Un reusense con parálisis cerebral ejerce como DJ en salas comerciales

Adrià accede a una tableta por unos conmutadores del cabezal de su silla y activa una pantalla a través de su mirada

19 mayo 2017 23:59 | Actualizado a 20 mayo 2017 21:37
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Hay personas especiales, nacidas con una estrella única e intransferible. Adrià Abadia Martínez (Reus, 1992) pertenece a esta estirpe. Asido a una sonrisa perenne, conquista desde una naturalidad apabullante. Donde otros -la mayoría- ven barreras, él abre puertas con la llave de la empatía y de una ilusión genuina. Unos sueños que desde hace dos años le conducen a convertirse en un DJ de música electrónica. Y en su caso, los sueños dejan de serlo para tornarse en una realidad rotunda. Como demostró hace dos semanas en la sala Zero tarraconense, donde se erigió en uno de los atractivos del Festival Ecléctico.

Este reusense sufrió de nacimiento una parálisis cerebral que le ha supuesto un trastorno en el movimiento, en la postura y en la articulación del habla. Un golpe que, con la ayuda de sus padres, de su hermana y de los educadores, ha neutralizado excepcionalmente hasta situarse en una normalidad vital admirable. Y es que, además de su faceta como pinchadiscos, es un joven de su tiempo, al que le apasionan los ‘gadgets’ tecnológicos (su cumpleaños fue el miércoles y recibió un iPhone 6), la moda, jugar a boccia (una variante de la petanca) y, sobre todo, salir de noche. Es un habitual de los locales nocturnos de su ciudad y también realiza excursiones puntuales a Salou e incluso al emblemático Florida 135 de Fraga.

«Me encanta la música, sobre todo el electro latino. Tanto para escucharla como para pincharla. La gente se lo pasa bien con mis sesiones y eso es fantástico», explica con la emoción fresca de su reciente actuación en la Zero. Tal fue el éxito cosechado, que ha recibido propuestas para contratarle en otras salas catalanas. Su página de Facebook se llenó de felicitaciones por la hora y media de baile que sirvió.

 

Admiración y orgullo

Montse y Antonio, sus progenitores, contemplan entusiasmados las explicaciones que ofrece su hijo. Una mezcla de admiración y orgullo por el camino recorrido juntos y, sobre todo, por el que queda por recorrer. En ellos se adivina un trabajo generoso y constante, que ha logrado dar un barniz de cotidianidad a lo extraordinario.

Adrià se desplaza con una silla automatizada que controla propulsando unos conmutadores situados en el cabezal, que también le permiten acceder a un comunicador tecnológico portátil (una tableta). Además, dispone de una pantalla de comunicación integrada por 850 pictogramas, que activa gracias a un sistema codificado que funciona con su mirada. Disfruta de un software específico para el empleo de todo tipo de aplicaciones, desde un procesador de textos al navegador de internet o a Youtube e iTunes, páginas en las que escucha y descarga las canciones.

Al apoyo familiar se suma el de un nutrido grupo de profesionales que le han acompañado desde que a los tres años ingresó en el colegio Ciutat de Reus. Posteriormente se ha formado en el CEIP Mowgli, el IES Gaudí, el Taller Gresol y CPEE Alba. Actualmente está inscrito en un curso ‘on line’ de producción musical. «Puede pasarse horas y horas en la habitación, con sus auriculares y con sus canciones. No se cansa. Vive la música muy intensamente», confiesa su madre.

De niño, el fútbol y en especial el Barça le robaban el corazón. Pero desde 2012 los sonidos electrónicos se han adueñado de su vocación. «Todo comenzó por Berna, un amigo del barrio Gaudí, que me dio a conocer el programa ‘Virtual DJ’. Me abrió un mundo nuevo que me permitía pinchar. Al principio me costaba pero le dediqué muchísimo tiempo y aprendí», asevera entusiasmado. Los primeros pinitos los hizo en el anonimato de su hogar, pero no tardó en dar el salto y actuar en su escuela, paso previo a hacerlo en salas de renombre.

 

Hip hop

El hip hop ocupa un lugar preeminente en su listado de preferencias, con Violadores del Verso como referentes. Y dentro de la escena electrolatina adora a Juan Magán, con quien se hizo fotos y departió tras un concierto en Pachá. Ahora es él al que iluminan los focos y ejerce como maestro de ceremonias. Una carrera a la que anhela entregarse en cuerpo y alma. «Me pongo en contacto con salas de todas partes para presentarme y para ofrecer mis servicios. Nunca me canso de enviar correos electrónicos», comparte. Sus padres corroboran esa obstinación: «Cuando tiene una determinación, se esfuerza y va hasta el final con todas sus fuerzas».

Solo desde esta determinación puede explicarse tamaño milagro. Un ejemplo palmario de que no hay montaña suficientemente alta ni inaccesible para la voluntad humana.

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