Residencias de Reus (Hermanitas de los Pobres): Convivencia con el espíritu de una gran familia

El céntrico equipamiento lleva más de un siglo atendiendo a las personas mayores. Hace diez años estrenó nuevas instalaciones

19 mayo 2017 16:49 | Actualizado a 19 mayo 2017 16:49
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Las Hermanitas de los Pobres llevan más de un siglo atendiendo a las personas mayores con escasos recursos económicos en Reus. Y diez años desde que reconstruyeron sus instalaciones, ya que el anterior edificio ya no reunía las condiciones óptimas para ofrecer el servicio. Fue un punto de inflexión que representó el inicio de una nueva etapa, con un edificio muy equipado que ofrece a los residentes muchas comodidades.

«Somos una familia donde todos nos queremos y nos ayudamos», explica la madre María de Jesús Pilar, quien lleva un año en Reus, después de estar en una casa de Barcelona. Se siente a gusto con la labor social que desempeñan, y señala que «la gente es muy amable y cordial». De hecho, asegura que «tratamos de hacer la última etapa de su vida lo más feliz posible y que estén a gusto pese a tener la familia lejos, o cuando no tienen». Algunos de los residentes llevan allí muchos años. Cinco, diez, o incluso más de dos décadas. Han estrechado lazos unos con otros. A modo de ejemplo, una mujer que era empleada de la casa se quedó para cuidar a su madre y ahora está ella como residente. Una más de la familia.

En las instalaciones cuentan con habitaciones individuales, pero también disponen de apartamentos con cocina, para los casos en que haya un matrimonio, o dos hermanos, por ejemplo, que quieran vivir juntos, disfrutando de los servicios de la casa, pero con cierta independencia. «Es una forma de que se sientan todavía más en casa», apuntan las hermanitas.

Catorce casas

Las Hermanitas de los Pobres cuentan con catorce casas en la provincia y muchas más repartidas por toda España. Ofrecen servicio de médico, enfermeras, podólogo, fisioterapeuta o terapeuta ocupacional, entre muchos otros. Su idea es estimular a los residentes y programar actividades «para que no se aburran y también para que se estimulen», señala la madre María de Jesús. Asimismo, hacen manualidades, trabajos de artesanía e incluso talleres de teatro, que mantienen vivo su espíritu de hacer cosas y ser dinámicos.

El equipamiento cuenta con 39 empleados, trece hermanitas y una cuarentena de voluntarios que les echan una mano, siempre dentro de su disponibilidad. «Cada año, alrededor de las fiestas navideñas, celebramos un encuentro de voluntarios para que se conozcan», señala la madre María de Jesús. De este modo, el que suele acudir los lunes puede intercambiar impresiones con el que va los domingos, por ejemplo.

Al margen de dedicar la pensión a costear su estancia en la casa, algunos residentes pueden quedarse con el 15% de los ingresos que reciben, para sus aficiones o sus caprichos. «Es muy importante para ellos porque les da autonomía», remarca la madre.

El futuro de la casa parece que está garantizado, al menos a corto plazo. Los trabajadores aseguran sentirse a gusto, y los residentes están encantados. «Pero el problema es que no hay vocaciones. Todas las congregaciones, de hecho, están en una situación similar. A ver si se anima la juventud», dice la madre. «Aun así, el edificio que tenemos debería durar al menos otro siglo», manifiesta. Algunas casas ya han tenido que cerrar por falta de esta continuidad, lamentan.

Vivir de la caridad

Las Hermanitas de los Pobres viven de la caridad pública. Dos de ellas se desplazan a diario para conseguir fondos. Reciben donaciones de fábricas o comercios, y mucha ayuda del Banc dels Aliments. «Pero vivir de la caridad es muy difícil», apuntan. Pese a que los gastos son muy elevados, aseguran que nunca les ha faltado nada. «Precisamente por eso necesitamos salir cada día a pedir, para darles una vida digna además de mucho cariño y afecto. Nosotras dejamos nuestras propias familias para estar con ellos», manifiestan las hermanitas.

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