Roseta Mauri, la bailarina que enamoró París

Fue la primera bailarina de la Ópera de París y estuvo en el candelero 20 años, un hecho insólito que la convirtió en todo un mito

05 julio 2020 20:00 | Actualizado a 11 julio 2020 11:21
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La tradición que hay en Reus en lo que a baile se refiere es abrumadora, hay muchas escuelas en las que se imparte un gran abanico variedades de baile e infinidad de reusenses se han labrado un porvenir en el sector. En este sentido, hay que destacar una figura que ha sido todo un referente: Roseta Mauri (1849-1923). Su arte arrasó y traspasó fronteras. «Los inicios de Roseta Mauri son reusenses, aunque naciera en Palma de Mallorca, ella siempre se sintió de Reus, siempre que podía hablaba de ello. Ella, desde muy joven tenía una complexión predispuesta a la danza. Su padre se dedicaba al mundo de los escenarios, hizo de actor y fue su primer maestro. Mauri actuó en el Teatro Euterpe de Reus. Con el tiempo, el padre pensó que la joven podía aspirar a más y la llevó al Liceu. También estuvo en el Teatre Principal. Se la disputaban para contratarla», explica la licenciada en historia y graduada en archivística y gestión de instituciones culturales Carme Puyol. 
El año pasado, la capital del Baix Camp dedicó el 2019 a Roseta Mauri, como referente internacional en el mundo de la danza. A través de diferentes actos como conferencias, exposiciones fotográficas y artísticas, así como actuaciones de baile, demostraron una vez más el talento de Mauri. El objetivo de la iniciativa fue conmemorar su figura y su legado, así como devolver a la memoria colectiva quien fuera la primera bailarina de la Ópera de París. 

La huella de su arte

A raíz de llevarse a cabo el ‘Any Roseta Mauri’, se elaboró un álbum ilustrado –Roseta– dirigido al público infantil y juvenil en el que se explica la historia de la bailarina, publicación que editó la Fundació Teatre Fortuny (a la vez organizadora del Premi Internacional de la Dansa). La obra fue fruto de la unión entre la acuarelista Teresa Llorach, la escritora Maria Lluïsa Amorós y la propia Carme Puyol. «Pudimos presentar el volumen en el Institut Roseta Mauri, fue una experiencia muy interesante en la que pudimos explicar a adolescentes cómo se hacía un álbum ilustrado», acota la documentalista.

Con motivo del ‘Any Roseta Mauri’, se elaboró un álbum ilustrado llamado ‘Roseta’

La huella que ha dejado Mauri en la ciudad es también notable. Para quien quiera seguir su ‘rastro’, puede encontrar su retrato en la ‘Galeria de Fills Il·lustres i Adoptius’ del Ayuntamiento de Reus, una ilustración en la que a todo color se muestra una mujer peculiar a la vez que interesante. Una calle en Reus también lleva su nombre y nos recuerda quién fue la bailarina que enamoró París. En este sentido, hay que destacar también el Premi Beca Roseta Mauri, un certamen que se convoca cada dos años e incentiva a jóvenes talentos del baile. La organización del Premi Beca Roseta Mauri va a cargo de la Associació de Professors de Dansa de Tarragona, entidad a la que pertenecen diversas escuelas de baile de la ciudad de Reus. 

«La danza de puntas que practicaba Mauri –el baile de clásico– era algo muy nuevo por aquel entonces. No era tan usual. Ella se entregó a este estilo, aunque pocas cosas se le daban mal. Ella podía bailar todo lo que se propusiera», continúa Puyol. Junto al bailarín Lluís Moragas formaron una pareja de baile que marcó un hito en el Liceu de Barcelona. «Ambos dignificaron el baile que, anteriormente, quizás sólo se asomaba al escenario a modo de entreacto y divertimento», señala. Por otro lado, su marcha del Liceu produjo un gran revuelo y la prensa se hizo eco de ello. Tal y como expresa Puyol con titulares de la época, «se pudieron ver medios que decían que la afición empezaba a ir a la baja porque ella se había marchado». Y es que en la capital del Baix Camp había mucha costumbre de ir al teatro y ella era toda una celebridad. «Lo que verdaderamente supuso un antes y un después fue el descubrimiento del compositor francés Charles Gounod de la joven. Fue durante una actuación en la Scala de Milán, donde estaba contratada. Iba ascendiendo. Aquello la catapultó a la Ópera de París, donde consiguió un contrato también importante», apunta.

Por la puerta grande

Mauri llegó a la Ópera de París por la puerta grande y no necesitó pasar por la escuela superior de danza. Eso le puso en el punto de mira, pues las demás bailarinas tenían que pasar por allí obligatoriamente. «Roseta Mauri tenía una pureza en la técnica, lo tenía todo. Era, además, muy exigente y experimentada. Ella conquistaba a todo el mundo», explica.

Su marcha del Liceu de Barcelona produjo un gran revuelo y la prensa se hizo eco de ello

Ella, al llegar a París, trabajó con un contrato de prueba y lo cierto es que su llegada también provocó algunas envidias. «Era un sentimiento muy legítimo, especialmente si hablamos del caso de su antecesora y primera bailarina de la Ópera de París, Rita Sangalli», expone. El asunto estaba en la diana de la prensa, aunque Mauri tenía mucha mano izquierda: «Era inteligente y diplomática. Cuando Sangalli y Mauri tuvieron que subir juntas al escenario para representar una obra, al acabar la función Mauri se abrazó a ella. Eso zanjó todo enfrentamiento y las convirtió en amigas a ojos del público». Las claves de su éxito, como dice Puyol, son: «Dejarse la piel, ensayar entre 5 y 6 horas seguidas y ser una bailarina incansable». Como decíamos, Mauri estuvo 20 largos años en los escenarios. Eso era casi impensable para la época, pues al casarse, las bailarinas optaban por retirarse. «Mauri no se casó ni tuvo hijos. Una prueba de arraigo, aun así, fue la adopción de su ahijado, a quien perdió tiempo después en el frente belga en la primera guerra mundial (1914-1918). Murió por Francia. Fue un golpe muy duro para ella, porque era una de las personas a la que más quería», manifiesta Puyol.

Una peculiaridad que caracterizaba a la artista era que, además de bailar, interpretaba 

Por otro lado, una de las peculiaridades que caracterizaba a Mauri en el escenario era que, además de bailar, interpretaba. «Su cara encarnaba al personaje, expresaba sus sentimientos. Era un factor espontáneo y no lo hacía de una manera impostada», dice. Mauri deja la danza en un momento álgido, en que la «crítica está loca por ella». Según Puyol, fue una decisión inteligente, puesto que la bailarina no quería reflejar ni un punto de imperfección ni de decadencia. «Su ambición fue muy lúcida. Acabó haciendo de profesora de danza en la escuela superior de la Ópera», relata. Acabó teniendo como sucesora una alumna suya muy preparada, «pero había algo en Mauri intransferible, tal vez su gracia, la hacían carismática», manifiesta Carme Puyol. 
 

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