«Una cuarentena de familias se han ido de Mas Pellicer en cinco años»

Así lo afirma el presidente de la asociación vecinal, Eduardo Navas, que denuncia la inseguridad y abandono del barrio

23 mayo 2021 18:50 | Actualizado a 24 mayo 2021 05:22
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Hace dos semanas, el presidente de la Asociación de Vecinos Primer de Maig, Eduardo Navas, encontró el coche de su hijo calcinado. El vehículo estaba aparcado en el propio barrio Mas Pellicer (más conocido como San José Obrero) donde el líder vecinal vive junto a su familia desde hace ya 40 años. Todo parece indicar que se trata de una amenaza, como las tantas que ha recibido Navas por denunciar los problemas con el incivismo, las drogas y la ocupación que hay en este barrio del sur de Reus.

A pesar de que, esta, sea la segunda ocasión en que calcinan un coche de Navas –la última vez fue en 2017–, el presidente de la AAVV Primer de Maig tiene claro que no se quiere mover del que siente como su barrio. «Yo estoy tranquilo, entiendo que no gusta que denuncie según qué cosas, pero tengo muchos motivos para seguir en este cargo, hay mucha gente mayor que se siente muy indefensa y tengo unos nietos que viven aquí y quiero conseguir un barrio mejor», explica al Diari. Navas sigue teniendo la esperanza de que el barrio cambie. ¿Cómo lograrlo? Su reclamo es el de siempre, el que ha repetido una y tantas veces: más seguridad. «Tener una patrulla diaria, pisando calle un par de horas al día, ayudaría mucho».

Una de las cosas que más preocupa al líder vecinal son las consecuencias del incivismo y «abandono» que vive el barrio. Navas explica que una cuarentena de familias se han ido a vivir a otras zonas de Reus en los últimos cinco años. Una veintena de ellas tenían la vivienda en propiedad y otras diecisiete en alquiler, según las cifras que él controla.

M. H, nació en Mas Pellicer, barrio del que se fue a los 32 años. Tenía un hijo en camino y, a pesar de su apego con el lugar que la vio crecer, decidió mudarse a Mas Iglesias, justo al lado. «Siempre será mi sitio, pero la situación no es agradable. Los solares están abandonados y hay personas que vienen expresamente al barrio a drogarse», explica. «Me hubiera gustado quedarme, muchos nos conocemos desde siempre y nos ayudamos mutuamente, pero llega un momento que no compensa».

Sin respeto ni policía

Mas Iglesias y Mas Abelló están ubicados en una zona que se augura como estratégica en un futuro. El impulso del Tecnoparc, con la llegada de empresas, el campus universitario de la Universitat Rovira i Virgili y las nuevas instalaciones del Hospital Sant Joan dieron cierta esperanza al barrio. Ni con estas logró recibir la atención que piden del consistorio. Ahora, el proyecto de la Estació de Bellissens, que ubicará una segunda parada de trenes muy cerca de estos barrios, abre la esperanza de una mejora para el barrio.

Antes, sin embargo, habrá que lidiar con varios problemas. Uno de ellos es la okupación. «Si no hablamos más del tema es porque todos los pisos que se podían okupar ya están ocupados», explica Navas, que los cuantifica en una veintena y asegura que, algunos, llevan más de cuatro años en este estado. «No son el principal foco del problema, porque también hay mucha ocupación de necesidad, pero sí que hay ocasiones en que los okupas han logrado expulsar a los vecinos del mismo bloque para tener otro espacio».

Por otro lado, está el incivismo que se repite cada noche. Según explica Navas, varios grupos de personas beben en los porches resguardados de los edificios, donde rompen el cableado y se reúnen en las plazas hasta altas horas de la noche, sin permitir descansar al vecindario y destrozando el mobiliario urbano. La situación ha llegado a tal punto que, desde la asociación de vecinos, impulsarán un referéndum para decidir si hay que quitar los bancos de estas plazas para evitar más reuniones de este cariz. Es una opción que se valora, pero en la que el propio barrio tendrá la última palabra.

Otro punto es el cuidado de los descampados. El deterioro de espacios como el antiguo solar del Corral de la Pacheca o el de la calle Mas del Tallapedra se han convertido en vertederos de basura, abandonos de coches o espacios a los que acude la gente a drogarse. «El barrio se potencia arreglándolo» insiste Navas, que recuerda una falta de servicios en la zona: ni una entidad bancaria, ni reparto a domicilio y con la oficina de la policía y el CAP más cercano a unos veinte minutos andando de distancia.

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