El plástico generado por la pandemia podría llegar a colapsar vertederos y mares

Se trata de un problema que ya existía, pero que se ha exponenciado con la emergencia sanitaria. Una buena gestión medioambiental y de reciclaje puede ayudar a revertirlo

18 mayo 2021 11:08 | Actualizado a 24 mayo 2021 11:07
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Hace un año todavía estábamos confinados en casa, a un paso de poder volver a recuperar nuestras vidas. A lo largo de todos estos meses hemos constatado cómo la pandemia por coronavirus ha cambiado nuestra antigua realidad y cotidianidad. Justo unas semanas después de que haya finalizado el estado de alarma, aún estamos recuperando libertades y acostumbrándonos a la llamada ‘nueva normalidad’. Hemos modificado conductas a otras más saludables, como lavarnos las manos con mayor asiduidad, portar mascarilla para prevenir los contagios de diversos virus, ser más higiénicos en el hogar y el trabajo, guardar el distanciamiento social... pero otras muchas deben ser reforzadas. Por ejemplo, no debemos olvidarnos de reciclar correctamente.

Durante la crisis por el coronavirus se empezó a complicar la gestión de residuos en España, sobre todo por el aumento exponencial de desechos sanitarios, que según fuentes oficiales cifraban entre el 300% y 350% en Catalunya y Madrid, además de provocar la vuelta con fuerza del plástico de un solo uso. 

Más miedo, más plástico

«La contaminación por plásticos ya era una de las más grandes amenazas a nuestro planeta antes del coronavirus. El rápido aumento en el uso diario de ciertos productos que ayudan a proteger a las personas y a detener la propagación del virus está empeorando las cosas», explicaba Pamela Coke-Hamilton, directora de comercio internacional de las Naciones Unidas, el pasado 2020.

«Las respuestas a las crisis ambientales deben ser globales y basadas en la solidaridad»

Y es que el miedo a infectarse provocó un aumento desmedido del uso del plástico de un sólo uso, incluso para productos frescos de consumo inmediato. Como ejemplo, durante el confinamiento en Singapur, el cual se empezó a levantar el 1 de junio del pasado año, tras ocho semanas de encierro sus 5,7 millones de residentes desecharon 1470 toneladas adicionales de envases de plástico de comida para llevar, según indicó Los Ángeles Times. O, según datos de las Naciones Unidas (ONU), en Wuhan (China), población donde surgió el coronavirus, los desechos médicos aumentaron seis veces a 240 toneladas por día durante la pandemia, sobrecargando la capacidad de incineración de la ciudad de 49 toneladas diarias.

Las organizaciones ecologistas españolas temen que la situación derivada de la pandemia ponga en peligro el cumplimiento de las metas europeas de reciclaje, estipuladas en el 55% en 2025, el 60% en 2030 y el 65% en 2035. De hecho, el pasado año, según datos de la oficina estadística comunitaria Eurostat, la tasa se situó apenas en el 36%, por debajo de la media europea (47,4%).

Un problema de alcance mundial

Miles de millones de mascarillas, el aumento de los paquetes a domicilio, guantes, comida para llevar, protectores faciales, desechos médicos, botellas de gel hidroalcohólico... el elevado consumo de plástico derivado de la pandemia ha llegado a colapsar los sistemas de reciclaje algunos países. Si no se toman medidas, según datos de la ONU, más del 70% de este material terminará convertido en desechos que acabarán colapsando vertederos y, lo que es peor, a mares y océanos, lo que implica una grave amenaza para los ecosistemas. Y hasta un 12% podría ser quemado causando una mayor contaminación y más enfermedades en las zonas más vulnerables del planeta. 

Pero dentro de los problemas siempre surgen oportunidades y esperanzas. En la conferencia de la ONU para el comercio que se celebró el pasado mes de julio, se aseguró que se necesita la cooperación entre países y el desarrollo de políticas comunes con cambios duraderos en las estructuras económicas, facilitando un movimiento hacia una economía circular donde prime el reciclaje y los desechos se gestionen de forma más sostenible. Los expertos concluyeron que «las respuestas efectivas a las crisis ambientales deben ser globales y basadas en la solidaridad, la compasión y el respeto por la dignidad humana».

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