Salvadores de la patria que aún no lo saben

Diario de un confinado | Cuando el Estado falla, no nos queda otro recurso que encomendaronos a los héroes de la retirada

28 marzo 2020 09:54 | Actualizado a 28 marzo 2020 12:21
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La principal obligación de un Estado es proteger la vida de sus súbditos. Según la teoría de Rousseau, de la que parten los Estados protectores modernos, «el contrato social tiene por fin la conservación de los contratantes». Tal como están actualmente las cosas, la parte contratante que formamos los ciudadanos deberíamos denunciar el contrato. El problema es que la otra parte contratante ejerce de juez y parte. Y perdonen si esto empieza a asemejarse al diálogo entre Groucho y Chico Marx en Una noche en la ópera. Es lo que tiene llevar tantos días encerrado en casa, uno hasta se pone a leer textos de filosofía.


Pero no hace falta recular hasta los tiempos de la Ilustración. La protección de los individuos sigue siendo hoy el paradigma que justifica la existencia del Estado y de las instituciones que de él emanan. En lo que no se pone de acuerdo la teoría política es en cuál debe ser la respuesta cuando el Estado nos deja con el trasero al aire. Con el agravante de que cuando la solemne y colosal maquinaria del Estado la pifia,  lo hace a lo grande.


De esto hablamos cuando el gobierno de España y los de las comunidades autónomas, con competencias plenas en materia de salud, han sido incapaces de prepararse para la llegada de una epidemia que ya se ha cobrado casi 5.000 muertos, y de cuya existencia y efectos devastadores estaban avisados. 


Así pues, a nuestra parte contratante no le queda otro recurso que encomendarse a los héroes de la retirada: profesionales de la sanidad, de los servicios sociales, fuerzas de seguridad, transportistas, cajeras de supermercado, comerciantes que llevan la compra a casa, panaderos, farmacéuticos...
 

Y confiar en que los salvadores de la patria estarán a la altura de las circunstancias cuando llegue el día D –de Desconfinamiento–. Y no me refiero a reyes, presidentes ni otros sospechosos habituales, sino a los salvadores que aún no lo saben pero que llevarán el peso de la liberación y soportarán la avalancha de necesitados: peluqueras, barmans, abogados, matrimonialistas, podólogos...

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