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    Neus Segrià y
    un taller abierto
    al mundo artístico

    La artista hizo de su taller un centro de referencia social y artística para los vecinos de Reus y todos aquellos que admiraban su obra y la reconocían mundialmente

    28 mayo 2022 20:04 | Actualizado a 29 mayo 2022 07:00
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    Reus había tenido tradición ceramista durante muchos años, pero poco a poco se fue perdiendo. Neus Segrià retomó el mundo de la cerámica y esta mujer avanzada a sus tiempos logró que la ciudad fuese un centro de referencia pionero gracias a su taller en la Calle de Balmes.

    Lo más remarcable de su trayectoria es que la gente la apreciaba mucho, tenía muy buena relación con los reusenses. La ceramista había nacido en Tarragona, pero como bien señala su hijo, Josep Vila, «fue algo puramente circunstancial, porque su abuela vivía allí» y, desde entonces, toda su vida su desarrolló en Reus. Así, el Ayuntamiento acordó otorgarle el título de Filla Adoptiva en 2018.

    Segrià está considerada como una de las ceramistas contemporáneas más importantes en Catalunya y de España. De joven, compaginó sus estudios mercantiles y económicos en Barcelona con su interés por las Bellas Artes. Ya en edad laboral, regresó al Baix Camp, se casó, y el ajetreo familiar le impidió dedicarse a su pasión durante una temporada. Más adelante, contactó con artistas como Sedó d’Esparraguera y Antoni Cumella y volvió a la cerámica.

    Aunque hizo algunos pinitos en la pintura, verdaderamente le interesaba trabajar el barro y darle todo tipo de formas. Fue gracias a sus amigos ceramistas, sobre todo Sedó d’Esparraguera, que aprendió a usar el torno y se inició en la disciplina. Neus Segrià «era una fanática de su trabajo, no le importaba trabajar fuera de horas, a veces eran las doce de la noche y todavía había luz en el taller», describe Vila. Incluso, se preocupaba por vigilar el horno de madrugada para observar la cocción de las piezas.

    Esa inquietud venía dada porque siempre era una sorpresa ver el resultado. En el tiempo de creación de una cerámica, los colores pasan de ser neutros a cobrar vida y, según expresa Josep Vila, «tienes que imaginarte que una pieza que empieza siendo gris, a lo mejor termina siendo roja».

    Evolución a fuego lento

    La cerámica de la tarraconense mantuvo en su mayoría un carácter clásico. La artista fue evolucionando desde las formas más tradicionales a técnicas más avanzadas como el Rakú, las fundiciones o la fotografía sobre cerámica.

    Aunque, sin duda, el gran valor de las piezas de Neus Segrià residía en los esmaltes orientales que descubrió durante una estancia en Japón. Completaba sus obras con un esmaltado muy trabajado, creado a partir de distintos materiales y con precisión casi matemática en las proporciones. Su mayor característica, eso sí, eran los colores rojos y un azul oscuro omnipresente en su colección. Josep Vila, que ayudó a su madre en ocasiones, lo define como un proceso «de investigación, de ir probando y compartiéndolo con la gente».

    Porque si algo consiguió Segrià es expandir sus obras más allá de su taller. Tuvo tal reconocimiento global que llegaron a contar con sus exposiciones en museos de Roma, Nueva York, París y Japón. A su vez, sin embargo, su lugar de trabajo «era casi como una cafetería», explica su hijo, porque siempre estaba abierto a todo aquel que quisiese conocerla o aprender de ella.

    Una puerta abierta al arte

    Es más, varios amigos suyos, artistas internacionales, venían a Reus y se quedaban en su casa durase lo que durase su estancia en la ciudad. Todos tenían esa puerta abierta a crear junto a ella y muchos escultores y pintores, como Oteiza, Queralt o Aldomà Puig disfrutaron de aquella oportunidad. Y es que el taller de la Calle de Balmes le daba vida a la ciudad y, sobre todo, a la ceramista que no se quería jubilar ni habiendo cumplido 89 años, con gran parte de su recorrido dedicado a esa pasión.

    Neus Segrià fue una artista intensa y, ahora que no quedan ceramistas en Reus, ella quisiese que su obra y arte no se perdiesen con el tiempo. Pese a ello, su taller fue «del pueblo y del mundo» y ella hizo de sus aspiraciones de juventud una realización profesional. Y todo junto a una vida muy plena, con cinco hijos, nueve nietos, tres biznietos -y otro en camino- que se enorgullecen de su labor artística y humana.

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