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    Joaquim Maria Bartrina, una obra intensa pero breve

    A pesar de su corta trayectoria, las creaciones en verso y prosa del reusense todavía le reconocen como un referente prolífico, anticlerical y apasionado de su obra

    19 junio 2022 12:29 | Actualizado a 19 junio 2022 12:31
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    Todavía es posible a día de hoy vérselas «cara a cara» con un joven literato reusense que nació justo a mitad del siglo XIX y que se convirtió en un personaje intelectual y polifacético de los más reconocidos catalanes de la época.

    Joaquim Maria Batrina i d’Aixemús no solo figura en la Gal·leria de Catalans Il·lustres del Ayuntamiento de Barcelona, también es Fill Il·lustre de Reus, su ciudad natal, donde sigue presidiendo la plaza Catalunya en forma de monumento. Dicha obra escultórica es un busto de Ramir Rocamora, en bronce, que retrata al poeta y dramaturgo y que está incluido en el Patrimonio Arquitectónico de Catalunya.

    Si bien la escultura «permanece desapercibida para muchos ciudadanos», como apunta el historiador Jaume Massó, Bartrina desarrolló una trayectoria excepcional y auténtica.

    Son muchos los adjetivos que le describen: «escritor, poeta, dramaturgo, ensayista, traductor, intelectual, pensador, conferenciante...», tal y como enumera Massó, y destacó muy especialmente como poeta por oscilar entre el materialismo y el naturalismo más extremo.

    Incluso, desde joven, se le auguraba al reusense un futuro prometedor, evidenciado, en gran parte, con su implicación en la vida cultural de la ciudad y en el Centre de Lectura, en particular. Aunque trabajó en el negocio familia, su pasión era el mundo de las letras, la literatura y el teatro, donde plasmó una gran afición por la dramaturgia.

    Uno de los rasgos que, sin duda, marcaron la obra de Joaquim Maria Bartrina fue su ideología política. El historiador afirma que «era anticlerical, una persona muy de izquierdas y un referente del republicanismo federal».

    Ideología y censura

    Pese a los elogios de los obreros y trabajadores de las grandes industrias textiles de la zona, que compartían ideales y fomentaron numerosas huelgas y movimientos populares; a pesar de la gente joven hambrienta de revolución, como «el personaje anticlerical por excelencia» que era, sufrió la censura directa en muchos de sus artículos.

    En uno de sus poemas más famosos, De omni re scibili, incluso, se censuró una estrofa completa en la versión impresa y su autor decidió reescribir a mano –en el ejemplar del Centre de Lectura– los versos suprimidos. También, el reusense generó gran polémica con su libro «¡Guerra a Dios!», que defendía a Suñer y Capdevila y su posicionamiento escéptico.

    Más adelante, a Bartrina le pasarían factura sus colaboraciones en publicaciones satíricas, como El Sorbete y El Mosquito, pues muchos especularon sobre su posible dirección de ambos periódicos. El literato se convirtió en un portavoz de los jóvenes republicanos de la época y los opositores conservadores hicieron de él una diana de acusaciones e, incluso, de una agresión física en junio de 1869.

    Treinta años prolíficos

    Desde sus primeras «Pàgines d’amor», obra publicada en la revista El Eco del Centro de Lectura, escribió y dirigió numerosas piezas teatrales, tradujo algunos textos y, sobre todo, sobresalió en su creación poética. Su poemario por excelencia, «Algo», que alcanzó numerosas ediciones a partir de 1874, o el recopilatorio póstumo «Obras en prosa y verso» muestran la proeza y el talento innatos de Bartrina. Además, su literatura no estaría completa sin artículos individuales, políticos y satíricos, ni sin sus opúsculos científicos.

    La vida del reusense fue tan prolífica como demasiado breve, una tuberculosis pulmonar le llevaría la muerte en 1880. Entonces, Joaquim Maria Bartrina era un joven en pleno proceso de maduración. «En apenas 30 años hizo muchas cosas, pero cabría imaginar cómo hubiese sido de vivir 20 o 30 años más», reflexiona Jaume Massó, con la mente puesta en todos esos proyectos que se quedaron en el tintero y nunca llegaron a ser.

    Junto al Teatro del Centre de Lectura y su propia escultura, también existe una calle -aunque desplazada al polígono Agro-Reus hace unos años- que recuerda la figura del poeta y dramaturgo como reusense de excepción.

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