La generación que se fue en silencio

Los mayores han sufrido las consecuencias más duras y ahora con la vacuna recuperan la esperanza. Casi el 90% de los fallecidos en España tenía más de 70 años

15 marzo 2021 19:30 | Actualizado a 16 marzo 2021 11:07
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El alzhéimer hizo mella en los recuerdos de María Jesús hasta que se fue en silencio el 8 de abril a los 89 años. Sus familiares no pudieron acompañarla en sus últimas horas. «Perdió la memoria pero nunca la sonrisa, era el cariño hecho mujer», recuerda uno de sus dos hijos, que mantiene la pena de no haberla despedido. Lo mismo le ocurre a Félix, cuyo duelo dice no haber terminado. «Mi padre fue un ejemplo al que quisiera llegar a parecerme. Se fue solo y sin el cálido abrazo de su gente». Tenía 86 años. Carmen tampoco tuvo cerca a ninguno de los suyos en su último viaje a los 96 años. «Se fue en la más absoluta soledad», escribe uno de sus hijos. La familia de Juliana y Agustín jamás olvidarán el fatídico mes de abril, en el que se llegaron a producir hasta 12.000 muertes por encima de lo habitual en nuestro país. Ella, con 89, y él, con 91, se fueron juntos. Angela, de 85 años, fallecía tan solo cuatro días después que su marido Anselmo.

En cada muerte hay una historia que en ocasiones se queda sin contar. Porque hay, incluso, a quien nadie reclamó y cuyos cuerpos quedaron en algún frigorífico del Instituto Anatómico Forense. Un drama dentro de la propia tragedia. Víctimas a las que nadie llamó a su puerta ni preguntó por ellas. El peor de todos los finales.

Los más mayores no solo fueron duramente castigados por su vulnerabilidad al virus, también por la soledad a la que se enfrentaron en los peores días de confinamiento, en los que la recomendación de no salir de casa ni recibir visitas –por ser la población de mayor riesgo– les dejó completamente aislados en sus domicilios.

En muchos ha causado estragos en su salud física y mental. Personas que hace un año vivían solas con plena autonomía, hoy padecen un cuadro de demencia no diagnosticado, según un estudio del departamento de Salud Mental del University College de Londres.

Apoyo

Frente a esta triste situación, fueron varias las iniciativas que surgieron para dar acompañamiento y apoyo a este sector. Teléfonos de atención o videollamadas para garantizar la actividad física fueron algunas de ellas. Una de las destacadas es la de la iniciativa ‘Minutos en compañía’ o la ‘start up’ social ‘Adopta un abuelo’, un programa intergeneracional de compañía para que la tercera edad sobrelleve la soledad.

En España, más de dos millones de mayores viven solos en sus domicilios y 360.000 en residencias, pero solo el 40% de estos últimos recibe visitas. La pandemia recordó la debilidad de quienes lucharon y resistieron ante muchas de las penurias vividas en la historia de España.

Los ancianos fueron carne de cañón para este enemigo invisible que brotó de la forma más sanguinaria ante ellos, haciéndoles perder su condición individual y convirtiéndoles en números de la estadística en el recuento que se hace a diario.

«Detrás de esas cifras existen personas que han levantado este país de la nada, personas que han construido una democracia plena a pesar de haber vivido una época a la que, incluso los que no la hemos conocido, no queremos volver», escribe en una carta José Antonio, que perdió a su madre por culpa del virus en una residencia. Leo, de 76 años, sufría alzhéimer desde hacía casi dos décadas. Una insuficiencia respiratoria se la llevó.

El virus es letal con la edad. Ronda el 14% desde los 70 a los 80 años y prácticamente supera el 30% para los mayores de 90, según los datos del Instituto de Salud Carlos III. Dicho organismo realizó recientemente una radiografía de la pandemia para determinar la media de edad de las víctimas de la covid: 78 años y con patologías previas. Ni los infectados ni las muertes se conocen con exactitud. A muchos ni les hicieron el test durante la primera ola.

Residencias de ancianos

Casi el 70% de los fallecidos en España como consecuencia de la crisis sanitaria tenía más de 80 años, un porcentaje que se eleva hasta casi el 90% si se cuenta a los mayores de 70. Muchas de estas muertes se han producido en residencias de ancianos, uno de los lugares más castigados por este asesino que ahoga los pulmones de sus víctimas. «Los pacientes se morían solos, bueno con nuestra compañía, porque no estaba permitido que entraran los familiares. Los cadáveres se nos amontonaban», cuenta una médica de una residencia de ancianos.

El número de víctimas mortales en estos centros –ya sean públicos, concertados o privados– supera las 30.000. Un estremecedor informe de Médicos Sin Fronteras que se hizo público en agosto mostró la dura realidad. «Entre finales de marzo y principios de abril, cientos de residentes vieron denegada la solicitud de acceder a los servicios de urgencias e ingresos hospitalarios, restringiendo su acceso según comunidades autónomas y días de evolución de la epidemia. Sin alternativa, las residencias se vieron obligadas a mantener alojados a pacientes positivos con pronóstico muy grave», explicaba el documento, que había recopilado los testimonios de trabajadores de 500 residencias en todo el país.

En el año de la pandemia, el 8% de los residentes en geriátricos habrían fallecido a consecuencia del SARS-CoV-2. Ahora, cuando se cumple un año del estallido de la pandemia, estos centros ven la luz.

Desde el 27 de diciembre, aquellos que vieron morir a sus compañeros comenzaron a recibir las primeras dosis del remedio de Pfizer y Moderna. Los contagios en las residencias de mayores se desplomaron en el último mes. Los positivos disminuyeron en un 95% entre el 24 de enero y el 21 de febrero, según datos publicados hace unos días.

La inmensa mayoría de usuarios de las residencias ya hace más de dos semanas que ha recibido la segunda dosis de la vacuna. Ellos, ahora sí, ya son inmunes.

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