieren dar sus nombres a los medios, eso fue cosa de la embriaguez del domingo, ahora cautela.

«Yo lo que quiero es dejar la papeleta ya y quedarme tranquila», dice una mujer. Ella y otros tantos más se han enfrentado a una especie de gincana pre-cobro: que si ahora falta la fotocopia del DNI, luego un comprobante del banco y vuelve por la tarde que ahora ya cerramos. «Pero no pasa nada, tengo toda la tarde hasta las nueve, que me voy a cenar». Las conversaciones también divagan entre la rumorología de si del banco saldrás con un resguardo o con los billetes bajo el brazo. Ocurre lo primero, y aún habrá que esperar unos días para cobrar, pero aquello del boca oreja nunca se sabe, y al fin y al cabo, aunque sea entre risas, esperar es esperar.

Una familia del final de la fila que acaba de llegar, pregunta y calcula el tiempo de espera. Ahí empiezan los turnos, uno se queda hasta la hora de merendar, y ahí le relevan otros dos. «Podríamos coger las sillas y el termo». Pocos, por no decir ninguno, dan media vuelta. Hay ilusión, bastante prisa y necesidad de palpar el premio porque muchos aún dicen aquello de «no vendas la piel del oso antes de cazarlo». «Escucha, cuánto vale una cámara de fotos profesional?» nos pregunta un hombre de la fila. «Yo ya me lo he gastado todo antes de cobrarlo, tengo que acabar de pagar la hipoteca y el coche, pero oye, descansada que me quedaré», comenta otra.

Y a media tarde, la gente va llegando y pocos se van. Y Reus luce una imagen nunca vista: un cúmulo de personas esperando ante una entidad bancaria, pero con cara de felicidad.

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