El cerebro del Teatre Fortuny

Pilar Villaseñor es, con 28 años, la regidora del Teatre Fortuny de Reus. Una detallista que domina las entrañas de cada obra

14 abril 2019 13:36 | Actualizado a 19 abril 2019 23:45
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Decía Enrique Bunbury, en la biografía que escribió sobre el músico aragonés Pep Blay, algo así como «al final he sido lo que yo he querido ser, he tomado el camino que yo quería tomar, no el que esperaban de mí». En el proceso de búsqueda vital de muchas personas, no resulta sencillo hallar ese lugar ideal de plenitud.

Con sólo 9 años, el mundo del foco y de la interpretación llamaron la atención de Pilar Villaseñor (Ciudad Real, 1991). Su madre, Anna, se empeñó en presentarla a varios castings, aunque con el tiempo se dio cuenta de que no le convencía. Incluso un amigo de la familia le realizó un book de fotos para presentar sus virtudes, pero Pilar, que por aquel entonces residía en Sant Pere i Sant Pau, encontró un refugio crucial en el Estudi de Dansa Montserrat. «A ese lugar se lo debo todo». El Teatro amateur y los ocho cursos del Royal, una especie de carrera relacionada con la danza clásica, le contentaron el tiempo de ocio. Con apenas 17 años, cerró esos primeros estudios y abrió definitivamente su idilio con la interpretación y el arte. Un camino de vaivenes, de encuentros y desencuentros.

«El peor juez de mí misma soy yo» admite Pilar a menudo. Por eso tardó más de la cuenta en encontrar una razón irrefutable para apostar ciegamente por su pasión. Locuras personales de juventud la llevaron a distanciarse de su círculo más cercano. Ya había superado los 20 años. «Muchas veces pienso que he llegado tarde a todo». Villaseñor tomó definitivamente su decisión más firme cuando se apresuró a que el tiempo ahogaba. Probó cursar diagnóstico de laboratorio pero esa experiencia andaba lejos de su bienestar. Ingresó en el Col·legi del Teatre de Barcelona con 25 años y hoy ya se encuentra en el final de esos estudios, ya más instalada en la vorágine de proyectos profesionales relacionados con el mundo del escenario y, también, por todo lo que se mueve detrás de él. Esa curiosidad de poder dominar las situaciones técnicas de cada obra.

Amante del género Clown, el teatro trasladado a la mímica y al circo con el Tricicle como claro ejemplo, Villaseñor ha participado como actriz en los talleres de final de curso del Col·legi del Teatre y ha colaborado con la Universitat Rovira i Virgili en proyectos audiovisuales. Su sueño pasa por introducir el teatro en los colegios. Le fascina la pedagogía con los niños. «Me gustaría enseñarles todo lo que he aprendido con mis propios errores» asegura. 

En una de sus últimas aventuras de interpretación, realizó un papel que se parecía «demasiado a mí misma y eso me creó problemas por mi carácter, lo pasé mal». Se interpretó más a ella que al personaje y necesitó reajustarse un poco. El oficio.
La casualidad y también la influencia del Estudi de Dansa Montserrat, hilo conductor de esta historia, provocaron que Pilar cruzara su camino con el Teatre Fortuny de Reus. Había trabajado como ayudante de micrófono en varios festivales del centro y ese contacto permanente con Ricard, el responsable técnico del Fortuny, acabaron con un entendimiento laboral. Hace menos de un año que Villaseñor es la regidora del Fortuny, una nueva experiencia que añade a un currículum que parece no disponer de límites.
 

Ricard, de forma inesperada, se convirtió en el jefe de Pilar. La vio crecer bajo ese entusiasmo juvenil que desprenden los jóvenes talentos. Ya trabajan codo a codo. Pilar entre dos aguas, entre el equipo técnico y el artístico. Se ha transformado en una detallista sin desmayo. No se le puede escapar ningún rasgo de la obra. Algunas veces no ha encontrado actores por los pasillos. Hay truco. Si es fumador, claro. Ya ha participado en la representación de Maremar, una de las obras que más la ha impresionado, de la compañía Dagoll Dagom. 

Por si fuera poco, la regidora del Fortuny trabaja en la gestación de una nueva compañía, Improductores, junto al humorista Fernando García Torres, la pareja de su padre, Marta, su hermano, Alejandro y su pareja, Jesús. Un proyecto de espectáculos de improvisaciones, en el que el público va a disponer de un papel fundamental. Participativo.  

Desde que su padre Enrique le regaló «Muerte accidental de un anarquista», de Darío Fo, la primera obra que leyó y la que más ha marcado su vida, Pilar ha tomado un impulso indiscutible hacia ese mundo con tanto embrujo como el teatro. Con sus dudas y sus miedos existenciales, pero con una entrega ya de por vida. Es su lugar.

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