Reus: Cuando la vida se extingue a pie de calle

Munta i Baixa. Revertir la acumulación de locales vacíos más allá de los principales ejes comerciales o darles nuevos usos es un reto pendiente

08 septiembre 2019 17:39 | Actualizado a 09 septiembre 2019 08:09
Se lee en minutos
Participa:
Para guardar el artículo tienes que navegar logueado/a. Puedes iniciar sesión en este enlace.
Comparte en:

Temas:

La versión más cruda del problema la podíamos leer esta semana en estas mismas páginas del Diari: barrios enteros en los que ya no queda ningún comercio ni servicio, más allá del bar, caso de Sol i Vista y Pelai. Al tratarse de barrios periféricos, el perjuicio para los vecinos se multiplica, pues para ir a comprar o atender cualquier necesidad hay que desplazarse hacia el casco urbano de Reus, que no está precisamente a cuatro pasos.

Es la cara más amarga del proceso de concentración de la oferta comercial. La distribución alimentaria está mayoritariamente en manos de las cadenas de hipermercados y supermercados, y para infinidad de establecimientos de otros sectores, el final ha llegado por la competencia de las grandes superficies, primero, y del comercio digital, después, agravado por los estragos de la gran crisis.

Calles que en su día fueron epicentros de sus barrios presentan hoy un panorama inhóspito

Un panorama similar al de los citados barrios puede observarse en muchas calles del centro de la ciudad, convertidas en un erial de locales vacíos, con la diferencia de que sus vecinos disponen de oferta comercial y de servicios en las calles próximas. 

Al igual que en cualquier otra ciudad, numerosas zonas de Reus son hoy una sucesión de bajos desocupados, con el cartel de en venta o alquiler si el local se encuentra en una calle donde subsiste la actividad comercial o laboral. En muchas otras, ni eso, excepto los que exhiben la señal de vado porque se utilizan como parkings y garajes.

La crisis y el precio de los pisos han dado pie a la reconversión de locales vacíos en viviendas

Qué hacer con ese inmenso parque de inmuebles a pie de calle es uno de los grandes retos que afrontan todas las urbes, en un momento donde los precios de compra o arrendamiento de viviendas no han parado de subir desde hace años, mientas los locales alejados de las principales vías comerciales se ofrecen a precio de saldo, y ni así encuentran salida. 

Garajes en lugar de comercios

El panorama es especialmente desolador en calles que antaño fueron ejes de sus barrios y el paso del tiempo las ha convertido páramos. Un ejemplo paradigmático es la calle del Carme, que cruza en perpendicular todo el céntrico barrio al que da nombre. En su parte alta sólo subsiste un bar de alterne. En la baja, un par de establecimientos mantienen la actividad. Nada que ver con el hervidero que retratan las viejas fotos de la calle engalanada para las fiestas en honor de su patrona.

Paralela a Alt del Carme, en la calle Sant Lluís, no sobreviven muchos más comercios, pero las viviendas habilitadas en algunos de sus bajos aportan pistas sobre las oportunidades de aprovechamiento que esos pequeños locales ofrecen a propietarios e inquilinos, primero a consecuencia de la crisis y ahora por los altos precios del mercado inmobiliario.

Al otro lado de la ciudad, la calle Sant Roc también cruza el barrio antiguamente llamado de la Illa  –entre la Riera Miró, el Camí de Valls y la calle Muralla– y también se adornaba a lo grande para celebrar las fiestas en honor de su patrón. Desde la hornacina en la que se conserva su imagen, Sant Roc sólo puede contemplar un local abierto en toda su calle, el de Alcohólicos Anónimos. 

En paralelo, el tramo medio de la calle del Roser presenta un auténtico carrusel de carteles de en venta o alquiler, recuerdo de la actividad que no hace tanto albergaban sus aceras.
Al otro lado de la Riera de Miró, ya han terminado las obras de remodelación de la calle Alt de Sant Pere, como anteriormente se hizo con la de Sant Tomàs, los dos largos ejes que cruzan en paralelo la zona. La reforma y asfaltado dan una nueva cara a ambas calles, con la calzada y las aceras al mismo nivel. Una imagen que choca con la situación de abandono que presentan la mayoría de locales en Alt de Sant Pere, donde apenas sobreviven cuatro comercios, el más emblemático de los cuales con un cartel de liquidación en su escaparate. En Sant Tomàs, sólo queda un establecimiento, pero la proliferación de garajes y alguna vivienda a pie de calle aporta pistas sobre cual es el futuro más probable para los inmuebles de planta baja en este tipo de viales. 

Calles reformadas pero vacías

Una situación casi idéntica se vive la calle Sardà, que también cruza todo el barrio de punta a punta pero en perpendicular, desde la avenida Sant Jordi a la calle del Roser. Una panadería y un taller mecánico son los dos únicos baluartes de actividad comercial en todo su largo recorrido.

Calles recientemente renovadas pobladas por una sucesión de locales en desuso también es un paisaje frecuente en el entorno de la calle Ample, que comparte con muchas de las zonas anteriormente citadas la tipología de las viviendas construidas a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, con un espacio en la planta baja destinado a almacenes particulares, pequeños comercios, talleres, garajes...

Los urbanistas y las administraciones públicas tienen ante sí el desafío de reorientar los usos de estos inmuebles y regular las intervenciones y el destino que puede darse a los mismos. La imagen inhóspita que trasladan y la degradación que a menudo conllevan son un lastre para cualquier ciudad que quiera potenciar la vida en sus calles y revertir la desertización comercial que sufren muchos de sus barrios. 

Comentarios
Multimedia Diari