Euforia en Reus

Lluvia de millones. La administración La Pastoreta reparte 240 millones de euros, 180 de los cuales caen en la fábrica Indústries Teixidó de Riudecols

23 diciembre 2020 06:45 | Actualizado a 26 diciembre 2020 09:38
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(¡La crónica de todos los municipios afortunados en el sorteo de Navidad, en la edición impresa del Diari de este miércoles!)

Reus se ha tomado en serio lo de romper el maleficio que la provincia de Tarragona tenía, hasta el año pasado, con el premio Gordo de la lotería de Navidad. En el sorteo de 2019, la entidad El Cachirulo repartía 320 millones de euros en participaciones de un número que había sido comprado en Salou. Era la primera vez que el primer premio caía en las comarcas tarraconenses. Doce meses después, la administración de lotería La Pastoreta de Reus, otra vez Reus,  se convertía ayer en el epicentro de la euforia tras conocerse, pocos minutos después de las 12 del mediodía, el Gordo: 72.897.

Los primeros periodistas y curiosos tardaron muy poco en concentrarse en la puerta de esta conocida administración de lotería reusense, en la plaza de La Pastoreta. Desde su ventanilla se habían vendido la friolera de 60 series del Gordo. O lo que es lo mismo: 600 décimos que se habían transformado, gracias a la varita mágica del azar, en 240 millones de euros.

Las imágenes más típicas de cada 22 de diciembre –al menos en aquellas ciudades donde caen algunos de los premios importantes de la lotería de Navidad– empezaron a sucederse por momentos, con el propietario de la administración de La Pastoreta, Òscar Bausà, al frente, flanqueado por su familia. Cava al aire, un cartel grande con el número premiado y la compañía de la mascota del negocio. Saltos, alegría, gritos, abrazos. «Mi madre abrió esta administración de lotería hace 30 años. Hemos dado algunos premios importantes en todo este tiempo, como un cuarto premio del Niño en 2008 y otro cuarto de la de Navidad en 2009, pero como éste, nunca», explicaba exultante Bausà, quien se enteró de la noticia mientras estaba en la peluquería cortándose el pelo, «una tradición que sigo desde hace años mientras se hace el sorteo».

Indústries Teixidó

Las preguntas por parte de los medios de comunicación al dueño de la Lotería La Pastoreta son, además de esperadas, obligadas: ¿Ha estado muy repartido? ¿Se ha vendido en ventanilla? ¿O, por contra, ha sido a través de participaciones? Bausà nos saca de dudas rápidamente: «El 80% de las 60 series, más o menos, lo hemos vendido en décimos a la fábrica Indústries Teixidó. El resto ha sido vendido a través de ventanilla y, en estos momentos, desconozco si hemos devuelto alguno». Con la duda resuelta, el foco de la noticia se traslada, sin duda alguna, a Riudecols, localidad del Baix Camp a escasos 15 kilómetros de Reus, donde está ubicada Indústries Teixidó, dedicada a la fabricación de piezas de automoción.

Los pocos más de 15 minutos que se tarda en cubrir el trayecto en coche dan para calcular, muy por encima, cuánto dinero han podido repartirse los trabajadores de esta empresa, teniendo en cuenta que se habían quedado un 80% de las 60 series: Entre 180 y 200 millones de euros.

La fábrica nos recibe con la puerta cerrada y con dos jóvenes merodeando. Poco ambiente para la lluvia de millones que acaban de caer entre aquellas cuatro paredes. Coincidiendo con la apertura del portón automático de la empresa empiezan a verse las primeras estampas de alegría. Otra vez abrazos, algún que otro grito, puños al aire y ojos vidriosos repletos de emoción contenida.

A algunos de los empleados de Teixidó ya les tocó el año pasado el
Gordo del Cachirulo

Entre todos los trabajadores que empiezan a pulular por el exterior de la fábrica destaca la presencia de uno. Se llama Jose Lucena y es uno de los protagonistas de esta maravillosa historia con final feliz que se inició el día en que este hombre eligió el 72.897 como el número de la lotería de Navidad que este año se iba a vender en la fábrica. Es el presidente del comité de empresa y no puede contener su «enorme alegría. Al margen de que me haya tocado, estoy muy emocionado por haber sido yo quien elegí el número y poder haber repartido tanta alegría entre mis compañeros».

Lucena, quien prefiere no decir cuántos décimos lleva él –«uno sólo no es», nos dice con una sonrisa pícara–, confirma los cálculos que minutos antes hacíamos de camino a Riudecols. «Hemos vendido unos 450 décimos, o alguno más, entre los 430 trabajadores que estamos en Indústries Teixidó», asegura el presidente del comité de empresa. Eso significa que entre 180 y 200 millones de euros han caído del cielo en esta fábrica de Riudecols. Una empresa que, por cierto, también ha pasado este año momentos duros por culpa de la crisis económica derivada de la pandemia de la Covid-19, viéndose obligada a poner en marcha dos ERTE de reducción de jornada y sueldo entre sus trabajadores.

La sombra del Cachirulo

El azar, en general, y el sorteo de la lotería de Navidad, en particular, nos sorprenden a menudo con historias, cuanto menos, curiosas. Entre los trabajadores que atienden amable, y eufóricamente, a los periodistas hay algunos a los que el año pasado también les tocó el Gordo de Navidad que se vendió a modo de participaciones en El Cachirulo de Reus. «El año pasado llevaba tres participaciones del primer premio, dos de las cuales repartí entre mis dos hijas, y éste tengo un décimo del Gordo», comenta al Diari Jordi Melero, uno de los afortunados que ha repetido suerte. Y es que si Reus se ha empeñado en alargar su idilio con el Gordo de Navidad, Riudecols no se queda atrás.
Algunos de los 320 millones de euros que la asociación aragonesa El Cachirulo repartió el año pasado fueron a parar a esta localidad del Baix Camp de algo más de 1.000 habitantes. ¿Cómo? Pues fue tan sencillo como que una de las integrantes de la Associació de Dones de Riudecols, que también era socia del centró aragonés de Reus, se presentó en una cena de la asociación con papeletas del Cachirulo que fueron vendidas entre una cincuentena de mujeres del pueblo. Pues bien, la diosa Fortuna ha vuelto a cruzarse este año –a modo de décimo de lotería– con algunas de estas familias.

A medida que pasan los minutos, los agraciados con el Gordo de Navidad se van despojando de una cierta timidez y empiezan a desatar la euforia contenida que llevan dentro. Mila Parres, una trabajadora, explica emocionada lo que significa que le haya tocado el primer premio: «Estábamos atravesando un mal momento económico y este dinero nos va a ir muy bien», comenta esta mujer que ha compartido un décimo con una compañera.

Dentro de la fábrica se oyen gritos de júbilo. La alegría se despereza y se suceden los abrazos cómplices entre unos empleados a los que, por un día, no sólo les une el trabajo que realizan en común, sino la alegría de haberse repartido más de 180 millones de euros.

Cara de tonto

Pero como pasa en todas las historias de la lotería, en la de Reus y Riudecols también está la decepción de no haber comprado el número que ha tocado. Tal y como recoge la agencia Efe en su crónica, algunos de estos empleados se autocalificaban de «tontos» porque no habían adquirido décimos del Gordo.
Jordi Valero pertenece al grupo de los primeros, y no olvidará cómo ayer martes estaba en su despacho y, de repente, escuchó muchos gritos. Tampoco olvidará el número 72.897. Al salir de la estancia, ya se cruzó con gente llorando, otros riendo y otros cantando. «Ya he pensado de qué era y me he puesto muy contento», confiesa.

Otros dos trabajadores, sin querer dar sus nombres, admitían que no tenían ningún décimo del Gordo. El primero, porque es de los que cree que nunca toca. «Te puedes imaginar cómo me siento ahora», apostilló cabizbajo. Su compañero reconoció que sí suele comprar, pero que le pasaron los días y no lo llegó a hacer. «Viendo el pellizco que ha llegado hoy aquí se me queda cara de tonto», concluyó. 

El turno de mañana está a punto de finalizar en Indústries Teixidó y la fiesta no ha hecho nada más que empezar. Los cláxones de los coches suenan a su paso por la puerta de la fábrica, a pie de la carretera nacional 420. «Me voy rápidamente para el banco», repite uno de los agraciados enseñando su décimo en la mano. Un décimo que una vez en la oficina bancaria se convertirá en 340.000 euros. Los otros 60.000 se los llevará Hacienda.

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