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    «Cuando te dicen ‘no hay latido’ es el peor momento de tu vida»

    Recientemente se ha creado un grupo para asesorar y acompañar en el duelo a familias cuyos embarazos se han visto interrumpido s

    08 mayo 2022 17:52 | Actualizado a 08 mayo 2022 17:55
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    «Cuando te dicen ‘no hay latido’ es el peor momento de tu vida», recuerda Sandra López, que perdió a su hijo el año pasado. Estaba embarazada de 37 semanas y de repente el corazón de Víctor se paró. A partir de allí el guión que toda la familia tenía previsto cambió. Sandra agradece que su ginecóloga le aconsejara, sin presión, un parto vaginal. Pese que en ese momento ella solo quería salir rápido de la situación con una cesárea, fue importante para su recuperación física y emocional.

    Pero a partir de allí sintió lo que refieren muchas familias cuyos hijos mueren antes de nacer: la presión social por olvidar. «La gente no soporta que hables de él o de ella». Hay una especie de obligación moral por pasar página con frases del estilo «ya te volverás a quedar embarazada», aunque en realidad «los hijos no son cromos que puedes intercambiar».

    Justamente con la idea de acompañar ese proceso de duelo nació en pandemia la asociación ‘A Contracor’ a nivel catalán. En octubre del año pasado un grupo de madres abrió la delegación de Tarragona. La entidad se ocupa de acompañar a mujeres que han tenido que interrumpir su embarazo por motivos médicos o personales, aunque en Tarragona acogen también a las madres cuyos hijos han muerto antes de nacer.

    Mercé Arts es, junto con Sandra, una de las fundadoras de la entidad. Ella interrumpió el embarazo de su hija Marina cuando estaba de 21 semanas. Los médicos le anunciaron que el bebé no crecía y que no podría desarrollarse. Análisis posteriores demostrarían que se trataba de un problema genético. Marta, que vuelve a estar embarazada, acudía a un ginecólogo privado que daba largas al momento de hacer la interrupción. Ella, en medio del shock, tuvo que comenzar un peregrinar para averiguar por su cuenta cómo debía ser el proceso. Todo con el tiempo en contra, ya que a partir de las 22 semanas para interrumpir el embarazo se necesita pasar por un tribunal médico. Hay que tener en cuenta, además, que hay profesionales que pueden negarse al procedimiento por objeción de conciencia. En medio de aquella lucha Marta no se pudo despedir de Marina como le habría gustado. «No queremos que ninguna familia pase por lo que tuvieron que pasar las nuestras», señala.

    En la entidad se ocupan de asesorar sobre los aspectos relacionados con la interrupción. «Aunque te lo explique un médico, agradeces que te lo cuente otra madre que pasó por lo mismo», señalan. Lo hacen también con mujeres que han decidido interrumpir el embarazo por otros motivos no médicos y que tampoco suelen tener con quién comentar su situación.

    Realizan tanto grupos de ayuda mutua como apoyos individuales para las familias que lo necesitan.

    Además de la atención directa a las familias, la otra gran pata de su trabajo es compartir sus experiencias con el personal sanitario al que le toca acompañar a las familias en el momento de parir un bebé fallecido. Para ello han elabortado unos saquitos que contienen un arrullo y gorro. Cosidos mayoritariamente por madres y abuelas que han pasado por la misma situación, tienen cuatro medidas diferentes según las semanas de embarazo. Es además un símbolo material de que su hijo nació y lo arroparon. Muchas madres se han encontrado con que la primera y única vez que ven a su bebé se lo entregan en un empapador desechable. «Es algo que nunca harían con un bebé vivo», lamentan.

    Destacan la importancia de que las familias tengan la oportunidad de hacerse fotos para tener un recuerdo. Es algo que a muchas no se les ocurre en el momento y que después lamentan. «Son cosas que te van sanando. Ellas (las madres del grupo) fueron mi salvación, porque hay cosas que no hablas ni con tu pareja... No se supera, pero aprendes a vivir con ello», termina Sandra.

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