'Si un hijo nos agrede, hay que perder el miedo a denunciarlo'

Alfredo Abadías Selma Doctor en derecho penal por la UNED y profesor

19 mayo 2017 16:23 | Actualizado a 24 diciembre 2019 23:10
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Alfredo Abadías (Barcelona, 1970) es doctor en Derecho Penal por la UNED y profesor. Trabaja como profesor en Reus, donde prepara a alumnos con dificultades de aprendizaje. Ha participado como ponente en congresos, ha publicado artículos en revistas y coordina un grupo de trabajo a nivel estatal para crear un instrumento de evaluación para recursos especializados en la violencia filio-parental. También es miembro del Comité Científico del II Congreso de la Sociedad Española para el Estudio de la Violencia Filio-Parental, Universidad de Deusto 2017. Ha hecho su tesis doctoral sobre este tema y acaba de publicarla en el libro ‘La Violencia filio- parental y la reinserción del menor infractor’ (J.M. Bosch Editor), con prólogo de Javier Urra.


- ¿Los jóvenes de ahora son más agresivos con sus padres? - Cada vez se denuncian más casos de violencia filio-parental, pero a Fiscalía solo llega un 10% de los casos, unos 4.000 al año. Los expertos, en los congresos, hablan de unos 400.000 casos reales al año en España. Son muchísimos, pero la gran mayoría no se denuncian.

- En su tesis habla de que muchos casos quedan en intramuros. - Sí, van al médico, al tutor, al profesor, al asistente social… Lo último es ir a la justicia porque supone denunciar a tu propio hijo, y es un paso muy duro.

- ¿Los padres tienen miedo? - Sí, por el desconocimiento, la desprotección, el no saber qué pasará… Les da pánico. Se han dado casos de hijos que luego le dicen al juez que no quieren ver a sus padres. Es una manipulación de sentimientos muy grave.

- Supongo que, aunque les haga daño, ellos no quieren dañarle. Es su hijo... - No quieres perjudicar a tu hijo porque es lo que más amas en este mundo, pero también lo que más daño te hace. Es un sentimiento de impotencia, tristeza y desorientación.

- ¿Denunciar es buena opción? - Es el último recurso. Casi siempre se hace por necesidad extrema. Pero hay que perder el miedo a hacerlo. Porque la ley es buena, los técnicos también, y los jueces. Nunca buscan el castigo, sino la reeducación del menor. Pero los profesionales se encuentran con que a la hora de aplicar la medida hay problemas para hallar sitios donde llevarles. Faltan herramientas. T

arragona es la única provincia de Catalunya sin centro de reforma de menores.

- Proyectaron uno en Reus. - Quedó en nada por las restricciones presupuestarias. Los terrenos están en la carretera de Salou y parece que están pactados con la Generalitat. Pero mientras, estamos en una de las únicas provincias de España sin centro de reforma.

- Y tienen que irse fuera, lejos de casa. - Cuando un menor tiene que ingresar en un centro, el juez de menores de Tarragona se ve obligado a enviarlo a Lleida, Girona o Barcelona. Supone una carga añadida para las familias y para el menor, porque se busca reinsertarlo pero, ¿en la distancia se puede? Es una doble condena. La iniciativa privada se ha adelantado. Y las familias, ante la desesperación, acuden a ella.

- Los costes son inasumibles. - Si tienes que ir por la vía privada, para tratar la violencia filio-parental hablamos de entre 3.000 y 4.000 euros mensuales. Mucha gente no puede pagarlos. Las autoridades tendrían que tomar cartas en el asunto.

- Hábleme del perfil de los agresores. - Suelen ser adolescentes. La edad más complicada es de 14 a 16 años. Y la clase social más afectada, la media-alta. O como mínimo son los casos que llegan más a la justicia. Además, repuntan los casos en las chicas. La mayoría están vinculados al consumo de drogas (sobre todo de marihuana), a las bebidas energéticas, o al fracaso escolar…

- ¿En clase se dejan ver? - No, allí queda difuminado. Acostumbran a ser niños que pasan desapercibidos. El fracaso escolar suele ser importante pero no son los rebeldes de clase. Son educados, encantadores. Lo llevan dentro y lo sacan en familia. En casa se sienten los reyes.

- Estos casos los trataba el programa de televisión ‘Hermano Mayor’. - Dio a conocer un poco la problemática pero la trataba de forma frívola. Lo que conviene no es hacer un programa de intervención puntual, sino un seguimiento, tanto con los menores como con las familias. Si no, no funciona. Sé de casos en los que el programa hizo la actuación, el chico se sintió la estrella y cuando se fueron las cámaras, se sintió frustrado y volvió a la violencia de forma más grave.

- Dicen que los jóvenes están perdiendo el respeto a la gente mayor… ¿Hablamos de este concepto llevado al extremo? - Es una de las causas, la pérdida de referentes, de respeto, de valores. Pérdida del norte, en definitiva. De las familias en primer lugar, y de los menores, consecuentemente. Hay muchas familias desorientadas con valores muy materiales, poco firmes.

- En ocasiones se ha referido al ‘síndrome del emperador’. - Es uno de los términos que se han usado. Lo emplea Vicente Garrido, criminólogo. También está el síndrome de los hijos tiranos, que dice Javier Urra; o los rebeldes del bienestar. Hay varios términos mediáticos que designan lo mismo: hijos que solucionan sus problemas mediante los instintos más primarios. Nadie les ha enseñado a hacerlo con la negociación, el amor, la renuncia, el respeto, la empatía, los valores… Hay que educarlos en este sentido.

- Entonces, ¿es un problema de educación? - Fundamentalmente, sí. Hay padres que, por el hecho de querer muchísimo a su hijo, tienen una venda en los ojos que les impide ver la auténtica realidad hasta que ya es tarde. El amor paternal es precioso pero también ciega. Y es bueno tener contacto con la familia extensa para tener más puntos de vista y fomentar la prevención. Hoy se está nuclearizando demasiado.

- Si no se actúa para reconducirles, ¿pueden derivar en maltratadores de género? - Puede ocurrir. No saben gestionar las emociones ni solucionar los conflictos de otra forma. Confunden el amor o el cariño con una posesión más. Es la cultura ‘touch’.

- ¿Touch? - Como los smartphones o las tabletas. Quiero esto y lo quiero ya. Solo con tocarlo. De forma instantánea. No dan valor a las cosas, ni a las personas. Solo tienen en cuenta sus derechos, pero ignoran las obligaciones. Hay que ayudarles.

- Y no olvidarse de los padres. - Necesitan un acompañamiento y una atención. La justicia penal dice que sancionemos al menor y lo reeduquemos, pero, ¿qué pasa con la familia?

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